Consciente de su fragilidad, el humor de Andrés se resiente hasta el extremo, llegando a ser cruel. ¿Con quién? ¡Con quién va a ser! Con quien más le quiere, con quien está más cerca, con quien le cuida, se preocupa… con Ana, esa hija mayor a la que le duele ver cómo ese gran hombre que fue su padre se va desvaneciendo ante sus ojos.

El cada vez más vago recuerdo de un Andrés joven, fuerte y en plenas facultades le impide reconocer su propia vulnerabilidad. La hija, agotada y consciente de la situación, intenta buscar ayuda. Sin embargo, difícil es ayudar a quien no se deja y, tras contratar sin éxito a varias cuidadoras, la sombra del ingreso en una residencia empieza a cobrar forma. Otra obsesión más que añadir a la mente de Andrés. El reloj. El pollo. La hija que nunca aparece. Un viaje a Londres… Su piso…

Ana es capaz de dejar de vivir por su padre, un padre que la azota inconscientemente y sin misericordia con comentarios hirientes y desconsiderados. Pero llega un momento en el que no puede más, en el que la carga la lleva a soñar que le estrangula con sus propias manos y donde la culpa es más grande que el amor.

La obra, dirigida por Josep María Mestres, es magistral como magistral es la interpretación que José María Pou hace de ese gigante deteriorado por la demencia. Un tierno monstruo sobre el escenario, que lo completa y lo llena de sí mismo, que nos adentra en una mente perdida y sin rumbo. Un drama con medias sonrisas porque las excentricidades del protagonista, fruto de la enfermedad, no permiten al espectador reírse sin sentirse culpable.

Por su parte, la interpretación de Cecilia Solanguren, en el papel de Ana, resulta conmovedora y empática. Llega al corazón del público y consigue esa conexión emocional capaz de transmitir la compasión y el amor hacia el padre a pesar de lo desesperante de la situación. Porque Ana aguanta, lo aguanta todo y el espectador lo sabe y se siente dividido entre el sufrimiento del padre y el de la hija.

Quienes han vivido o viven esta situación sentirán el alivio de verse reflejados sobre el escenario porque les ayudará a comprender la mente que hay al otro lado y se sentirán un poco menos solos. Y cuando la obra concluya, muchos no podrán evitar llorar y serán los primeros en levantarse y aplaudir. Porque todo lo que han visto ha sido redondo, perfecto, completo y real, muy real.

Completan el elenco, Elvira Cuadrupani, Jorge Kent, Alberto Iglesias y Lara Grube. Todos ellos comprometidos y convincentes en su papel de cuidadores profesionales de un hombre no escaso de recursos económicos, lo que nos aleja, eso sí, de la realidad que viven la mayoría de las familias que atraviesan esta situación.

Una obra de Florian Zeller (París, 1979) que en su versión cinematográfica él mismo dirigió y fue protagonizada por Anthony Hopkins, papel con el que ganó el Óscar a la mejor interpretación masculina. Además ganó también el premio al mejor guion adaptado.

– La obra puede verse hasta el 28 de abril, con funciones de martes a domingo, en el Teatro de Bellas Artes de Madrid.