La trama se teje alrededor de una niña secuestrada y asesinada en los años noventa. Su caso, inexplicablemente sobreseído, dejó un rastro de impunidad y dolor. Laura, la víctima, se alza como un espectro que desafía el olvido y la indiferencia. Su presencia, a medio camino entre la realidad y la fantasía, se convierte en el hilo conductor de esta inquietante narrativa.

Primera sangre no es solo una obra de teatro, es una llamada a despertar conciencias. Velasco, con su pluma afilada, nos sumerge en los abismos de la infancia ultrajada. Los abusos que se ceban en los cuerpos de las mujeres, causando cicatrices perennes, encuentran eco en cada palabra y gesto de los personajes. La cultura de la violación, omnipresente en nuestra sociedad, se desvela sin concesiones.

'Primer sangre'. Foto: Luz Soria.

‘Primer sangre’. Foto: Luz Soria.

La obra presenta a Laura, quien regresa como fantasía o fantasma. Su misión: interpelar a las vecinas de su edad, cuestionar su relación con el peligro y la libertad sexual. Pero también hay un policía, encargado de resolver el caso. ¿Qué secretos oculta? ¿Qué sombras acechan en su pasado? La tensión crece, y la conciencia se agita.

María Velasco, en sus propias palabras, nos revela: «Hay detalles sobre el caso que llaman la atención, pero, sobre todo, el retorno de Laura como fantasía o fantasma revuelve las conciencias». Su obra invita a mirar más allá de lo evidente, a escuchar los susurros de las víctimas silenciadas.

Hasta el 2 de junio, el público tiene la oportunidad de sumergirse en este viaje turbador, donde los fantasmas se entrelazan con la realidad y la memoria se convierte en un arma cargada de significado. Primera sangre es más que una obra; es un eco que resuena en los recovecos de nuestra conciencia colectiva.

Esta obra fue galardonada con el XXXI Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela.

– ¿Quiere consultar el progama de mano?

Nota de la directora

María Velasco

Laura volvió a vivir en mí después de treinta años muerta, cuando una amiga de la ciudad en la que nací me dijo que estaba embarazada de una niña. Aunque empecé a escribir Primera sangre a raíz de esa noticia, siempre albergué un recuerdo nítido de la foto de Laura: ese cartel, SE BUSCA. Tenía la misma edad que ella, la niña desaparecida (luego asesinada) y estaba aprendiendo a distinguir lo conocido de lo desconocido y el temor de la temeridad, como el verde del rojo. Toda mi pubertad basculé entre estos polos, hasta hacer muy mío eso que Hölderlin expresa sublime: “Donde está el peligro, crece también lo que salva”.

Es una mentira que se eduque igual a las niñas: no poder pasear libremente por las noches, no poder confiar en la bondad de los desconocidos… There’s nothing in the world like a pair of red shoes!, se dice en el cuento donde los zapatos rojos hacen bailar a la antiheroína a través de bosques y campos, sin descanso. Suerte que, a pesar del miedo o, tal vez, para plantarle cara, en nuestra adolescencia nos colocamos unos zapatos rojos.

Bailamos en Primera sangre un duelo diferido por todas las menores asesinadas en los noventa y por las niñas que salían a la calle pidiendo perdón, con la sensación de que el espacio público no era suyo. Texto, música y danza en un ejercicio de hauntología (estudio de las ausencias) y de nigromancia (adivinación del futuro por los muertos).

Equipo

– Texto y dirección. María Velasco
– Reparto. María Cerezuela, Javiera Paz, Vidda Priego, Francisco Reyes y Valèria Sorolla
– Escenografía. Blanca Añón
– Iluminación. Marc Gonzalo
– Vestuario. María Velasco
– Escultura. Enrique Marty
– Audiovisuales. Miguel Ángel Altet
– Espacio sonoro. Peter Memmer
– Coreografía. Joaquín Abella
– Asesoría artística. Judith Pujol
– Ayudante de dirección. Ruth Rubio
– Ayudante de escenografía y vestuario. Pablo Chaves
– Coproducción. Centro Dramático Nacional, Teatro Nacional de Catalunya, Ana Carrera y María Velasco (Pecado de Hybris)

'Primer sangre'. Foto: Luz Soria.

‘Primer sangre’. Foto: Luz Soria.