Para la ocasión, se ha editado un catálogo que cuenta con un texto de presentación de José María Lafuente, creador del Archivo Lafuente, en el que recuerda cómo en gran medida la vida y obra de Sanz están vinculadas al mar.

Sanz nació en Santander, en el barrio de San Martín, Canalejas. Desde la azotea de su casa se divisaba la bahía. Su primer cuadro del faro de la isla de Mouro lo pintó en 1942, y es en esos primeros años cuarenta cuando realiza una serie de obras agrupadas bajo el título Bajamar.

Hizo el servicio militar en el minador Tritón; navegó en la clase Snipe, en el Yayo II, un casco viejo con velas de algodón y que, según contó el pintor, «nunca fue uno de los primeros en llegar a la meta, pero sí el primero en tener un casco pintado de abstracto». Por aquella época, visitó el Museo de Bellas Artes de Santander, donde se emocionó con un pequeño lienzo que representaba un barco de guerra, posiblemente el Almirante Cervera, obra que reafirmaría su motivación para pintar. Incluso sus cuadros informalistas de principios de los años sesenta, que anteceden a sus Espejos rotos y geométricos (1964-1975), llevan por título nombres relacionados con el mar: Sureste, Langre, Liencres, Pleamar

Ingresó en 1953, gracias a una beca de la Diputación de Santander, en la Escuela de San Fernando, en Madrid. Alternó Santander con Madrid hasta que en 1967 se trasladó permanentemente a la capital, aunque con frecuentes viajes a su ciudad, donde siempre conservó un domicilio.

Una vez finalizada la etapa de los espejos, retomó la tela y el pincel, y desarrolló una singular etapa, Cartas de amar: el lenguaje de los signos. El propio Sanz lo contó así: «El 11 de enero de 1975 firmé el primer cuadro de una nueva etapa. Después de tanto tiempo, tuve claro que volvería al lienzo, a los pinceles y al color. La imagen motor partió de un folleto que trataba sobre la escritura de ingenuas cartas de amor. Mi idea fue trasladar el texto a imágenes gráficas, utilizando el Código Internacional de Señales Marítimas. Mis cuadros se llenaron de banderas multicolores que, interpretadas con dicho código, daban lugar a una nueva plasmación del lenguaje amoroso».

Destacados ejemplos de esta serie de Cartas de amar, e incluidos en esta exposición, son sus cuadros de títulos tan evocadores como A una mujer indiferente, Delicada azucena azul, De un enamorado eterno o Pidiendo relaciones formales.

A partir de 1987, después de ocho años recorriendo y catalogando plásticamente todos los faros de la costa española y de sus islas, Sanz se instaló definitivamente en el mar, que ya no abandonará en su trayectoria pictórica. Navegó por mares imaginarios, en calma o arbolados. Desde su mar natal hasta la fascinación del oriente japonés de la serie Hokusai-Fuji. A través de las diferentes «horas solares», las pinturas de esta muestra permiten evocar la figura del artista que las creó.

El texto de Lafuente concluye así: «Es muy frecuente en Santander pasear desde Puertochico hasta el faro de Cabo Mayor siguiendo la senda costera. En precisos lugares, como en la península de La Magdalena, por ese lado al que asoma el faro de Mouro y cuando rompe el mar en el acantilado, dejando las olas sus regueros de espuma, más que contemplar un fenómeno natural, a mí me parece ver una pintura de Eduardo Sanz».

Más que una buena amistad

Eduardo Sanz. s.a, 1975-1978. Fotografía b/n, 24 x 18 cm. Colección José María Lafuente.

Eduardo Sanz. s.a, 1975-1978. Fotografía b/n, 24 x 18 cm. Colección José María Lafuente.

La relación de Eduardo Sanz y la Galería Fernández-Braso se remonta al 29 de enero de 1971, fecha de la primera entrevista que Miguel Fernández-Braso realiza al artista para el diario ABC. Comienza ahí una relación personal y profesional que durará más de cuarenta años. «Más que una buena amistad», como se lee en una dedicatoria del artista en una pequeña pintura de 2011.

Desde ese año y hasta la actualidad la colaboración y el vínculo entre el artista, el galerista y la galería han sido continuos y se han manifestado de diferentes formas. Expuso su obra por primera vez en 1974 en Rayuela, en una exposición colectiva titulada Serie retratos. Participó, también, en 1976, en un Homenaje a Tiziano y expuso ese mismo año, ya de forma individual, la serie Cartas de amar.

En el primer número de la revista Guadalimar, creada por Miguel Fernández-Braso en 1975, apareció un reportaje sobre la obra de Sanz firmado por Marcos Ricardo Barnatán, quien, un año después, publicó la biografía Las metáforas de Eduardo Sanz en ediciones Rayuela. En la década de los noventa participó en varias exposiciones colectivas en la Galería Juan Gris hasta que realizó su primera individual en 2003. Con motivo de esa exposición, Cuadernos Guadalimar publicó un monográfico sobre el artista. En Juan Gris volvió a tener exposiciones individuales en 2007 y 2010. En 2013, ya en el nuevo espacio de la Galería Fernández-Braso, tuvo lugar la última exposición en vida de Eduardo Sanz, Mar a la vista: 1943-2012.