Aunque la referencia a la máquina parezca la protagonista, realmente estas figuras van mucho más allá, como apunta Vicenç Altaió en el texto del catálogo: «Me gusta cuando Riera i Aragó cuenta que la pareja de artefactos tecnológicos procede del signo esquemático de un hombre y una mujer puestos en horizontal. Del estar de pie al cuerpo yacente y su transformación anímica. El artista inició así su obra creando una iconicidad de signos figurativos, son dibujos esquemáticos hasta que por reducción y personalización el avión, un cuerpo que se eleva, se convierte en la primera letra del alfabeto».

Riera i Aragó ingresó en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona en 1973, el mismo año en el que expuso por primera vez en una galería. Durante la década de 1980 descubre su interés por los fondos marinos y el cielo como lugares por explorar, ya sea a través de submarinos, zepelines o aviones. Es durante esta época que comenzará a producir obras utilizando restos de barcos desguazados, también las hélices estarán cada vez más presentes en sus obras. Cada país que visita, ya sea Marruecos, Japón o Australia, le inspira para crecer como artista mediante la experimentación con nuevas técnicas de creación.

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50 años después

Nota autobiográfica

Este 2023 se cumplen cincuenta años de mi primera exposición. Una serie de circunstancias explican cómo y por qué empezó esta historia.

Ya desde muy joven tenía claro que quería dedicarme a la práctica artística, y al terminar la escuela me presenté al examen de ingreso en la Facultad de Bellas Artes. El examen duraba tres días y consistía en dibujar una estatua al carboncillo. No entré porque no pasé la prueba, y para iniciar los estudios universitarios, me matriculé en la facultad de Filosofía y Letras. El curso comenzó en octubre de 1972 y en febrero de 1973, saliendo de la Facultad, me detuvieron en una manifestación contra el régimen franquista. Estuve casi un mes en la cárcel Modelo; meses después me juzgaron en el Tribunal de Orden Público y me condenaron a un año, que no tuve que cumplir. Cuando en marzo volví a la Facultad después de todo este revuelo, el rector me comunicó que, por órdenes superiores, debían expulsarme de la Universidad. Con el tiempo del que disponía en estas nuevas condiciones, pinté varios cuadros y en mayo entré en una pequeña galería no lejos de casa y les propuse exponer las obras que había hecho. Así fue como el 12 de junio de 1973 inauguraba mi primera exposición. Tenía dieciocho años. En octubre siguiente, ahora sí aprobado el examen de ingreso, empecé en la Facultad de Bellas Artes, aunque sólo hice el primer curso. Aquel ambiente cargante y académico no era para mí. Así empezó el bello viaje.

Desde entonces he hecho 150 exposiciones individuales por todo el mundo. Y seguimos, porque, como dijo Ángel Ferrant: «Todo está dicho ya, pero como nadie escucha, es necesario volver a empezar continuamente». Esta exposición muestra algunas de las obras que, por su representatividad o por lo que significaban para mí, he ido guardando a lo largo de los años.