Ayres fue posiblemente la pintora abstracta más influyente de su generación. Feminista convencida, siempre arriesgada y libre en sus propuestas, sus cuadros son el fruto de una técnica basada en el potencial de los pigmentos y en el protagonismo del color y la materia. Con una tendencia a crear enormes lienzos improvisados en el suelo y pinceladas gruesas, su estilo, siempre cambiante, recuerda al Action Painting y al arte experimental.
La artista británica consideraba la naturaleza como una pintura en sí misma y por ello sus cuadros recuerdan a los paisajes que marcaron su vida. Desde Gales a Devon, sin olvidar la vegetación de Egipto o el sol de la India. Este gusto por los elementos orgánicos se traduce en una rica iconografía poblada de líquenes, corales, algas marinas, conchas, plumas y flores de vivos colores.
Nominada al Turner en 1989, nombrada Académica Senior de la Real Academia de Bellas Artes británica en 2005 y comendadora de la Orden del Imperio Británico en 2011, Ayres fue la única mujer que participó en la célebre exposición Situation. An exhibition of British Abstract Paintings (R.B.A. Galleries, Londres, 1960) junto a artistas como Bernard Cohen, Peter Poviello, Robin Denny o John Epstein.
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Saltos al vacío
Como recuerda Martin Gayford en el catálogo de la muestra: «Ayres dio una serie de audaces saltos hacia lo desconocido, a menudo sin red de seguridad. El primero de esos saltos fue su absoluta insistencia en convertirse en pintora. No era una decisión frecuente entre las jóvenes de la St Paul’s School for Girls a mediados del siglo XX. Tal y como relata ella misma: ‘Con dieciséis años me escapé de la escuela y me empeñé en asistir a la escuela de arte. Mis padres armaron bastante jaleo, aunque por lo demás me apoyaban en todo, pero no pertenecían al mundo del arte’. La directora de la escuela también protestó. Existía cierta reticencia a la idea de que una mujer se convirtiera en artista. Pero Gillian no se dejó intimidar y acudió a Camberwell, donde recibió clases de William Coldstream, John Minton y Victor Pasmore. Esta costumbre de lanzarse a lo desconocido podía observarse tanto en su pintura como en su vida, aunque en el caso de Gillian no hubiera mucha distinción entre ambas».