Hasta el 9 de septiembre, el Museo Guggenheim Bilbao presenta Gerhard Richter. Marinas, una ocasión única para contemplar el mayor conjunto de los célebres paisajes del artista alemán reunidos hasta la fecha. Estas marinas no son meras representaciones de la naturaleza. Por un lado, desafían la percepción del espectador haciendo que la pintura se asemeje a la fotografía: logra una superficie muy lisa aplicando el pigmento muy diluido y desenfoca la imagen al igual que sucede en algunas instantáneas. Por otro, Richter embellece el paisaje buscando alcanzar la perfección; en algunas obras el cielo y el mar proceden de dos imágenes distintas y se funden, llegando a ser casi intercambiables y dejando así al espectador la identificación de cada uno de ellos.

Gerhard Richter nació en Dresde, ciudad que al terminar la Segunda Guerra Mundial pasó a formar parte de Alemania Oriental. Pronto, su interés por el Informalismo y el Expresionismo que se desarrollaban al otro lado del muro le lleva a abandonar su localidad natal. En 1961 se afinca en Düsseldorf, donde entra en contacto con Sigmar Polke, Blinky Palermo y Konrad Fischer, entre otros creadores. Aunque anteriormente a esta fecha Richter ya había realizado algunas pinturas basadas en fotografías, el propio artista considera las obras que realiza a partir de 1962 sus primeras fotopinturas. En su búsqueda de un “nuevo comienzo”, estos nuevos trabajos marcan un punto de inflexión en su carrera.

El mar sirvió en un principio como soporte para sus retratos, capturas que provenían de un álbum familiar. Entre estos precedentes se encuentran escenas de playa como Renate y Marianne (Renate und Marianne, 1964), en la que presenta a su mujer y su cuñada sobre la arena, o Familia en la costa (Familie am Meer, 1964), otro borroso retrato familiar en el que la figura de su suegro domina de la escena. Un poco más tarde, en Tumbona (Liegestuhl, 1964), el cuerpo humano pasa a intuirse vagamente, sin poder identificar al modelo como en los anteriores lienzos, y en 1965 realiza un pequeño paisaje fundiendo con tonos grises la figuración y la abstracción, en lo que se podría, de forma un tanto aventurada, considerar su primera marina, Paisaje (Landschaft, 1965).