Visitando la exposición Un feliz desorden del tiempo de Rafael Trapiello (Madrid, 1980) me he acordado de las reflexiones de Bonilla sobre la capacidad que puede tener cualquiera para disparar con el móvil y conseguir una instantánea maestra cuando la fotogenia es obvia y la dificultad que tenemos la inmensa mayoría para capturar y mostrar esa fotogenia cuando se encuentra agazapada.
Trapiello sería entonces un fotógrafo muy capaz y ha hecho algo aún más difícil que desvelar la fotogenia allí donde no es tan evidente; en su caso por acercarse a cosas y sitios en los que el tiempo parece, solo parece, detenido. Durante seis años ha buscado –las sigue buscando– las huellas del pasado en los vestigios que de las civilizaciones griega y romana aún embellecen rincones de Palencia, Badajoz, Cáceres, Zamora, Soria, Segovia, Sevilla o Toledo, de la Campania italiana, de Rabat, Marrakech o, claro está, de Grecia. El resultado de tanto viaje es un regalo para los aficionados a la fotografía: un lugar de bendito cobijo para cualquiera que decida acercarse al Centro de Arte Alcobendas antes del 6 de julio. Porque hablamos de una sala en la que se cumple ese deseo de la comisaria de la exposición, la profesora Carmen Dalmau, de “recuperar ritmos lentos que permitan el silencio requerido de un mirar tranquilo y sosegado, cada vez más necesario para pensar, para respirar”.
Y lo que Trapiello nos quiere contar merece una pensada. Su objetivo es cuestionar la idea tradicional de identidad nacional mediante un lenguaje visual romántico centrado en varios países del Mediterráneo. “A través del patrimonio cultural —uno de los más potentes generadores de identidad territorial—, el proyecto busca poner el acento en lo que nos une, deconstruyendo las narrativas históricas dominantes que, un siglo después, vuelven a tomar fuerza”.
Impresionan por su belleza y misterio algunos rostros y miradas, torsos y columnas, detalles de paredes, de templos y de mezquitas, y todo ello sin necesidad alguna de que las dimensiones sean colosales. Al contrario, de hecho, sorprenden para bien los soportes, y es un acierto esa elección, por el efecto cambiante que la luz provoca en ellos, por lo mucho que enriquece una muestra que se compone de ciento veinte fotografías transferidas sobre espejos, cinco sobre mármol, siete impresas en cobre con pátina artesanal y cuatro cajas compuestas cada una de dos fotografías transferidas sobre placas de cristal. Uno de esos oasis calmos escondidos en la ciudad automática al que han contribuido con su buen hacer Ana Cubas en el diseño expositivo y Alfonso Meléndez en el gráfico. La fotogenia del pasado que nos enseña a mirar lo mucho que tenemos en común y nos lo malo que es restar cuando podemos sumar con todo aquello que nos une.
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Entre lo documental y lo poético
Rafael Trapiello es fotógrafo, miembro del colectivo/agencia NOPHOTO desde 2014 y miembro fundador del colectivo Nación Rotonda. Su trabajo se mueve entre lo documental y lo poético y el más personal aborda la relación del ser humano con su entorno, con sus semejantes, con el tiempo, con la memoria, con la muerte y con los afectos.
Entre sus publicaciones destacan los libros 2013, junto con Jonás Bel (editorial PHREE), Nación Rotonda, junto con sus compañeros del colectivo (editorial PHREE, finalista al mejor libro del año en PhotoEspaña 2016), Miércoles de Misericordia (editorial PHREE, finalista al mejor libro del año en PhotoEspaña 2019), y Solovki, junto a Juan Manuel Castro Prieto, Premio Nacional de Fotografía 2015 (Editorial Auth’spirit, 2019).
Su obra ha sido expuesta en, entre otros lugares, el Museo del Hermitage de San Petersburgo; Rusia (2015 y 2019); en el Pabellón Español de la XV Bienal de Arquitectura de Venecia (2016), ganador del León de Oro de esa edición; en el Centro de Arte Alcobendas (PhotoEspaña 2019); en la Sala El Águila (Madrid, PhotoEspaña 2019); Centre Fotogràfic La Llotgeta, Valencia, 2019; en el Centro José Guerrero de Granada, 2020, y en el Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela, 2021.
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