La tecnología ha permitido registrar la posición de los sujetos en la sala, medir el tiempo que cada persona miraba la tabla y a qué partes de la obra prestaban atención. Además, también es capaz de registrar, de manera simultánea con la observación, la dilatación de sus pupilas, lo que proporciona información relevante sobre las respuestas emocionales.

Así, una vez recabados los datos y puestos en una magnitud homologable (segundos por metro cuadrado), ya que las tres tablas no tienen igual tamaño, el estudio revela que el tiempo promedio de observación del panel del Infierno fue de 33,2 segundos por metro cuadrado, frente a los 26 segundos de la tabla central y los 16 del Paraíso. Esta diferencia también se observa claramente en el tiempo de fijaciones por panel. El visitante dedica 30,9 segundos por metro cuadrado al panel del Infierno, frente a los 21,6 segundos de la tabla central y los 12,6 del panel izquierdo, que corresponde al Paraíso.

Una de las últimas teorías desarrolladas desde la Historia del Arte sobre este tríptico, pintado en torno a 1500, lo concibe como una «obra de conversación». Al parecer, ya en el Palacio de Nassau de Bruselas, primer destino de la obra, sus dueños lo mostraban a la nobleza de la época y conversaban en torno a ella, algo que sucede todos los días en la sala donde habitualmente se exhibe en el Prado, que registra los datos más elevados en cuanto al número y tiempo de visitas. El estudio ha medido por primera vez cuál es el tiempo medio de duración de su observación: 4 minutos y 8 segundos.

Otro de sus resultados destacados ha sido la obtención del recorrido tipo que cada una de las 52 personas analizadas ha realizado con su mirada al observar el tríptico. Para ello se han utilizado gafas de seguimiento ocular que, conectadas a un ordenador, registraban de manera independiente la dirección de la cabeza, la de los ojos y los movimientos sacádicos –aquellos rápidos y simultáneos que realizan ambos ojos cuando están observando–, así como el tamaño de cada una de las pupilas. Ha sido igualmente muy revelador comprobar que dicho recorrido visual parte, en el 46% de los casos, del panel izquierdo de la obra, continuando luego al central y finalizando en el derecho.

Como complemento a todo ello, el estudio también ha establecido una medición iconográfica, según el tiempo de observación de elementos más concretos, dentro de la obra, como las fuentes, algunos pájaros o el misterioso autorretrato del pintor, el único que se diferencia en escala al resto de personajes y que sigue devolviendo la mirada. Ello ha permitido generar un ‘mapa de calor’ que refleja las partes del cuadro que más llaman la atención.

Obra maestra

En el tríptico cerrado, el Bosco reprodujo en grisalla el tercer día de la creación del mundo, cuando se separaron las aguas de la tierra y se creó el paraíso terrenal. Arriba, a la izquierda, aparece Dios Padre como creador, según indican dos inscripciones en latín, una en cada tabla: Él mismo lo dijo y todo fue hecho; Él mismo lo ordenó y todo fue creado (Salmos 33, 9 y 148, 5).

En el tríptico abierto, de brillantes colores que contrastan con la grisalla, el pintor incluyó tres escenas que tienen como único denominador común el pecado, que se inicia en el Paraíso del panel izquierdo, con Adán y Eva, y recibe su castigo en el Infierno del panel derecho. El panel central muestra un Paraíso engañoso a los sentidos, un falso Paraíso entregado al pecado de la lujuria. Contribuye también a ese engaño el hecho de que esta tabla central parezca una continuación de la del Paraíso terrenal, al utilizar el pintor un paisaje unificado, al que dota de una línea de horizonte muy elevada que favorece el amplio desarrollo de la composición, distribuida en tres planos superpuestos, tanto en estas dos tablas del Paraíso y el Jardín como en la del Infierno.