Tras la apertura del Espacio de Realidad Virtual, el Espacio Fundación Telefónica continúa apostando por las nuevas tecnologías. Con la forma de una cabina telefónica de principios del siglo pasado se ha creado una máquina del tiempo, con un hardware especial y unas gafas de realidad virtual para que los visitantes disfruten de la primera pieza en realidad virtual que narra la historia de que fue el primer rascacielos de Europa, el edificio de Telefónica en Gran Vía. Desde este edificio se hizo en su día la primera llamada transatlántica y hoy se continúa apostando por la innovación al servicio de la sociedad.

El proyecto ha sido un gran desafío “no solo por el guion que requirió de un trabajo de documentación, de búsqueda de archivo fotográfico y hemeroteca, sino además porque nos enfrentamos a un tipo de rodaje complejo”, explica Marcela Cárdenas, responsable de producción audiovisual de la Fundación. En palabras de Edgar Martín-Blas, CEO y Director Creativo de New Horizons VR, esta complejidad reside en que combina en una sola película todas las técnicas actuales de realidad virtual, «está rodada con actores en 360º en estereoscopía, se mezcla imagen real con videojuego, lo que permite que en ciertas escenas no sólo mires sino que además puedas andar, además incluye la interacción con las manos mediante el sistema Leap Motio».

Es lo que se llama un storytelling lineal, que permite que el usuario sea el protagonista: puede activar la máquina del tiempo, andar en la Gran Vía en los años 20 o asomarse desde un dirigible que sobrevuela Madrid, de esta forma el relato se convierte en algo mágico, algo presencial que envuelve y captura. «La realidad virtual engaña al cerebro hasta un punto en el que cree que lo que lo envuelve es real», asegura Martín-Blas.

Desde las alturas

La historia del edificio de Telefónica en la Gran Vía se remonta al año 1924, cuando se funda la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE). Fue el primer edificio verdaderamente contemporáneo de la historia de la construcción en España, el más alto de Europa, al menos durante unos meses y, durante décadas, en Madrid. Según los planos de su arquitecto, Ignacio de Cárdenas, se elevaba 14 plantas, sin incluir la torre, a 88 metros sobre la calle.

Fue para el arquitecto un edificio que siempre le llenó de orgullo, como dejó escrito en sus notas en 1970: “¡Ya con 71 años! […] Después de todo en tantos años ¡qué pocas cosas se recuerdan como algo que hizo latir fuertemente nuestro corazón! Yo recuerdo emocionado algunos instantes […] tal vez, la vista de Madrid desde el tren aquel 13 de junio de 1944, cuando volvía de Francia con un polizonte novato a mi lado… y ver mi Telefónica que había aguantado firme los desastres de la guerra”.