La experiencia de redescubrir a esta figura central en la historia del arte moderno es motivo más que suficiente para acercarse a la sede de la Fundación, pero por si acaso le ofrecemos algunas razones por las que no debería perderse esta muestra:

Torres-García esencial. Como recuerda Luis Pérez-Oramas, curator de Arte Latinoamericano del MoMA y comisario de esta exposición, «toda exposición es una opinión, una mirada hipotética, y en ésta hemos querido mostrar un Torres-García esencial. Hemos seleccionado aquellas obras que nos lo muestran cada vez en el instante de la decisión y de la inminencia de un cambio, de un desplazamiento o de una nueva invención. No es esta la muestra demostrativa de una escuela o de un estilo: no es la muestra del Universalismo Constructivo ni de la ortodoxia torresiana. Hemos acentuado dos momentos de búsqueda y encuentro: el período 1924-1934, que es el de la invención moderna torresiana, del filtraje de todos los lenguajes de vanguardia a su idiolecto brutal y primitivo; y el período 1935-1943 que es el de la ‘gran manera abstracta’ torresiana, en de la síntesis de lo abstracto y lo concreto».

Nómada. Torres-García fue protagonista clave en los intercambios culturales trasatlánticos de la primera mitad del siglo XX. Siempre se consideró un nómada y vivió en ciudades esenciales en la construcción del arte moderno, como Barcelona, París, Nueva York…, antes de volver a su Montevideo natal. De hecho pensaba que las formas mismas son nómadas y solamente tienen vida cuando se desplazan.

Cataluña y España. Fueron claves para Torres-García. Su formación artística fue catalana (llega a Barcelona con 17 años). De hecho, hacia 1912, cuando recibe el encargo de los frescos de Saló de San Jordi en el Palau de la Generalitat, se convierte en figura central de la modernidad catalana. En esta retrospectiva se muestran todos los estudios de estos frescos y el que el artista realizó para su casa de las afueras de Barcelona, La Terra, Enees i Pan (1914), una obra monumental de más de cien años de antigüedad, claro testimonio de su adscripción al movimiento noucentista.

Inclasificable. El uruguayo adoptó en su obra la libertad formal de la modernidad sin compartir la fascinación por el progreso de la mayor parte de las ideologías modernas, y tuvo como objetivo la ambición de producir un arte que fuese al mismo tiempo temporal y universal, constructivo y simbólico, abstracto y concreto. Fue un personaje que elude toda clasificación. Como asegura Luis Pérez-Oramas: «Siempre se dio la libertad de ir hacia delante y hacia atrás». Fue promotor del noucentisme; posteriormente se decantó por la yuxtaposición de planos y figuras; también practicó la abstracción, a la vez que fue profundizando en lo primitivo; para más tarde caracterizarse por el definido como Universalismo Constructivo”; entre otros muchos estilos. A medida que asimilaba y transformaba las invenciones formales del arte moderno, se mantuvo fiel a una visión del tiempo como una colisión de distintos períodos, en vez de una progresión lineal, una distinción que es particularmente relevante al arte contemporáneo.

Figuración versus Abstracción. Hacia el año 1929, el artista se encontraba en París y era uno de los fundadores de un grupo llamado Círculo y Cuadrado. Fue en ese momento en el que se dio cuenta que no se sentía cómodo sólo como un abstracto puro. Durante más de un siglo, los artistas habían enfrentado lo abstracto y lo figurativo, una diatriba que para Torres-García no tenía sentido, ni fundamento lógico o estructural. Para él, en el arte todo es un asunto de construcción y esa construcción puede ser aparente como la vida y la realidad concreta o abstracta e inmanente. Así, lo que Torres-García oponía era lo abstracto y lo concreto y no lo abstracto y lo figurativo. En palabras de Pérez-Oramas, para los artistas actuales, que ya han superado estas diferencias, «encontrarse con un hombre que se dio la total libertad de ir de uno a otro indistintamente en una especie de horizontalidad ajerárquica es muy interesante y es ciertamente uno de sus grandes legados».

Artista de artistas. Ha fascinado a generaciones de artistas en ambos lados del Atlántico. En España mantuvo relación con el dibujante uruguayo Rafael Barradas, con el ensayista y poeta español Guillermo de Torre, y con nombres tan conocidos como Pablo Picasso, Joan Miró y Julio González, con el que continuó en contacto durante muchos años. En los años 20 estuvo en el centro del arte moderno neoyorquino, donde vivió en la penuria pero gozando siempre de un gran reconocimiento intelectual por parte de artistas como Barnett Newman, Piet Mondrian, Jean Arp o Louise Bourgeois, y mucho después por otros como Basquiat, que estaba fascinado con su trabajo.

70 coleccionistas. Esta retrospectiva, en la que colaboran el MoMA de Nueva York, el Museo Picasso Málaga y la Fundación Telefónica, reúne obras de hasta 70 coleccionistas públicos y privados, una cifra inédita que representa una gran oportunidad para apreciar el trabajo realizado por el artista en diferentes períodos de manera simultánea. Pero, además, en el Espacio Fundación Telefónica se pueden admirar 11 obras nuevas que no se exhibieron en Nueva York, entre las que destaca el fresco que pintó para su propia casa.

  • A propósito de la exposición Joaquín Torres-García. Un moderno en la Arcadia, se ha desarrollado una propuesta educativa dirigida a todos los públicos.