Era 1977. El año del punk y la música disco. De los Sex Pistols y Fiebre de sábado noche. También el año del estreno de La guerra de las galaxias. El 19 de agosto del 77 nos dejaba el inigualable Groucho Marx. Pero la muerte de uno de los mayores genios de la comedia pasó desapercibida, porque tres días antes había fallecido Presley. La desaparición del cantante de Tupelo conmocionó a EE. UU. y divinizó, más si cabe, a la legendaria estrella. El Elvis de los 70 ya era una figura mítica, que había logrado resurgir de sus cenizas tras una década plagada de películas malas y canciones mediocres. El Elvis roquero renació en el especial de televisión de la NBC de 1968, vestido de cuero negro, y se consagró en un concierto emitido vía satélite desde Hawái, en 1973, enfundado en un traje blanco de lentejuelas. Los 70 nos traerían al Elvis más kitsch: los recitales en las Vegas, el encuentro con Nixon, los trajes de alas y flecos, el kung fu, la búsqueda mística, las groupies, su obsesión por las armas, el divorcio, los kilos de más, las drogas… Tras la muerte del cantante, el fanatismo hacia su figura adquirió niveles propios de una religión: peregrinaciones a Graceland, tiendas donde se vendía «sudor de Elvis embotellado» y portadas de periódicos sensacionalistas, que publicaban supuestos «avistamientos» del cantante. Todavía hoy, algunas páginas web afirman que Elvis sigue vivo, bajo la identidad de un pastor protestante llamado Bob Joyce. No es de extrañar que, en 1990, el grupo Living Colour publicase la canción Elvis is Dead, en cuya grabación participó el mismísimo Little Richard. En el tema denunciaban que, lejos de ser un embajador de la música negra, Presley se había apropiado del legado de los artistas afroamericanos.

Elvis is Dead parodiaba la canción Graceland, de Paul Simon, que a su vez narraba una peregrinación al hogar de Presley de los desheredados del sueño americano. Simon no fue el único artista que rindió pleitesía al desaparecido monarca. UB40 y Pet Shop Boys lideraron las listas de éxitos con versiones del rey. Frank Zappa grabó Elvis Has Just Left The Building y Dire Straits Calling Elvis. En 1989, el grupo Depeche Mode publicó el clásico Personal Jesus, dedicado a Presley. Johnny Cash daría el tratamiento definitivo a la canción en su mítico disco American IV: The Man Comes Around. Curiosamente, el cantante country había sido uno de los primeros en imitar a Elvis. Cabe destacar que, al igual que Presley, Cash comenzó su carrera en la discográfica Sun y que participaría, junto a Jerry Lee Lewis, Carl Perkins y el propio Elvis, en las míticas grabaciones conocidas como Million Dollar Quartet. Tras la muerte del rey del rock, Cash se reunió en su programa de televisión con Lewis, Perkins y Roy Orbison para cantar el tema This Train, como homenaje al finado, pero en los años 50 no tenía ningún reparo en burlarse del de Tupelo.

En 1970, el cantautor Phil Ochs se calzó el traje de lamé dorado de Presley en un concierto en el Carnegie Hall, para interpretar viejas canciones del rey del rock y sus contemporáneos. El público, que había ido a escuchar canciones protesta, no recibió bien el recital. Para colmo, el evento tuvo que suspenderse por un aviso de bomba. Mejor recepción tendría el cómico Andy Kaufman, cuando imitó a Elvis en 1977 en el programa Tonight Show, de Johnny Carson. Jim Carrey emularía la actuación de Kaufman en el biopic Man on the moon, dirigido por Milos Forman.

El hambre de los fanáticos tras la desaparición de Elvis hizo que surgieran imitadores hasta debajo de las piedras, pero solo unos pocos han pasado a la historia. Al hablar de los impersonators más destacados, siempre surge el nombre de Ronnie McDowell. El mayor éxito de la carrera de McDowell fue la canción The King Is Gone, escrita inmediatamente después de la muerte del cantante. El tema llegó al Top 20 de las listas pop y country. McDowell tuvo varios éxitos country a comienzos de los años ochenta e incluso llegó a grabar un par de duetos con Jerry Lee Lewis, aunque lo que resulta más interesante de su carrera es que interpretó las canciones del telefilme de 1979 Elvis, dirigido por John Carpenter, donde Kurt Russell interpretaba al rey del rock.

En 1978 la escritora Gail Brewer-Giorgio publicó la novela Orion, donde especulaba sobre la posibilidad de que Elvis, buscando la paz e intimidad que tanto añoraba, hubiese fingido su propia muerte. Un año después, la autora recibió una llamada telefónica de alguien con una voz parecida a la de Presley, asegurando que era Orion. Jimmy Ellis, un cantante que empezó su carrera musical en 1964, grabando antiguos éxitos de Elvis en la discográfica Sun, decidió aprovechar la ocasión y grabar un disco vestido como Presley y ocultando su identidad con un antifaz. En la portada de Reborn («renacido»), que fue retirada tras una avalancha de críticas, Orion aparecía como un fantasma, saliendo de su ataúd. Orion siguió grabando en los años 80 y tuvo varios éxitos menores, incluyendo una versión del tema de Queen Crazy Little Thing Called Love, que Freddie Mercury había escrito pensando en Elvis. Harto de la esclavitud de su condición de imitador, llegó a grabar una canción llamada I’m Trying Not to Be Like Elvis («No intento ser como Elvis»). En 1998, Ellis y su exmujer fueron asesinados a tiros mientras trabajaban en su casa de empeños, en Alabama. El ardid de Elvis fingiendo su propia muerte volvería a ser utilizado en la película Bubba Ho-Tep, donde Bruce Campbell interpretaba a un Elvis envejecido y con la cadera rota, que tenía que enfrentarse a una momia egipcia que asaltaba un asilo para robar el alma a los ancianos.

Pese a tener un nombre tan asociado al soul como el de James Brown, The King era un cartero de Belfast que dedicaba las noches a imitar a Elvis en pubs, hasta que fue descubierto por el cantante irlandés Bap Kennedy, quien produjo su primer disco, Gravelands, en 1998. The King lograría un éxito moderado grabando versiones de Nirvana, Bob Marley, Thin Lizzy o Jimi Hendrix, al estilo de Elvis. Un segundo disco, Return to Splendor, y su actuación como telonero de Stereophonics y Fun Lovin’ Criminals marcarían el fin de su breve carrera musical.

Pocos han sido capaces de reinventar el legado de Elvis como Robert López, un artista multidisciplinar californiano cuyos orígenes musicales se remontan a grupos de punk como Los Zeros o Catholic Discipline. En 1988 creó el personaje de El Vez, «el Elvis mexicano», como una versión alternativa del rey del rock. Con una puesta en escena impecable (incluyendo a sus coristas: Las Elvettes), López fue capaz de integrar al universo de Elvis elementos de la cultura chicana, el burlesque y brochazos musicales de Hendrix o Bowie, entre otros. Las canciones de El Vez varían las letras originales, añadiendo spanglish, humor y reivindicaciones sociales. Así, Suspicious Minds se transforma en Immigration Time, Johnny B. Goode en Go Zapata Go!, Viva las Vegas en Viva la Raza y Little Sister en la feminista Chicanisma. Graciasland, cuyo título y portada son un guiño al álbum de Paul Simon, es la obra maestra de la discografía de El Vez, que incluye discos navideños, dardos políticos y guiños a Bowie. Aunque su época de mayor popularidad fueron los años 90, El Vez sigue en activo y de vez en cuando edita algún single.

Sentimos contradecir a Living Colour, pero en 2022 la figura de Elvis sigue tan viva como siempre. El periodista musical Manuel López Poy acaba de publicar su libro Elvis, el hombre y el mito, que se suma a la extensa bibliografía en torno al cantante. También recientemente, el director Baz Luhrmann ha estrenado Elvis, que prometía ser la película definitiva del rey del rock, pero se ha quedado en el intento. Por supuesto, la máquina de hacer dinero tiene que seguir funcionando, y de vez en cuando se publica algún concierto inédito. En medio de la tormenta, Presley sigue siendo objeto de innumerables imitaciones. Aunque tal vez haya que pensárselo dos veces antes de calzarse el traje de lentejuelas, las patillas y el tupé, pues la compañía que posee los derechos de propiedad intelectual de Presley, Authentic Brands Group, ha remitido un comunicado a las capillas de bodas de Las Vegas para que dejen de celebrar ceremonias utilizando dobles del cantante sin autorización, bajo la amenaza de condenas de cinco años de cárcel y multas de hasta 200.000 euros. Malos tiempos para los impersonators. Como último recurso, siempre nos quedará cantar In the Ghetto con la pronunciación del Príncipe Gitano.


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