Fuentes recibió, entre otros importantes galardones, el Premio Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987 y el Príncipe de Asturias en 1994. 

Vida y obra

Entre sus novelas destacan La región más transparente (1958), Las buenas conciencias (1959); Aura (1962); La muerte de Artemio Cruz (1962); Zona sagrada (1967); Cambio de piel (1967); Cumpleaños (1969); La cabeza de la hidra (1978); Una familia lejana (1980); Gringo viejo (1985); Constancia y otras novelas para vírgenes (1989); La campaña (1990); Diana o la cazadora solitaria (1994), novela autobiográfica donde narra su pasión vivida a los 40 años con la actriz de Hollywood Jean Seberg; Los años de Laura Díaz (1999); La silla del águila (2000); El instinto de Inez(2001); Inquieta compañía (2004); Todas las familias felices (2006); La voluntad y la fortuna (2008); Adán y Edén (2009), una crónica periodística sobre el narcotráfico y la corrupción política en México y la última, Vlad, publicada en México en 2010. Como dramaturgo es autor de Todos los gatos son pardos (1970); El tuerto es rey (1974); y Orquídeas a la luz de la luna (1982), estrenada en España en 1988.

Carlos Fuentes también poseía los doctorados honoris causa de la UNED (2000), Universidad de Cantabria (2001) y Universidad de Castilla-La Mancha (2005); Medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid (2001); condecoración de Gran Oficial de la Orden Nacional de la Legión de Honor de Francia (2003); «Galileo 2000» de Italia (2005); Don Quijote de la Mancha de la Fundación Santillana y el Gobierno castellano-manchego (2008); Gran Cruz de la Orden de Isabel La Católica (2008), Premio González Ruano de Periodismo (2009) y «Grande Medaille de Verneil», máxima distinción de la Alcaldía de París, concedida en mayo de 2010.

Intelectual viajero

Hijo de padres diplomáticos, Fuentes, el más prominente de los narradores mexicanos modernos, nació en Panamá, el 11 de noviembre de 1928. Estudió en Suiza y Estados Unidos. Luego vivió por diferentes periodos en Quito, Montevideo, Río de Janeiro, Washington, Santiago y Buenos Aires. En su adolescencia regresó a México, donde se radicó hasta 1965. El tiempo que pasó en su país marcó definitivamente su obra, inmersa en el debate intelectual sobre la filosofía de “lo mexicano”. Su primer libro, Los días enmascarados, se publicó en 1954, y desde entonces Fuentes no dejó de preocuparse por la identidad mexicana y los medios adecuados para expresarla.

Un hito fundamental en este clima de preocupaciones intelectuales fue la fundación, en 1955 junto con Emmanuel Carballo y Octavio Paz, de la ya mítica Revista Mexicana de Literatura. La repercusión que alcanzó con sus primeras novelas (La región más transparente, en 1959; y La muerte de Artemio Cruz, en 1962) lo proyectó como una de las figuras centrales del llamado boom de la novela latinoamericana. Al igual que los demás intelectuales que participaron de este fenómeno, su compromiso político y social con fue, desde entonces, un rasgo fundamental de su carrera intelectual: «Lo que un escritor puede hacer políticamente -afirmó en un ensayo para la revista Tiempo Mexicano, en 1972- debe hacerlo también como ciudadano. En un país como el nuestro el escritor, el intelectual, no puede ser ajeno a la lucha por la transformación política que, en última instancia, supone también una transformación cultural».

Figura indispensable

Figura central e indispensable de la novelística moderna en español, Fuentes era graduado en Derecho en la Universidad Autónoma de México y en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra (Suiza). Fue delegado de México ante los organismos internacionales con sede en Ginebra, en el Centro de Información de la ONU en México, en la Dirección de Difusion Cultural de la UNAM y en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Fue embajador de México en Francia (de 1972 a 1976) y jefe de la Delegación de México en la reunión del grupo de los 19 paises en desarrollo participantes en la Conferencia sobre Cooperación Económica Internacional.

Desde hacía cuatro décadas, la vida de Carlos Fuentes era un periplo itinerante: lo mismo vivía durante algunas temporadas en París que enseñaba en Princeton, Harvard, Columbia o Cambridge.