Lucio Muñoz. La muerte de la cigüeña. 1961. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Lucio Muñoz. La muerte de la cigüeña. 1961. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Uno era abstracto, la otra realista. Dos planteamientos diferentes, pero con mucho recorrido común. Lucio Muñoz y Amalia Avia eran destacados embajadores del arte español de la segunda mitad del siglo XX, cada uno en su área, pero unidos por algo más que el matrimonio. Su entorno era toda esa generación que marcó el devenir de la cultura de los últimos años del franquismo y la Transición.

La casa de Lucio y Amalia era el punto de encuentro de pintores, escultores, músicos, escritores y todo aquel que tenía cierta inquietud cultural en aquellos tiempos difíciles. Sin pertenecer a ningún grupo, pero circulando en paralelo a «El Paso», consiguieron agrupar todo un plantel de artistas que crecieron juntos en una atmósfera de inquietud por todo aquello que oliese a cultura.

Abstracción y realismo

Lucio Muñoz fue uno de los buques insignia de su generación por esa credibilidad absoluta y ese rumbo certero que nunca perdió, dejando como legado su peculiar trato de la madera, su permanente refugio. Reza su lápida en el cementerio civil de Madrid: «La materia es un recuerdo único». Muñoz demostró su pasión por la materia y por su potencia expresiva a lo largo de toda su trayectoria, con numerosos reconocimientos a su espalda, como el Premio Nacional de Artes Plásticas o la Medalla de Oro a las Bellas Artes.

Los fastuosos murales de Muñoz, como el de Arantzazu o la Asamblea de Madrid, su generosa obra en madera y en papel y su innovadora faceta como grabador le dieron un prestigio internacional que aún perdura.

Amalia Avia. Escena doméstica. 1985.

Amalia Avia. Escena doméstica. 1985.

Mientras Muñoz indagaba en el abstracto, Amalia Avia se refugiaba en la realidad más cruda, en el reflejo de la parte más sombría de la ciudad y la sociedad de los sesenta, setenta y ochenta. Camilo José Cela la definiría como «la pintora de las ausencias, del por aquí pasó la vida», y eso fue lo que le otorgó un sello muy especial entre el particular grupo de realistas españoles, su manera de reflejar tanto las huellas humanas como las ausencias de Madrid, París, Barcelona o Lisboa.

Antonio López, Julio López Hernández, Isabel Quintanilla, Carmen Laffon y María Moreno fueron algunos de los compañeros de Avia en múltiples exposiciones, además de contertulios en largas veladas en su casa, junto a Rafael Canogar, Salvador Victoria, Manuel Rivera, Cristóbal Halffter, Alberto Portera, Carmelo Bernaola, Juana Mordó, Eusebio Sempere o Paco Nieva.