Cuando este miércoles, 22 de octubre, su voz y su cuerpo acaban de aquietarse de forma definitiva, cobra si cabe mayor dimensión la necesidad de volver sobre el lúcido análisis histórico de quien no se cansó de repetir que la democracia española es sólida, pero conviene cuidarla: “Algo que no pocos se empeñan en olvidar”.  

El relato de la historia de la España del siglo XX y principios del XXI perderían una substancial parte de objetividad si el sociólogo e historiador que ahora desaparece no hubiera publicado los más de cincuenta tratados y varios centenares de artículos sobre nuestra historia e historiografía política, social e intelectual.

El listado de sus obras es explícito y apabullante. Desde la ya clásica Historia de las dos Españas, hasta el minucioso recuento de lo acaecido en España entre 1896 y 2013 a través de manifiestos y protestas que tituló Nosotros, los abajo firmantes, pasando por la esclarecedora Transición. Historia de una política española (1937-2017) o Violencia política en la España del siglo XX , Santos Juliá ha sacado de la confusión, de la duda o del silencio lo sucedido: aquello que ha hecho de España el país que hoy es.

Incluso para aquellos que en algún momento no se mostraron abiertamente conformes con lo que él historiaba lo han tenido y lo tienen como  punto de encuentro y referencia.

Con voz pausada y firme impartió una docencia a través de la que explicó a varias generaciones de españoles dispuestos a escuchar las cosas como fueron,  mostrándose inflexible con quienes han utilizado, utilizan y utilizarán la historia como palanca para sus intereses.

“La mentira como práctica deleznable y común –puntualizaba en una reciente entrevista con hoyesarte.com– se produce porque los partidos utilizan la historia en su beneficio para que ésta se vuelva productiva para sus intereses. Si es preciso se miente… los políticos están guiados por lo que resulte productivo para sus políticas del presente”.

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología y catedrático de Historia Social y del Pensamiento Político, Santos Juliá pasó largas temporadas en universidades europeas y norteamericanas y confesaba sentirse, –entre la larga lista de ilustres colegas “de los que aprendí que la historia es una ciencia sagrada”–, discípulo de Weber.

Como lo mentaba con emoción hoy uno de sus colaboradores: “Era un sabio. Un hombre que, desde la humildad, lo sabía todo sobre las materias que manejaba”.  Esas materias que, a través de su voz y al mostrarnos de dónde venimos y donde estamos, nos ayudan a conocernos mejor.

Recordaba el historiador en una reciente conversación la cita de Bertolt Brecht: «Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles». Santos Juliá era de la estirpe de aquellos a los que Brecht reclama: su historia es imprescindible.