Asistente del famoso escultor Henry Moore en la década de 1950, Caro saltó a la fama en los años 60 debido en gran parte al éxito de una exposición en la galería Whitechapel de Londres celebrada en 1963.

Sus obras están elaboradas principalmente con hierro, a pesar de que también utilizó bronce, plata, madera e, incluso, papel. En ellas utilizaba la soldadura de chapas, vigas y otras piezas de metal en formas geométricas. Caro pintó muchas de ellas de rojo brillante, amarillo o verde y las colocó directamente en el suelo, en lugar de sobre un pedestal, para causar un mayor impacto en los espectadores.

Su trabajo ha sido objeto de retrospectivas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Mercado Trajano en Roma, el Museo de Arte Contemporáneo de Tokio y la Tate Britain de Londres.

Muy influyente

Para el director de la Tate, Nicholas Serota, «Anthony Caro fue uno de los escultores más destacados de los últimos 50 años junto a David Smith, Eduardo Chillida, Donald Judd y Richard Serra». «En los años 60 estableció un nuevo lenguaje para la escultura», añade.

«Su desarrollo de este vocabulario basándose en el legado de Picasso, pero con la introducción de colores brillantes y un refinado uso de la forma y de la línea, fue enormemente influyente en Europa y Estados Unidos».

Con motivo de la apertura de una nueva exposición de su obra en la Galería Gagosian de Londres en junio de este año, Caro hacía unas declaraciones a The Independent en las que afirmaba que si dejara de trabajar se aburriría. «Espero continuar durante otros 10 o 12 años si tengo suerte. Es lo que me gusta hacer. La vejez es un shock, pero todavía me gusta crear obras».

Nombrado caballero por la Reina Isabel II en 1987, recibió la Orden al Mérito de Gran Bretaña en el año 2000. En 1992 fue galardonado, además, con el Praemium Imperiale de Escultura.