Historia novelesca desde el instante primero para este esencial hacedor de novelas nacido como Juan Faneca Roca de una madre fallecida en el parto. Esa dramática circunstancia provocó que fuera adoptado por una familia que le cedió sus apellidos, convirtiendo al futuro escritor que recibiría en 2008 el Premio Cervantes en Juan Marsé Carbó.

Añade carga novelesca a su paso por el mundo el precoz abandono de los estudios, la habilidad de unas manos que le hicieron joyero, su pasión cinematográfica que le llevó a publicar sus primeros textos en la revista Arcinema y más tarde a firmar guiones, su residencia en París en donde trabajó como mozo de laboratorio en el Instituto Pasteur, su labor periodística como redactor jefe de varias publicaciones y, al cabo y sobre cualquier otra condición, su genio como creador de una literatura descarnada y directa que inicia en 1958 con la publicación de unos relatos y, tras ganar en 1959 el Premio Sésamo de cuentos, cobra fuerza dos años más tarde con Encerrados con un solo juguete, una novela que dejó claro que su autor había venido para quedarse.

Anticlerical y antinacionalista confeso retrató, también desde la ironía, la Barcelona de la posguerra y, por extensión, la España de la segunda mitad del siglo XX, a través de unos personajes captados a pie de calle que envuelven al lector con su mezcla de ternura y crudeza: con su todo de realismo y verdad.

Contándonos la existencia de otros, Marsé disecciona la degradación moral y social de una sociedad marcada por las diferencias de clase y la memoria y destino de los vencidos.  

Aunque nunca se sintió cómodo con esa adscripción, Juan Marsé pasa a la historia como miembro de la llamada Generación de los 50, en la que coincide con colegas, –así los denominaba él mismo– como Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan García Hortelano, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Terenci Moix o Eduardo Mendoza.

La vida contenida en sus libros, traducidos a múltiples idiomas, ha sido merecedora, además del Cervantes, de premios tan significados como el Biblioteca Breve, el Planeta, el Ciudad de Barcelona, el Ateneo de Sevilla, el de la Crítica en dos ocasiones y el Nacional de Narrativa.

Cumplidos los 87 cierra ciclo Marsé. Adiós a todo esto para quien acaso de forma premeditada dejó escrito epitafio en otro de sus títulos: Un día volveré. Esas tres palabras cobran mayor sentido hoy al asumir la certeza de que esa narrativa hecha de carne y hueso vuelve a nosotros una y otra vez, un día tras otro, envolviéndonos, atrapándonos para siempre en la humana verdad de sus historias.