La búsqueda de lo que hoy conocemos como fotografía forma parte de una compleja trama de experimentos llevados a cabo por numerosos científicos y aficionados a las artes no solo en las grandes metrópolis europeas, sino también en los sitios más apartados de la civilización occidental.

Esta obra nos presenta las pesquisas, zozobras y hallazgos de Hercule Florence (Niza, 1804 – Campinas, Brasil, 1879), francés afincado en el interior de Brasil, quien en 1833 logró fijar imágenes visibles a través de la cámara oscura, además de proponer el uso del negativo y bautizar el descubrimiento con el nombre que hoy le damos: fotografía.

Como recuerda Boris Kossoy, no sería hasta uno o dos años más tarde, 1834 o 1835, cuando Daguerre descubrió, aparentemente de forma accidental, el efecto de los vapores de mercurio sobre la placa que ya había sido expuesta en la camera obscura. Y no fue hasta 1837 cuando Daguerre logró parcialmente el objetivo de fijar de modo permanente las imágenes al someter las placas a la acción de una fuerte solución de cloruro de sodio (sal común).

El 19 de agosto de 1839, el procedimiento de Daguerre era revelado en detalle ante una sesión conjunta de la Academia de Ciencias y la Academia de Bellas Artes de París; el Gobierno de Francia adquiría así el invento y lo donaba al mundo entero. Mientras tanto, cinco días antes, Daguerre había patentado su invento en Inglaterra. Sin embargo, como documenta Boris Kossoy, los descubrimientos precursores de Hercule Florence habían tenido lugar seis años antes.

Como dejó textualmente escrito el propio Florence: «Siempre preví que mi aislamiento me impedía hacer conocer, que la falta de materiales me impedía desarrollar, que no dejarían de surgir hallazgos en otros países más favorables al progreso de la inteligencia. Sentía que mis trabajos no eran útiles, ni a mí, ni a la sociedad».

Autodidacta genial

Después de más de doscientos años del nacimiento de quien tanto en el ámbito artístico como en el técnico científico fue un autodidacta, resulta fascinante conocer a quien imaginó diferentes experimentos precursores de la fotografía.

Su descubrimiento no cabe dentro del mundo de las coincidencias, sino que responde a la búsqueda decimonónica por mejorar los medios de reproducción de la imagen, privilegiada desde entonces como una senda del conocimiento.

«En lo que se refiere al descubrimiento fotográfico de Hercule Florence», escribe Kossoy, «una contradicción perversa marca su realización en la medida en que fue llevada a cabo en el interior de un país con una estructura socioeconómica en 1833 de características coloniales y en un ambiente nada receptivo a las innovaciones técnicas y al avance científico. Paradójicamente, si tal contexto fue de alguna forma determinante para que un espíritu inventivo como el de Florence pudiera realizar sus experimentos precursores, en contraposición, la propia sociedad de la cual formó parte fue incapaz de advertir el verdadero alcance de su descubrimiento».

El análisis de Kossoy no se agota con la fotografía; por el contrario, a partir de ella abre el camino a la reflexión sobre las maneras en que la cultura latinoamericana ha sido abordada para subrayar, como corolario, que las realizaciones de Antoine Hercule Romuald Florence no solo lo convierten en uno de los precursores mundiales de la fotografía, sino en el pionero de las Américas, en el lugar y en la época en que surgieron, «pudiendo aún adquirir un valor de ejemplo y ayudarnos a comprender que la creatividad y la determinación del hombre no se reducen en absoluto a fronteras geográficas ni a contextos adversos».

CA00321001Hercule Florence. El descubrimiento aislado de la fotografía
Boris Kossoy
Traducción: Isabel Victoria Anaya y Carol Colffield
Cátedra
Colección Grandes Temas
272 páginas
18 euros