La arquitectura ha sido una actividad fundamental del hombre desde los albores de la civilización y, a lo largo de la historia, los grandes arquitectos han sido innovadores y visionarios. La cúpula que Brunelleschi levantó en Florencia dejó boquiabiertos a sus coetáneos, convirtiéndose en el monumento señero de la ciudad, del mismo modo que Utzon transmutó el hormigón armado en la poesía visual de la Ópera de Sídney; un símbolo identitario de Australia. La Torre Eiffel es el icono parisino por antonomasia y el Taj Mahal, una imagen emblemática de la India.

Mirar, pensar, moverse…

Nuestra vida cotidiana está condicionada por las construcciones que nos rodean. Las estructuras, ya sean imponentes, inspiradoras, sutiles o espectaculares, han sido siempre diseñadas para influir sobre el modo como miramos, pensamos o nos movemos. Los Grandes Arquitectos analiza de cerca esta variedad de formas arquitectónicas, a través de arquitectos cuyos conocimientos de ingeniería han sido claves en su éxito. En una serie de concisas pero profundas biografías, un equipo internacional de historiadores, escritores especializados y arquitectos, examinan las vidas y propósitos de algunos de los grandes pioneros del diseño.

Se descubre, por ejemplo, a Brunelleschi, constructor de la cúpula imposible de la catedral de Florencia; a Sinán, el ingeniero cristiano que se convirtió en el arquitecto jefe del sultán otomano; a Joseph Paxton esbozando el Crystal Palace de Londres en un trozo de papel secante o a James Bogardus descubriendo las oportunidades arquitectónicas del hierro colado.

También se abordan los avances que la industrialización introdujo en la arquitectura desde mediados del siglo XIX, inspirando experimentos con nuevos materiales y técnicas, propiciando la aparición de una arquitectura completamente nueva: hormigón armado, vidrio plano y acero resultaron cruciales para las obras de Le Corbusier, Auguste Perret y Mies van der Rohe.

Y se comprueba como el diseño asistido por ordenador ha ensanchado los límites de lo posible en la arquitectura high tech actual y los arquitectos más contemporáneos, representados por Norman Foster, Frank Gehry o Santiago Calatrava.

Algunos grandes ejemplos

Filippo Brunelleschi. Padre de la arquitectura renacentista (1377-1446). Su obra más famosa, la cúpula de la catedral de Santa María dei Fiore, en Florencia, se cuenta entre las edificaciones más importantes del mundo, tanto por sus logros técnicos como por su impacto artístico, cultural y urbanístico. A Brunelleschi se le atribuye el descubrimiento de la perspectiva lineal, sistema de representación que cambió el curso del arte occidental. Abrió la cultura de Florencia a una nueva era de experimentación arquitectónica y artística.

Qavam al-Dn Shirazi. Arquitecto de la casa de Tamerlán (trabajó entre 1410 y 1438). Fue el primer arquitecto del mundo islámico que se hizo célebre. A pesar de su humildad al adjudicarse la categoría profesional de tayyan (yesero), creó un estilo tan distintivo en su arquitectura y sagaz en su ingeniería que ya en su época provocó un alud de comentarios literarios. Trabajó casi exclusivamente para la familia de Tamerlán, que reinó sobre unos dominios que se extendían a lo ancho de la franja cultural persa que cubre los actuales territorios de Irán, Afganistán y la Transoxiana.

Shah Jahan. Emperador y constructor mogol (1592-166), quinto monarca de la dinastía mogol, fue la personificación del rey-arquitecto, un concepto que puede rastrearse hasta la Antigua Mesopotamia. En el afán de explorar y refinar la arquitectura como expresión imperial, reunió a todo un equipo de asesores con quienes desarrolló sus personales proyectos y sentó las bases del arte de la construcción. Llegó a ocultar el nombre de sus arquitectos, a fin de ser reconocido como el único autor de una obra; no en vano siempre se consideró el mejor arquitecto de su imperio, y a los demás como meros maestros de obra. Su creación más imponente fue el Taj Mahal, obra que le reportó una celebridad inmortal.

Thomas Telford. Introductor del diseño de puentes en hierro colado (1757-1834), Telford fue un maestro de la mampostería y el ingeniero que se atrevió a construir el puente más largo hasta entonces erigido: el puente colgante de los estrechos de Menai (País de Gales). Prácticamente no hay rincón de las islas Británicas donde no pueda verse alguna obra suya y quizá lo más sorprendente de él sea que lograra superar las trabas de un origen social humilde y convertirse en el eficiente creador de su profesión. Verdadero hijo de la Ilustración, su trabajo abarcó también la construcción de edificios oficiales y de numerosas iglesias. Especialmente notables fueron sus trabajos como arquitecto y planificador.

John Fowler. Adelantado de los ferrocarriles urbanos (1817-1898), Fowler es recordado como el ingeniero del ferrocarril metropolitano de Londres y del puente ferroviario sobre el Firth of Forth; cualquiera de las dos obras bastaría para calificarlo como un gran técnico. Estuvo asociado a unos mil proyectos (sobre todo ferroviarios, aunque también de otros tipos), donde tuvo que salvar exigentes accidentes geográficos además de afrontar conceptos y materiales nuevos. Fue un experto gestor, con facilidad para persuadir a clientes, accionistas y asociados acerca de la bondad de sus razonamientos.

Gustave Eiffel. Genio de las elevadas estructuras metálicas (1832-1923), Eiffel no solo construyó magistralmente el monumento que domina el perfil urbano de París y que lleva su apellido, sino que fue también un avispado y emprendedor hombre de negocios que sembró sus trabajos por toda Francia, Portugal, España, Hungría, Rumanía, Estados Unidos, América del Sur y el Sudeste Asiático. Fue una persona ambiciosa, enérgica y decidida, con las habilidades de un buen ingeniero, original, realista en cuanto a fechas de terminación, dotado para las relaciones públicas y con una gran capacidad de atraer y conservar a su lado a los mejores colaboradores.

Le Corbusier. Maestro innovador del tratamiento del hormigón, piedra, madera y metal (1887-1965), Le Corbusier no solía visitar las obras, y a menudo quedaba disgustado con la calidad del trabajo ejecutado. No obstante cabe considerarlo uno de los grandes constructores del siglo XX, con más de setenta edificios en su haber. Escribió una cincuentena de libros, pronto traducidos a otras lenguas, y abrió nuevas maneras de pensar en la construcción. Su impacto radicó en parte en subrayar el mensaje del modernismo internacional: separación de estructura y recinto, utilización de las azoteas además de grandes paneles de vidrio y apertura de espacios en el interior. Pero también en una reacción en contra que inició en 1920, al redescubrir la utilización de materiales naturales como la piedra, la madera, los azulejos y un hormigón armado convertido en más táctil al dejar vistas las trazas del encofrado. Su arquitectura se fue convirtiendo en escultural y colorista, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. A lo largo de toda su obra fue alterando sus formas, dentro y fuera, en una suerte de diálogo con el proceso estructural.

Los grandes arquitectos

Coordinado por Kenneth Powell

Lunwerg