Lo realmente singular de esta obra es el humor tan natural que despliega en todas sus páginas, incluso en las más terribles. Ese humor, que a veces es negro, otras decididamente amargo y casi siempre irónico e inteligente, es el rasgo más sobresaliente de Que no, que no me muero, el cómic que firman la periodista María Hernández Martí (Las Palmas, 1970) y el dibujante Javi de Castro (León, 1990).

Que no, que no me muero.Hernández Martí superó un cáncer de mama hace unos años. Escritora de profesión, no pudo evitar tomar notas durante aquel tiempo difícil. A partir de ellas elaboró después una colección de historias breves –según ha confesado “levemente autobiográficas”– que nos cuentan la historia de Lupe, una tipa de 38 años, de natural tan deslenguada y divertida como cabreada y sarcástica pero a la que acaban de diagnosticar un tumor en el pecho que no le va a poner las cosas fáciles.

Una treintena de estampas que son habituales en cualquier mujer que pasa por una situación parecida: el día después de la intervención quirúrgica, las sesiones interminables de quimio, la delatadora caída del cabello, la irrupción de pensamientos fatales, los cambios hormonales y sus consecuencias, los consejos más bien torpes del entorno…

Hay aquí, por tanto, mimbres más que propicios para que una historia de esta naturaleza con final feliz devenga en esperanzador manual de autoayuda, encomiable ejemplo de superación o documento más o menos divulgativo de lo que supone convivir con el más común de los tumores entre mujeres. Apenas bastan un par de viñetas para entender que por ahí no van los tiros.

Con la enfermedad a cuestas todo se vuelve más absurdo de lo habitual y Lupe lo que hace es afilar su gracia para hacérnoslo ver, para recrearse en las situaciones cómicas y en alguna bien dramática y arrancarnos una sonrisa casi en cada página. Entre las primeras son antológicas la dedicada a la asquerosa remolacha que todo el mundo le recomienda, la tontuna homeopática de la “enfermera alternativa”, las discusiones maritales sobre el tipo de funeral que prefiere, la rata que la despierta de madrugada para comerse su chocolate o –sí, sí– los pensamientos de la noche previa a la última sesión de quimioterapia.

Que no, que no me muero.La voz tan personal de Lupe da cohesión a todas las historias, cada una de las cuales destila una emoción diferente: la resignación, la rabia, la pena, el miedo, la perplejidad, la tristeza, la alegría, la amargura… Javi de Castro acierta de pleno buscando imaginativas y a veces arriesgadas soluciones visuales que son muy distintas para cada relato. En más de una ocasión le basta una sola página para contar muchas cosas. La paleta de colores varía para cada historia pero siempre está al servicio de ella.

La enfermedad forma parte de la vida y la vida, que no ha sido tradicionalmente contenido habitual del cómic, mucho más proclive a la fantasía, se hace, se está haciendo, un hueco cada vez más grande en la novela gráfica actual.

El guionista por antonomasia del cómic estadounidense, el gran Harvey Pekar, contó su enfermedad en El año de nuestro cáncer (1994). Convivir con el VIH fue la materia prima de Píldoras azules (2001), de Frederik Peeters. La ascensión del gran mal (1996-2003), en la que el francés David B. contaba la epilepsia de su hermano mayor y el impacto brutal en la familia, es considerada justamente una de las cumbres del cómic europeo. Arrugas (2007), de Paco Roca, sobre un enfermo de Alzheimer es ya un clásico de la historieta española. Éxitos de crítica y público que demuestran que temáticas a priori poco agradecidas interesan y mucho cuando se cuentan con talento. En esa tradición pretende y consigue enmarcarse la recién editada Que no, que no me muero.


que no que no me mueroQue no, que no me muero
María Hernández Martí
Javi de Castro
Modernito books
168 páginas
18,53 euros