El prólogo, tremendo, titulado La otra amante en referencia a la botella, ya anuncia que habrá en adelante poca broma con los efectos del alcohol y que vamos a seguir la peripecia de alguien enfermo desde muy joven. Un enfermo, como él mismo se define varias veces, que además, eso sí, fue uno de los mejores jugadores del fútbol europeo que tuvo el carisma y el look de las grandes estrellas del rock (“el quinto beatle”, como le bautizó un periódico portugués) cuando eso no era tan común en el deporte y que resultó gloria bendita para los tabloides británicos que tuvieron en él una fuente inagotable de escándalos.

Tocó el cielo con 22 años: hizo posible que el Manchester United levantara, en 1968, su primera Copa de Europa y suyo fue el Balón de Oro de aquel año. Jugó mucho tiempo más pero la supernova de su rendimiento –que no talento– duró pocas temporadas. Aparte del juego y la bebida, le gustaba demasiado no rendir cuentas a nadie. Y las mujeres, claro: si no se presentaba a un partido importante y lo hizo más de una y dos veces, lo habitual es que estuviera escondido en algún lugar con alguna amante, a tenor de su currículum, mejor si era actriz, si tenía pareja o si había sido Miss Mundo. Así era él.

Best consigue con sus recuerdos escritos el mismo efecto que logró a lo largo de su vida: mostrarse como un trasto de mucho cuidado pero incapaz de caer mal a casi nadie. Un verso libre con una habilidad especial para hacerse perdonar casi todo. Valiente y astuto en el campo, atractivo y lenguaraz en la calle, cuesta creer que el crío nacido en Belfast en 1946 fuera en realidad tímido, incluso pudoroso. El chaval al que le gustaba escapar cuando le acechaba un problema descubrió pronto de adulto que podía obtener algo parecido con el vodka. “Había dejado de desaparecer físicamente, aunque mentalmente empezaba a hacerlo por el culo de los vasos que me bebía”. La bebida para ganar confianza en la noche, para rehuir los problemas, para tolerar los fracasos: “bebía porque el equipo me deprimía, y cuando era yo el que jugaba mal, me deprimía todavía más y volvía a darme a la bebida”.

Puede que futbolísticamente la carrera de alguien tan poco disciplinado fuera un desperdicio. Ni cuajó con la selección de Irlanda del Norte ni consiguió nada relevante fuera del Manchester United, su único gran club. Ahora bien, su vida no solo fue de cine, es que abarca la mayoría de géneros, del carcelario con unos meses entre rejas por agredir a un policía al drama de su familia afectada por el conflicto norirlandés y la muerte por alcoholismo de su madre pasando por la comedia sexual y gamberra ambientada en Los Ángeles, Marbella o Las Vegas. Tienes que creerle cuando dice orgulloso que en su mejor década acumuló la intensidad de tres vidas. En cualquier caso, da igual la fecha, el lugar o la anécdotas, siempre acaba por salir el alcohol a empañarlo todo… prácticamente hasta su muerte en 2005. Hay crudeza e inteligencia sobre cuanto dice en relación al alcoholismo al que no consiguió derrotar, que le hizo mentir una y otra vez y que le impidió ver más a sus padres y a su hijo.

Es bastante posible que nadie jugara mejor al fútbol que él aunque solo fuera un par de ligas. Es muy probable que nadie pusiera tanto empeño durante tantos años en demostrarse a sí mismo y a los demás que podía conquistar a quien quisiera. Es casi seguro que nadie puso a prueba durante tantos años la resistencia de su hígado como hizo George Best. Nadie como él.


El mejor. Mi autobiografía
George Best con Roy Collins
Traductor: Héctor Castells
Editorial Contra
432 páginas
23,65 euros