Ahora, cuando se cumplen cien años de la publicación del Ulises, es un momento más que oportuno para adentrarnos en la azarosa vida y obra de Joyce desde la óptica y los recuerdos de su hermano. Su minucioso diario le sirvió de base a Stanislaus para la redacción de estas memorias que no tienen desperdicio.

“Ser hermano de un autor famoso confiere grandes obligaciones y muy pequeñas distinciones”, escribe en la introducción del libro Richard Ellmann. El profesor Stanislaus Joyce sobrellevó su carga con nobleza y disconformidad. A pesar de sus reservas, vivió una vida en gran parte moldeada por su hermano, combatió ferozmente el derecho de los demás a criticar a James y, en el momento de su muerte, llevaba escrita una parte sustancial de las memorias de su vida en común, donde presenta un cuadro de la carrera de James Joyce y de la vida familiar hasta sus veintidós años, con vistazos ocasionales a lo que vendría después.

Stanislaus Joyce (1884 – 1955), casi tres años menor que su hermano, siguió el mandato intelectual de James en muchos aspectos. Así lo refleja su libro que, como se ha apuntado, se basa en sus lúcidos recuerdos, apoyados en un diario que llevó fielmente durante toda su vida en el que minuciosamente iba anotando las conversaciones entre ambos, las agudas observaciones de James y los acontecimientos de una vida familiar nada fácil.

Stanislaus mantuvo el humor, el honor y las finanzas de su hermano y le daba ánimo cuando los editores rechazaban sus originales, algo que sucedió una y otra vez desde 1906 hasta 1914. Su exilio de Irlanda fue mucho más severo que el de su hermano. Durante cuarenta y nueve años no volvió a entrar en un país de habla inglesa. Al comienzo, en Trieste, la universidad lo ignoró, pero después de un tiempo se convirtió en un profesor reconocido, querido y popular.

En 1936, su decidida oposición al régimen de Mussolini le valió la destitución y la expulsión de la universidad. Tiempo después, gracias a la intervención de un amigo en Roma, recuperó su posición docente.

Tres encuentros

Los hermanos Joyce se encontraron solamente tres veces después de 1920. Estos últimos encuentros fueron dolorosos para el autor de este libro. Sin embargo, continuaron escribiéndose y es comprensible que las últimas palabras que James escribió, cinco días antes de su muerte, acaecida en Zúrich en 1941, fueran para Stanislaus. La noticia de la muerte de James le afectó profundamente y su salud comenzó a deteriorarse. Stanislaus murió el 16 de junio de 1955 en Trieste, a los setenta años, dejando este libro inconcluso.

Como señala en la introducción Ellmann, “hay algo de la casi monumental integridad de Catón en la vida de Stanislaus. Incapaz de aceptar sino lo honesto, se oponía tanto a las autoridades imperiales como a los fascistas. En su oposición liberal y anticlerical era un demócrata de la escuela de 1848”.

Luchó también por una mayor libertad individual, intentando tener una personalidad distinta de la de su hermano, al que, en fondo y forma rinde homenaje en Mi hermano James Joyce, unas esclarecedoras memorias de las que el poeta T.S. Elliot escribió: “He leído este libro dos veces y me he sentido fascinado y sorprendido… Nuestro interés alcanza, inevitable y justificadamente, a la familia de Joyce, a sus amigos, cada detalle de su vida en Dublín y la topografía de la ciudad de Dublín de su infancia, adolescencia y juventud. Lo que el hermano de Joyce ha logrado es vincularnos con el ambiente familiar en el que crecieron los dos muchachos, con pormenores que nadie como él podía ofrecer… Nos sentimos afortunados de que un hombre que observaba y estudiaba a su hermano asidua, admirativa y celosamente, como nadie lo ha hecho, nos legara una información tan completa”.

Mi hermano James Joyce

Stanislaus Joyce

Prefacio de T.S. Eliot

Introducción: Richard Ellmann

Traducción: Berta Sofovich

Adriana Hidalgo Editora / A. hache

336 páginas

22 euros