Esa realidad ha suscitado la atención de expertos de ámbitos muy diversos sobre el universo de los 59 elementos precisos para construir un ser humano, de los que seis, -carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, calcio y fósforo- representan más del 99% de nuestra esencia.

Desde la idea de emprender un viaje distinto hacia el interior de lo que somos y asumiendo la máxima aristotélica de que la naturaleza no hace nada en vano, abrimos Los misterios del cuerpo, sección en la que sin más ánimo que el de entretener iremos desglosando en diferentes entregas, – corazón, cerebro, piel,  ojos, boca, huesos, oídos, hígado, pulmones, sangre, riñones, genitales, estómago…- contando de un modo muy, muy sucinto claves y particularidades de cada una de esas maravillas gracias a las que usted y yo y aquel y todos nos mantenemos con vida.

Y, claro, nada mejor que empezar por…

El corazón

Es el núcleo que fascina a todas las culturas. El eje que corporeiza para la historia de la humanidad fuerza y sentimiento, vida y pasión aunque, técnicamente, no es más que es un músculo más del organismo con la función de bombear sangre hacia los órganos y tejidos del cuerpo.

Un músculo hueco que circunscribe cavidades en las que circula la sangre. Cuando se distiende (diástole) atrae hacia sí la que circula en las venas. Cuando se contrae (sístole) expulsa la sangre hacia las arterias: aorta o arteria pulmonar.

Cierto es que en el corazón tenemos al órgano principal del aparato circulatorio. Una bomba que aspira e impulsa sin descanso e irriga sangre a todos los órganos y recovecos del organismo salvo a uno: la córnea, esa parte frontal transparente que permite el paso de la luz desde el exterior al interior del ojo y protege el iris y el cristalino.

Cierto también que si su característico latido cesa, el oxígeno deja de llegar al resto de órganos de nuestro cuerpo e inevitable sobreviene la muerte.

Aunque tenemos en la cabeza la entrañable y clásica imagen, en realidad el corazón se parece en forma y tamaño mucho más a un puño grande y cerrado que al romántico dibujo en el que se ensartan las flechas de Cupido. Su volumen y peso varía acorde con el sexo y con la edad. En un recién nacido pesa en torno a 25 gramos y a los 10 años entre 100 y 125. En los adultos mide unos 12 centímetros de longitud y aproximadamente ocho de ancho y pesa entre 280 y 340 gramos en los hombres y de 230 a 280 gramos en las mujeres. Constituye menos del 0,5% del peso total del cuerpo.

3.000 millones de veces

Incansable, el corazón realiza más trabajo físico que cualquier otro músculo del cuerpo. Comienza a latir antes del nacimiento, en la cuarta semana de gestación. Con un ritmo de algo más de una vez por segundo, late entre 70 y 80 veces por  minuto, lo que supone que en el transcurso de un día lo hace en torno a 115.000 ocasiones. Eso suma unos 42 millones de latidos anuales. Si consideramos que la esperanza de vida en los países desarrollados ronda los 82 años, el corazón se contrae y se expande más de 3.000 millones de veces a lo largo de una vida.

Sin embargo, durante la ejecución de una actividad física intensa o en situaciones de estrés, un corazón sano aumenta considerablemente su ritmo pudiendo llegar a los 200 latidos por minuto.

El corazón de la mujer late de media unas diez veces más por minuto que el de los hombres. Esto es debido a que por su menor tamaño bombea menos sangre con cada latido, por lo que lo tiene que compensar aumentando el número de pulsaciones.

7.000 litros de sangre al día

Con cada latido el corazón bombea aproximadamente 70 mililitros de sangre, lo que supone entre cuatro y seis litros por minuto en reposo. Y lo hace con tal fuerza que cuando se secciona la aorta el chorro llega a propulsarse más de tres metros. Cada hora, nuestro corazón dispensa entre 260 y 280 litros de sangre, más de 7.000 diarios; dos millones y medio de litros cada año y más de 200 millones a lo largo de una vida.

Se ha equiparado el volumen sanguíneo que circula cada día por nuestro interior con la gasolina que consume un coche a lo largo de todo un año o con el llenado de más de 60 piscinas olímpicas a lo largo de la existencia de quien alcance los 80 años.  

El recorrido de la sangre por todo el cuerpo de una persona de 1’75 metros de altura no tarda más de 50 segundos en completarse.

El corazón bombea la sangre por todo el sistema circulatorio, incluyendo arterias, venas y capilares. Esta compleja red alcanza, en cada persona, más de 80.000 kilómetros. Recordemos que la circunferencia de la Tierra es de 40.000 kilómetros, lo que significa que en nuestro interior hay suficientes capilares como para rodear el perímetro del mundo dos veces

Tiende a considerarse que el cerebro es el gran órgano mimado por el corazón. Aquel que recibe mayor aporte sanguíneo. Pero no es así, pues entre el 15 y el 20% de la sangre bombeada por el corazón va directa hacia el cerebro, pero son los riñones los que se llevan la mayor cantidad, al recibir en torno al  22% del volumen total impulsado.  

Cada día aumenta las investigaciones que confirman el beneficio de determinadas actividades para la salud cardíaca. Entre ellas, la risa es clave pues al reírnos liberamos endorfinas, hormonas que contribuyen a la vasodilatación y mejora significativamente la circulación. Ese efecto y la mejor oxigenación cardíaca también se ha constatado con la escucha de música, especialmente si se compagina con el ejercicio.

Alimentación cardiosaludable

La alimentación juega un papel trascendente en relación con la buena salud del corazón. Entre los alimentos que han demostrado que la benefician por sus elevados niveles de ácidos grasos Omega-3 se encuentran las nueces. El brócoli también tiene un efecto muy positivo por su contenido en ácido fólico, zinc, hierro, calcio, vitamina K y antioxidantes.

Por otra parte, los flavonoides del cacao contienen metabolitos que promueven una circulación sanguínea saludable y polifenoles que reducen la inflamación y el riesgo de arterosclerosis. No vale cualquier tipo de chocolate. Es necesario que contenga al menos el 70% de cacao.

Además de las fresas, el té verde, las legumbres, las naranjas, los arándanos, la avena, el ajo y el aguacate, destaca como cardiosaludable la ingesta diaria de aceite de oliva virgen por su contenido en grasas monoinsaturadas, vitamina E y polifenoles. Estos alimentos ayudan a reducir el riesgo de accidentes vasculares.

Tiene fundamento aquello de “se me parte el corazón”. ¿Es posible? Ante situaciones de estrés físico o emocional extremo los científicos hablan del “síndrome del corazón roto” o cardiomiopatía de Tako-tsubo, que presenta síntomas similares a los de un ataque cardíaco, aunque temporal y reversible al no dejar secuelas.

No se sabe exactamente por qué, pero la estadística indica que la mayoría de infartos, casi dos de cada tres, tienen lugar en el mismo día de la semana: los lunes. Además, Navidad es el día del año con mayor incidencia de accidentes cardiovasculares.

Finalmente, y aunque sigue siendo la principal causa de mortalidad entre la población, la salud cardíaca protagoniza uno de los mayores éxitos de la medicina moderna. La tasa de mortalidad por enfermedades del corazón ha descendido de 600 defunciones por cada 100.000 habitantes en 1950 a 168 en la actualidad.