En un año en el que, como probables, también sonaban con fuerza la mexicana Cristina Rivera Garza y el español Enrique Vila-Matas, Krasznahorkai ha sido el elegido por la Academia Sueca por ser el artífice de «una obra cautivadora y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte… El papel de la belleza y la creación artística en un mundo de ceguera».
La parte sustancial de su obra ha sido traducida al español. Es el caso de Melancolía de la resistencia (2001), acaso su novela más difundida; Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río (2005); Guerra y guerra (2009); Ha llegado Isaías (2009); Y Seiobo descendió a la Tierra (2015); Tango satánico (2017); Relaciones misericordiosas (2023) y El barón Wenckheim vuelve a casa, publicada el pasado año.
Nacido en 1954 en Gyula, pequeña población del sur de Hungría próxima a la frontera rumana en la que el escritor ubica la trama de varias de sus novelas, Krasznahorkai estudió Filología y Derecho en la Universidad de Budapest, carrera que nunca concluyó, pues la escritura se cruzó en su vida mientras trabajaba como minero y guardia de seguridad.
Inquieto por naturaleza, ha vivido, en distintos períodos de su existencia, en Alemania, Francia, Italia, Grecia, Países Bajos, Reino Unido, EE. UU., China, Japón y España.
Galardonado, entre otro buen puñado de prestigiosos premios, con el Man Booker en 2015 y con el Formentor de las Letras en 2024, quien confiesa escribir para sí mismo y para «la cada vez más pequeña lista de gente que aún lee», atesora un estilo caracterizado por la ausencia de puntuación y el desarrollo de largas, muy largas frases, ya que, en su opinión, «las frases cortas son antinaturales, pues la mente humana genera un torrente de palabras y así pretendo expresarlo en mi literatura».
Y el cine… Una profunda relación que surgió a través de Béla Tarr en 1984, cuando el realizador le propuso llevar a la pantalla Tango satánico, una propuesta en principio rechazada por el escritor, que fraguaría siete años más tarde, cuando ya se había establecido una visión estética y filosófica conjunta sobre el paso del tiempo y la desesperanza. Son los ejes de una colaboración que ha cristalizado, además de en el corto The Last Boat – City Life – Budapest, en los filmes La condena, Armonías de Werckmeister, El hombre de Londres y El caballo de Turín, película inspirada en un episodio de la vida de Friedrich Nietzsche que ganó el Gran Premio del Jurado y el de la Crítica FIPRESCI en el Festival de Berlín.
László Krasznahorkai. Los estudiosos de la obra del nuevo Nobel inciden en el incontestable valor de un autor que, desde la melancolía y el sentido del humor, describe con tintes apocalípticos la realidad actual a través de unas imágenes al tiempo bellas y aterradoras.















