Si nos atentemos al asunto bibliográfico, hablamos, claro, de un río tan ruidoso como el de Picasso o, sin salir del pop, como el de los Beatles. De ahí que, como los citados, Dylan esté seguramente inspirando, en este mismo instante, un nuevo libro, una nueva biografía, un nuevo ensayo, una nueva tesis… con el reto casi imposible de contar por escrito algo original que a estas alturas no sepamos del compositor de Like a Rolling Stone.

Hace no mucho celebrábamos aquí que siguiera en forma al cumplir 80 primaveras o aplaudíamos el esfuerzo de un autor español, Jesús Albarrán, por recrear la atmósfera y el nacimiento del mito en el Village neoyorquino. Pero lo último en llegar son palabras mayores. Mixing Up the Medicine no es un libro más sobre Dylan. Ni siquiera un libro más escrito por el propio Dylan, que tanto se hace rogar. Es otra cosa: visualmente es el cofre de los tesoros para cualquier dylanita que se precie. En realidad, un deleite para los feligreses más ultras y también para esos más críticos que solo le reconocen sus discos más celebrados; para los que aún creen que merecía sin atisbo de duda el Nobel de Literatura y para los que se cabrean en sus conciertos porque tardan lo suyo en reconocer la identidad de sus mejores temas.

Para todos, sin excepción, debería ser un gustazo pasar estas páginas con mogollón de fotografías, bastantes inéditas, borradores manuscritos de canciones, apuntes, pinturas y papeles varios del genio. ¡Esa carta de Bruce Springteen envidiando la grandeza incontestable de su libro de memorias Crónicas o la notita de Paul McCartney declarándose fan de su programa de radio! Abarca un arco temporal que empieza con el Dylan escolar y llega a antes de ayer. Estamos ante lo más parecido a que si no puedes visitar el Museo Dylan en Tulsa, Oklahoma, pues nada, el Museo te visita a ti.

Su fotogenia es incontestable. Le sienta bien la mirada ausente, el pelo alborotado, cualquier sombrero o gafas de sol, con barba, sin barba o con la cara pintada de blanco; da igual que sea con ellas (Joan Baez, Françoise Hardy, Patti Smith…) que con ellos (Johnny Cash, Allen Ginsberg, Tom Petty…), encima del escenario, ensayando en el estudio o posando para el fotógrafo. En eso era también un elegido.

No es un libro para conocer su biografía ni una guía para orientarse entre sus muchos discos, si bien contiene bastante de ambas cosas y algunos textos fantásticos, con firmas del nivel de Greil Marcus o Alex Ross. Tampoco es una obra para sacar fuera de casa. Es un artefacto de peso (en todos los sentidos) en el que perderse mientras suena en el reproductor el Blonde on Blonde o el Blood on the tracks o el Oh Mercy o el Time Out of Mind por poner solo unos pocos ejemplos de distintas décadas. Ojalá este libro-archivo sume nuevas ediciones porque sigue ampliándose.

Bob Dylan. Mixing up the medicine

Mark Davidson

Parker Fishel

Traductor: Rocío Valero

Editorial Libros Cúpula

608 páginas

80 euros