Son sólo algunos de los muchos ejemplos de obras de grandes escritores que, por motivos diversos, nunca vieron la luz o la vieron sólo a medias. Bernard Richards publica Los grandes libros que jamás leerás (Quarto), un interesantísimo volumen que rescata los mencionados y otros muchos libros inéditos de autores célebres. Tan célebres como Virgilio, Shakespeare, Austen, Byron, Marx, Poe, Balzac, Melville, Stevenson, Proust, Greene, Stendhal, Bellow, Updike, Chandler, Plath, Tolkien, Trumbo, London o Harper Lee.

A La Eneida, por ejemplo, le faltan 57 versos que Virgilio quiso completar pero la muerte truncó. También se sabe que hay una buen número de obras de Shakespeare perdidas y, entre ellas, Cardenio, cuya trama tiene su origen en una historia secundaria de Don Quijote que el dramaturgo británico conoció, pues la traducción de la primera parte de la obra de Cervantes la firmó Thomas Shelton en 1612.

Por su parte, Jane Austen comenzó a escribir Sanditon en enero de 1817 y la abandonó en marzo, cuatro meses antes de su temprana muerte a los 41 años. Nunca sabremos el destino del pequeño pueblo de pescadores de la costa sur de Inglaterra que daba nombre a la novela.

También Marx

En 1837, con solo 19 años, Karl Marx escribió Escorpión y Félix, una novela cómica redactada en Berlín al tiempo que estudiaba derecho y filosofía. La obra permanece inédita. Como le sucede a Lucien Leuwen, la crítica novela que Stendhal dejó inconclusa en 1834 cuando era cónsul de Civitavecchia, un puerto a las afueras de Roma.

Y qué decir del aciago día del invierno de 1922 en el que en la parisina estación de Gare de Lyon desapareció la maleta que contenía los manuscritos que hasta aquella fecha habían salido de la mano de Ernest Hemingway. Se perdieron todos, salvo dos de sus primeros relatos: El padre, que estaba en poder de un editor, y Allá, en Michigan, que el escritor guardaba en un cajón de su casa.

El Nobel Thomas Mann también. La primera parte de Las confesiones de del estafador Felix Krull se publicó, como novela corta, en 1922. Treinta años más tarde Mann volvió al proyecto con la idea de completar un amplio volumen sobre las andanzas del individuo que hace su fortuna mezclando ingenio y engaño. Una historia que, como confesó el autor, parodiaba la autobiografía de Goethe Poesía y verdad. El ambicioso reto nunca llegó a completarse por el fallecimiento de Mann en 1955.

Steinbeck y su obra más ambiciosa

Y, entre tantos otros, Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, la que John Steinbeck encaró como la más ambiciosa de sus obras. Aquella basada en La muerte de Arturo, de Thomas Malory, que el escritor estadounidense consideraba como uno de los libros leídos en la infancia que más habían influido en su decisión de dedicarse a la literatura. Inconcluso quedó el relato de la epopeya caballeresca en el que se examinan las proezas medievales a la luz de las modernas teorías psicológicas.

O Los Watson, el manuscrito abandonado por James Austen a medio recorrido; o El rey pálido, en la que David Foster Wallace trabajaba al morir; Stephen el héroe, que James Joyce arrojó al fuego; o Si Dios estuviera vivo hoy, una biografía ficticia que Kurt Vonnegut no tuvo tiempo de cerrar, o La noche del Uro, en la que Dalton Trumbo trabajó a partir de 1970, cuando los jerarcas del nazismo se escondían como ratas y él ideó una historia que nunca conoceremos en su totalidad sobre un comandante de Auschwitz que se enamora de una mujer judía. O…

Lo dicho, aunque resulte difícil de creer, autores más que célebres han dejado de publicar obras literarias importantes. Bernard Richards y sus colaboradores, con el apoyo de ilustradores actuales que imaginan y plasman hipotéticas portadas para cada volumen, nos presentan las apasionantes historias de estas piezas que, para nuestro pesar, nunca llegaron a las librerías.