Sutilmente entrecortadas, las palabras colean en el aire y se tiene la sensación de que en uno más de sus guiños –tan presentes en el minucioso trabajo de orfebrería del conjunto de su obra literaria–, la escritora está exigiendo la complicidad de quien la escucha para rematar lo que dice. Y lo que dice es mucho. Si se parpadea; se pierden cosas.

De entrada, ahí van algunas perlas: “La vida es demasiado terrenal”. “El tiempo no lo podemos controlar, el escenario sí”. “Ver es muy duro”. “Los viajes me perturban pero me he pasado la vida viajando”. “El amor es la gran carencia”. “Me gusta analizar; tiendo a analizarlo todo”. “Escogemos más de lo que creemos y pensamos: en el fondo somos lo que queremos ser”. “Soy una permanente aprendiz de la expresión escrita”. “No pregunto nada… prefiero esperar, ya me enteraré”. “La vida, sobre todo, es ficción”.

Se declara apasionada por el arte y cuando se le pide que concrete lo que para ella representa lo piensa despacio antes de apuntar… “No es fácil responder a esa cuestión en unas pocas frases. En primera instancia es una necesidad expresiva. A través de la creatividad del arte expresamos nuestro descontento con la realidad. El arte es una forma de no querer contentarnos con la realidad. Queremos interpretarla. Queremos hacer otra cosa y elevarnos por encima de la realidad. El arte sería lo que emana de nuestras aspiraciones, de nuestros sueños, de nuestro espíritu”.

Usted ha dicho que, en el fondo, se escribe lo que se ha leído. ¿Por dónde fue lo leído, aquellas primeras lecturas, y por dónde las actuales?

Mis primeras lecturas son los cuentos que me traían al cuarto rojo en el que yo convalecía del tifus que pasé de muy niña. Cuentos de animales, de seres fantásticos, de viajes… Después, los tebeos de los domingos que mis padres me compraban al salir de misa de 12 en El Pilar de Zaragoza. En aquellos tebeos tan esperados me encontraba con la familia Ulises o las hermanas Gilda. Los relatos de los hermanos Grimm, los de Chrétien de Troyes. Posteriormente he leído de todo y sería injusto señalar a unos autores sobre otros aunque acaso Baroja, que me parece un escritor esencial con el que me identifico mucho, y Cervantes sean los que más llevo conmigo.

¿Se confunden realmente en Soledad Puértolas lo escrito y lo leído; lo leído y lo vivido?

No solo es inevitable sino que diría que es lo mismo. Soy lectora porque de lo contrario no sería escritora y soy escritora porque soy lectora. Mi vida de escritora es mi vida de lectora. Lo que escribo está relacionado, de una u otra forma, con lo que he leído. Son cosas inseparables.

 «Sería injusto señalar a unos autores sobre otros, aunque acaso Baroja, que me parece un escritor esencial con el que me identifico mucho, y Cervantes sean los que más llevo conmigo «

 

¿Vuelve sobre sus libros, los relee? ¿Hay alguno que prefiera sobre los restantes?

Siempre explico que no me gusta volver al pasado y cada libro es una parte de mi pasado. No quiero releer mis novelas porque cada una de ellas la recuerdo como un momento de plenitud, en cierto modo de felicidad. No quiero abrir la posibilidad de volver a un lugar en el que me he sentido feliz porque puedo llevarme sorpresas y que aquello, hoy, me parezca diferente.

Respecto a elegir, no me siento capaz de elegir una sobre las restantes porque cada una de ellas es fruto de una historia. Es verdad que al ser la primera, El bandido doblemente armado me supuso una enorme alegría pues antes había intentado publicar varias obras sin conseguirlo. También tengo un gran recuerdo de Si al atardecer llegara el mensajero, libro raro en mí, que, no siendo persona muy religiosa, es una novela sobre Dios. Acaso es el libro que a la hora de escribirlo me produjo más dicha; una especie de gran felicidad. Pero la verdad es que todas me han producido una suerte distinta de felicidad. Escribir y la literatura me la provocan.

Sin embargo, inicialmente estudió usted Ciencias Políticas…

Me reconozco mucho más en la infancia que en la juventud. La infancia es el territorio en el que más me reconozco. Tenía un mundo propio en el que, como he dicho, pesaban mucho las lecturas. La juventud es un período de indecisión, de búsqueda, de profundas dudas y, como he dicho a menudo, yo soy y me siento una mujer discontinua porque mi vida ha sido discontinua. Siempre he sido, pero entonces más, un poco cubista. Estudié Ciencias Políticas en el marco de la lucha antifranquista y en un momento juvenil en el que no sabes muy bien ni quién eres ni qué quieres. No sabría explicar muy bien qué me llevó a estudiar aquello. Acaso por el problema de falta de identidad propio de la época de juventud, porque fue un momento en el que en el que la literatura se me perdió un poco. Después tuve que recuperarla.

[Irrumpió con fuerza y secuelas en la narrativa española llevando bajo el brazo El bandido doblemente armado, una novela distinta que, como recordaba recientemente en la Fundación Juan March el crítico Daniel Fernández en diálogo con la escritora, “de entrada no tuvo, en general, buena acogida y hubo quien dijo que aquello parecía un castellano mal traducido y cosas por el estilo. Pero, en realidad, pronto se comprobó que aquello era obra de una mujer moderna que no parecía, en aquella España salida de un largo y oscuro período, española. Una autora que dejaba de lado, aunque más tarde las retomase en otros libros, una serie de pesadeces atávicas relacionadas con el triste pasado del país”.

Aquella joven sorprendió porque escribía con un notable dominio del español y ya desde sus primeros textos se revelaba como una maestra en el arte de dibujar personajes, a menudo mujeres, que tienen en la ambigüedad, también en el plano moral, uno de sus atractivos fundamentales. Personajes que parecen confirmar aquella vieja cita, popularizada por John Lennon, que señala que la vida es lo que te pasa mientras tú estás haciendo otros planes. Los creados por Soledad Puértolas se mueven en las coordenadas del azar, de la casualidad, y, sobre todo, de la ambigüedad, elementos que se convierten en signos distintivos en su forma de narrar y en el conjunto de una obra que alberga ya trece novelas, seis libros de relatos y dos de ensayo.

En la puesta en escena que supuso El bandido doblemente armado llamaban la atención los nombres anglosajones de los protagonistas y la ambientación de un libro que parecía mezclar el aire de Zaragoza y el de Estados Unidos, componiendo un escenario inusual y una prosa rompedora muy distinta a la que se estilaba pero con la que, –el peso de la calidad acabó por imponerse–, obtuvo el Premio Sésamo de Novela 1979.]

Nada hacia pensar entonces que quien escribía de forma tan poco académica acabaría, treinta años más tarde, siendo la quinta mujer que se sentaba en la Real Academia…

Entrada_Soledad_Puertolas_RAEAsí son las cosas. Yo tampoco lo pensaba. Nunca me lo había planteado. Es cierto que somos muy pocas las mujeres que formamos parte de la RAE, aunque poco a poco la cosa va cambiando, pero hay que tener en cuenta que cuando nació la Academia, hace casi tres siglos, las mujeres vivían recluidas en sus casas. Había muy pocas que tuvieran la oportunidad de formarse y ejercer con plenitud una vida cultural sólida. Es evidente que eso hizo que su presencia en las instituciones fuese prácticamente inexistente, pero por suerte eso ha cambiado y está cambiando, aunque a un ritmo mucho más lento de lo deseable.

 

[Con Aliados. Los personajes secundarios del Quijote, Soledad Puértolas ingresó el 21 de noviembre de 2010 en la RAE para ocupar el sillón “g” de la casa de las palabras: “El Quijote, afirmó, la gran novela de la lengua castellana, es un tratado sobre la literatura y al mismo tiempo, un tratado sobre la vida. Esta es la obra de Cervantes. La literatura como metáfora de la vida. La locura como metáfora de la literatura”.]

 «En el fondo de tanta palabra, de tanta narración, de tanto contar y tanto escuchar, late siempre la esperanza de que en algún momento sobrevenga el milagro del mutuo entendimiento y se vislumbre la luz de una verdad»

 

¿Son vida y literatura una metáfora?

Como entonces dije, los humanos hablamos y hablamos y escribimos y escribimos, como si nos creyésemos capaces de dominar las lágrimas, los desgarros y las decepciones, y de distanciarnos de los salvajes accesos de alegría y regocijo. En el fondo de tanta palabra, de tanta narración, de tanto contar y tanto escuchar, late siempre la esperanza de que en algún momento sobrevenga el milagro del mutuo entendimiento y se vislumbre la luz de una verdad. La vida es una escuela permanente. También dije entonces que soy una permanente aprendiz de la expresión escrita. Así lo siento. Como he dicho, me considero una mujer discontinua y por eso me interesa mucho que haya una continuidad en la vida. Me preocupa, me angustia que todo sea tan fragmentado. Acaso la literatura es dar unidad donde no la hay. Literariamente es muy potente esa idea, porque claro, la literatura es eso, dar unidad donde no la hay.

Sostiene usted que la vida tiene un componente de ficción inseparable de la realidad…

Yo prefiero pensar eso. Lo prefiero porque vivo mejor así. Es cierto que realidad y ficción se mezclan y a menudo tenemos la oportunidad de comprobar que la pura y simple realidad supera a la ficción más compleja. A veces, la vida me parece demasiado pegada a la tierra. En el fondo somos lo que queremos ser. Cuando me dicen que el tiempo juega un papel clave en la vida, pienso que la clave es el escenario. Porque el tiempo no lo podemos controlar pero el escenario sí. Somos injustos con la vida y nunca o casi nunca pensamos que lo que hemos vivido está unido a lo que hemos podido vivir. Por pocas que sean las posibilidades que la vida nos da, siempre son inmensas. Escogemos más de lo que pensamos, y cuando no escogemos, lo sabemos. Hay algo que nos lo dice y nos lo hace saber. Esa conciencia de lo que nos ha pasado y de lo que podía haber pasado forma parte de nosotros, de la vida, y, por supuesto, de la literatura; de la ficción.

Sus libros están llenos de personas que viajan, sobre todo mujeres que viajan. ¿Tiene eso que ver con el hecho de sus largas estancias en Noruega y Estados Unidos?

Es verdad. He viajado toda la vida y, curiosamente, los viajes me perturban mucho. He vivido en Trondheim y en Santa Bárbara, California, y además hay otros escenarios importantes en mi vida como Zaragoza, Pamplona, Galicia… supongo que todo eso tiene que salir por algún sitio, aunque no sea de una forma premeditada.

«El amor y esa otra forma de amor que se llama amistad también son temas que considero esenciales e inevitablemente forman parte de mis libros«

 

La soledad y el amor son otras constantes en su obra…

El tema de la soledad es esencial en el ser humano. Es verdad que forma parte de muchos de mis personajes, femeninos y masculinos. Hay una idea de la soledad como algo aniquilador, pero me gusta pensar, y así lo he reflejado en algunos de mis libros, que hay momentos en la vida en los que hay que aprender a transformar esa soledad en algo positivo. Por otra parte, el amor y esa otra forma de amor que se llama amistad también son temas que considero esenciales e inevitablemente, y con distintos enfoques y circunstancias, forman parte de mis libros.

[Inmersa en libros, también en su calidad de co-propietaria de una librería, Puértolas reflexiona y se pregunta: ¿En España se lee más o se compra más? “No sé hasta qué punto se está creando un criterio, o si todavía estamos bajo el fenómeno de las modas, de las influencias, de lo que hay que leer… Tener un criterio… decir: A mí me gusta este autor por tal o cual cosa… y no lo que habitualmente escuchamos: ¿Has leído a fulano o a mengano? ¿Tienes el último libro de…? Tener criterio, y creo que estamos en el buen camino –concluye–, es que me digas lo que te parece el libro, por qué sigues a un autor, por qué te interesa su mundo…”]

¿Cómo ve el momento actual de la lengua española en el mundo?

Por historia, por número de personas que la hablan y por otra serie de cosas, nadie puede dudar que es una de las grandes lenguas. Pero me gusta insistir en la necesidad de acentuar todo lo relativo a su cultivo a la hora de educar, de cuidar los cimientos, de acercarla a los primeros lectores. De esta forma estaremos trabajando en la línea de prestigiar nuestra lengua y, al tiempo, despertaremos la necesidad de la literatura en la vida de las personas. La literatura nos ayuda a pensar, a desarrollarnos, a vivir, a comprender a los demás, a entendernos con los demás y, por supuesto, a entendernos a nosotros mismos.

 

Vida y obra

soledad_puertolasSoledad Puértolas nació en Zaragoza el 3 de noviembre de 1947. A los 14 años se trasladó a Madrid en donde inició estudios de Ciencias Políticas. En 1969 se graduó en la Escuela de Periodismo. Entre 1968 y 1970 fue redactora de la revista España Económica. Tras este período abandonó el periodismo para estudiar en Bilbao Ciencias Económicas.

Se casó a los 21 años y se fue a vivir con su marido a a Tronheim, Noruega. Tras su vuelta a España se trasladaron a Santa Bárbara (California), donde nació el primero de sus dos hijos, el también escritor Diego Pita. En 1974, al tercer año de estancia en EE.UU., regresó a España en donde retomó su labor periodística, haciendo crítica literaria en distintas publicaciones. Su actividad literaria comenzó a finales de los años 70 con la publicación de El bandido doblemente armado, con la que obtuvo el Premio Sésamo. Posteriormente, y entre otro buen número de galardones, ha logrado el Premio Planeta 1989 con Queda la noche, y el Premio Anagrama de Ensayo 1993 con La vida oculta.

En enero de 2010 fue elegida Académica. Tomó posesión del sillón “g” de la RAE el 21 de noviembre de 2010 glosando en su discurso de ingreso a los personajes secundarios del Quijote.

Como han señalado los expertos sobre su obra, en la producción narrativa de Soledad Puértolas predomina la introspección, el acento sobre la incoherencia de la vida moderna y los interrogantes sobre su sentido.

Sus personajes, en constante descubrimiento de sí mismos, reflexionan sobre su papel en la vida y sobre la posibilidad/capacidad de construirse/hacerse uno mismo o aceptar roles establecidos. La incertidumbre, el azar, la soledad y el aislamiento, el amor y el papel de la amistad son temas que viven en los personajes de una autora que deja siempre un resquicio para que la felicidad, o algo parecido a la felicidad, se acerque a sus vidas.

Sus obras se pueblan de situaciones inconclusas y posibilidades esbozadas que no llegan a cumplirse. Poco amante de los finales contundentes, es el lector quien, envuelto en un mundo de sugerencias, tiene la posibilidad de “idear” el destino final de esos personajes literarios.

Algunos ejemplos:

  • El bandido doblemente armado. 1980. Novela. Premio Sésamo 1979.
  • Una enfermedad moral. 1982. Cuentos.
  • Burdeos. 1986. Novela.
  • Todos mienten. 1988. Novela.
  • Queda la noche. 1989. Novela. Premio Planeta 1989.
  • Días del Arenal. 1992. Novela.
  • La corriente del golfo. 1993. Cuentos.
  • La vida oculta. 1993. Ensayo. Premio Anagrama 1993.
  • Si al atardecer llegara el mensajero. 1995. Novela.
  • La vida se mueve. 1995. Artículos.
  • Recuerdos de otra persona. 1996. Biografía.
  • Una vida inesperada. 1997. Novela.
  • Gente que vino a mi boda. 1998. Cuentos.
  • La señora Berg. 1999. Novela.
  • La rosa de plata. Novela.
  • Adiós a las novias. 2000. Cuentos.
  • Historia de un abrigo. 2005. Novela.