Hoy compagina su labor como profesora de Historia del Arte, periodista y, obviamente, narradora. Su dimensión literaria crece. Poseedora de registros muy distintos, acaba de publicar La huella del hereje, un thriller ambientado en Santiago de Compostela que atesora todo lo que de una novela negra cabe esperar.

Docente, periodista, escritora… ¿Cómo compagina toda esa actividad y, de tener que elegir, con cuál se quedaría?

Lo compagino como puedo, es decir, mal. Entre prisas, agobios y cabreos, lo que no alarga la vida, pero la hace más entretenida. Esto es lo que hay y no hay muchas posibilidades de elección. No quiero elegir. Me gusta mucho dar las clases de Historia del Arte, escribir forma parte de mi manera de ser y estar y lo del periodismo es inevitable, viene dado porque escribo y te piden artículos, tengo una colaboración regular en el diario El País y en otras revistas de literatura y cine. Todo esto significa que nunca tengo tiempo para nada, que voy deprisa y corriendo, pero tengo muy claro que si no me compensara no lo haría. De alguna forma, me he acostumbrado a vivir así, con toda esta presión, y a pesar de las prisas, los agobios y los cabreos, hay días gloriosos cuando descubres, como lectora, un libro, cuando conoces a gente interesante, cuando escribes aquello que tenías dentro hace tiempo. Soy muy disciplinada y muy currante, y me planteo todos los trabajos de una forma muy profesional. Eso ayuda a llevarlo todo.

¿Cómo surge la posibilidad de impartir clases?

Estudié Historia e hice la especialidad de Historia Contemporánea en Santiago y, después, Historia de América en Barcelona. A lo largo de la carrera me interesaron especialmente todas las asignaturas relacionadas con el arte. Creo que una de las aventuras más fascinantes es meterte dentro de un cuadro. Me pasó desde un punto de vista novelero con una de mis obras, Quattrocento, que está ambientada en el siglo XV en la Florencia de los Medici. Eso supuso mi primera aproximación literaria a ese campo artístico, pero desde siempre el arte ha sido importante para mí. Me fascina. Cuando surgió la posibilidad de dar clase de Historia del Arte en cierto modo cumplí un deseo.

«Meterte dentro de un cuadro, descubrir sus secretos, es una de las aventuras más fascinantes«

 

 

De su prosa se desprende un peculiar tono poético y una capacidad descriptiva muy artística, muy plástica. ¿Lo siente así?

Tengo una deformación profesional que es un poco generacional y que tiene que ver con las imágenes. Soy icónica, por decirlo de algún modo. Me llegan las imágenes. Me gusta la fotografía, me apasiona el cine y me encanta la pintura. Todo eso forma parte de mí y, lo quiera o no, acaba por salir en las novelas. No es que lo pretenda, que realmente no lo pretendo, pero como afloran otros fantasmas que tengo, esta manera de percibir la realidad, que como he dicho es muy iconográfica, inevitablemente se refleja en la forma de escribir. Cada uno escribe como es.

Hablando de arte e imágenes, tres pintores y tres porqués de esa elección…

Por supuesto. Goya porque pinta con las tripas. Hay cuadros de Goya de una profundidad psicológica extraordinaria. Si fuera novelista retrataría hasta las últimas consecuencias el alma de los personajes. Es el pintor que mejor retrata la historia y, para mí, el que mejor nos ha visto como país y como pueblo. Un tipo lúcido, dramáticamente lúcido, y por todo ello me interesa muchísimo como persona y como pintor. Todos sus cuadros, los históricos e, incluso, los de la Quinta del Sordo, algunos de los cuales son casi abstractos. Es el más subjetivo de los pintores de esa época, el que tiene un mundo más personal.

Velázquez también me interesa mucho. Su luz adelanta todo y también tiene una gran profundidad psicológica. Posiblemente de estos dos pintores me interesa y me admira lo mismo. Velázquez tiene un elemento vanguardista. Introduce en la pintura un tipo de modernidad. Casi se adelanta al cine en la introducción de los personajes dentro del cuadro. Te hace trampas para meterte dentro, utiliza espejos… es muy moderno y un genio de la luz, esa luz de la que van a beber todos los impresionistas, Monet y Turner por ejemplo.

El tercero podría ser Picasso, por decir tres españoles, pero casi me gusta más Turner. Partiendo de que los impresionistas me atraen mucho, Turner destaca. Esa mezcla de vapor y velocidad, esa cosa que hacen los impresionistas cuando la fotografía les parte la visión de lo figurativo, cuando algunas cosas parece que perdieran sentido… los impresionistas son capaces de jugar con la luz y con las impresiones, y ese juego impresionista de algún modo he querido incorporarlo a la hora de escribir. A veces se escribe con pinceladas. A veces con difuminar una atmósfera tienes una escena.

«Hay cuadros de Goya de una profundidad psicológica extraordinaria. Si fuera novelista retrataría hasta las últimas consecuencias el alma de los personajes«

 

 

Escritora de registros varios, se adentra ahora en la novela negra. De los géneros literarios abordados, ¿con cuál se siente más a gusto a la hora de escribir?

No sabría qué decir. Me planteo el escribir, al igual que la vida, como un aprendizaje. Necesito aprender constantemente y por eso toqué la novela histórica con Quattrocento, la biografía novelada con Esperando a Robert Capa, el tono decimonónico con El azar de Laura Ulloa, y la novela de aventuras y… lo que quiero en este oficio es aprender y la única forma de hacerlo es asumir retos y cosas nuevas. Cuando ya domino un registro deja de interesarme y siento la necesidad de pasar a otras cosas. La novela histórica es trabajosa porque tiene una parte de documentación y de horas de archivo, pero como tengo una formación de historiadora tengo eso aprendido y sé como y dónde encontrar lo que quiero. Luego en todo eso es fundamental, como en la cocina, ligar las salsas. Mi amigo Javier Reverte dice siempre que hay escritores que, con un nivel de erudición solidísimo, fallan al novelar. En la novela la salsa liga o no liga, pues a veces, aunque tú le hayas puesto los mejores ingredientes, aquello no va. Ese ligar salsas es parte fundamental del trabajo del novelista

Pero entre las novelas que me han dado más satisfacciones, acaso la que más, sea la de Robert Capa y Gerda Taro. Me impliqué mucho con ellos porque se lo merecían, porque son unos personajes que me han fascinado desde cría y porque este libro me ha dado muchas alegrías. Me siento orgullosa de haber abordado esa obra.

De un género aparentemente sencillo pero tan complicado… [la entrevistada interrumpe al entrevistador y suelta de corrido]: Yo tenía la idea, después del libro de Capa que me costó tanto trabajo, que la cosa iba a ser más fácil. Creí que con la novela negra me metía en una cosa menor, menos trabajosa, más ligera… ¡Qué dices, Susana, qué va! ¡Un respeto para la novela negra! La primera parte puede parecer más fácil, pues pones cañas a pescar, pero después todo lo que recoges lo has de amarrar y has de encajar todas las piezas y eso es de una dificultad como en principio una no puede hacerse idea.  

En la novela negra es inevitable introducir elementos del género. La huella del hereje, en particular, y la novela negra en general, es muy territorial. Es un género muy vinculado a los periódicos. A veces, la mejor novela negra te la encuentras en diferentes secciones de cualquier diario. Cosas reales que superan con creces a la ficción. Una novela negra tiene que tener diálogos bien construidos, un trabajo sobre la psicología de los personajes. Son tópicos, pero sin estos tópicos no hay novela negra. Este género es difícil porque o te engancha desde el principio o no hay nada que hacer.

«Una novela negra tiene que tener diálogos bien construidos, un trabajo sobre la psicología de los personajes. Son tópicos, pero sin estos tópicos no hay novela negra»

 

¿Por qué Santiago de Compostela como escenario de La huella de hereje? 

Santiago es un personaje más de la novela. Estudié en Santiago, pero la ciudad de hoy tiene poco que ver con la que yo recuerdo. Pero esa distancia me ha venido bien pues la literatura necesita distancia. Si vives demasiado una ciudad te cuesta muchísimo novelarla. Este Santiago que he tenido que reinventar un poco, lo tiene todo. Tiene un toque londinense, que tan bien le viene a una novela de este tipo, tiene la niebla, la lluvia. Tiene también una ambiente cerrado, eclesiástico, donde se huelen las sotanas, pero al tiempo un ambiente universitario muy abierto, muy vital. Es el centro de poder de Galicia, el centro cultural, y todo eso me daba unos ingredientes para construir la trama que quería. Hablar de la genética del poder, porque en realidad la novela negra es, en el fondo, una radiografía del poder. Por otra parte, me apetecía mucho hacerle un particular homenaje a esa ciudad, volver allí y rejuvenecer, pues, de algún modo, al escribir este libro volvía a mis tiempos de estudiante

Es común en sus libros el minucioso perfil psicológico de los personajes. ¿Esa peculiaridad es buscada o fluye de forma natural?

Me gusta mucho esa pregunta porque me gusta que se note. Eso es algo que me importa. Me importa crear un vínculo afectivo con los personajes. Si a mí no me importase cómo son o lo que les pueda pasar a esos personajes, sus vivencias y sus aventuras serían mecánicas y no quiero eso. Tengo como escritora una implicación afectiva con esos personajes, que es distinta en cada caso. A la hora de construirlos me da igual que sean tipos estupendos o hijos de puta. A veces, y para ser complejos, tienen que ser las dos cosas al mismo tiempo, pero lo que exijo para que me interesen es que tengan un sentido personal del decoro. Es decir, que tengan coherencia en cómo funcionan. Esa interioridad psicológica es lo que trato de reflejar.

«Me da igual que mis personajes sean unos tipos estupendos o unos hijos de puta, pero les exijo que sean coherentes, que tengan un sentido personal del decoro»

 

 

¿Qué pasa con Susana Fortes cuando concluye un libro?

Me tomo el tiempo necesario de respiro pero pronto vuelvo al trabajo. Cada uno o dos años publico una novela. Unas me dejan más extenuada que otras porque también hay que contar con la labor de postproducción, que en el caso de Esperando a Robert Capa fue intensísima, con viajes al extranjero, traducciones, etc. Pero hay un momento en el que tienes que cortar porque de lo contrario no escribirías. El trabajo posterior a la producción es volcarse hacia fuera y el de escribir es todo lo contrario, es hacia adentro y aislarte del mundo. Que no te incordie ni dios. Necesito hacer un punto y aparte. Ahora tengo proyectos, pero me voy a tomar unos meses de descanso. Creo que me los he ganado.

¿Con qué se siente reconfortada? ¿Qué compensa el esfuerzo de escribir?

En el fondo es responder a la pregunta ¿por qué escribes? y eso no tiene una respuesta sencilla. Si se me pregunta esto a los treinta años, cuando empezaba, habría contestado una cosa romántica y falsa, seguramente del tipo de “escribes la novela que quisieras leer” o “escribes para que te quieran”, todo eso que se ha dicho mil veces. Pero hoy diría que escribo porque me gusta. Además, es mi trabajo y no me queda otra. Me gusta y punto. Es reconfortante que lo que escribes llegue a gente, aunque nunca sepas cómo va a llegar, aunque nunca llegue como tú crees que llega. Cuando hablas con lectores descubres cosas que a ti ni remotamente se te habían pasado por la cabeza a la hora de escribir. Porque tampoco eres consciente de todas las semillas que has puesto en el libro.

No sabría concretar qué es lo que más me compensa, pero sí sé que el momento de escribir es apasionante. No hay nada comparable, ni siquiera estar enamorada. Es algo que depende de ti y te compromete tan por entero… La vida está llena de hipótesis y tú estás desarmado frente al mundo, eres impotente. Pero escribir depende de ti y te genera una implicación y un nivel de compromiso que te permite estar en otra vida. Cuando escribo me siento en mi territorio y lo defiendo como una leona.

«Escribir es apasionante. No hay nada comparable, ni siquierea estar enamorada«

 

 

Al tiempo se declara muy atenta a la realidad, a lo que acontece, ¿cómo ve esta España de hoy, este mundo que nos rodea?

Lo veo crudo. La cosa esta jodida. No quisiera decir aquello de que este país no tiene solución pero a veces no queda más remedio que pensarlo. De cualquier forma, entre todos la buscaremos y la encontraremos; saldremos adelante.

[Así. Clara, escéptica pero con un punto de esperanza, Susana Fortes se toma un respiro y, decidida, emprende el camino que le llevará a su próximo historia; al libro que ya la está esperando.]

 

Intensa trayectoria

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Susana Fortes (Pontevedra, 1959) es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Santiago de Compostela y en Historia de América por la Universidad de Barcelona.

En 2001 se dedicó a la docencia del español en Louisiana (Estados Unidos) y a impartir conferencias sobre literatura en la Universidad Interestatal de San Francisco. En la actualidad reside en Valencia, donde compagina la enseñanza de Historia del Arte con el periodismo y la literatura.

En 2003 fue finalista del premio Planeta con El amante albanés, (aquel año el ganador fue Antonio Skármeta), una novela que se convirtió en bestseller en España. La versión inglesa, The albanian affairs, consiguió el tercer premio en los 2006 Book of the Year Awards, concedido en la categoría de traducciones por la revista ForeWord.

Hasta la fecha, sus obras han sido traducidas al inglés, francés, alemán, italiano, ruso, hebreo, portugués, holandés, griego, noruego, polaco y turco.

Con su primera novela, Querido Corto Maltés, ganó en 1994 el Premio Nuevos Narradores. En 2001 fue finalista del Premio Primavera, convocado por la editorial Espasa, con Fronteras de arena. Además, ha publicado Las cenizas de la Bounty (Espasa, 1998), Tiernos y traidores (Seix Barral, 1999), el cuaderno de cine Adiós, muñeca (Espasa, 2002), El azar de Laura Ulloa (Planeta, 2006), que recibió el Premio de la Crítica en la categoría de narrativa, otorgado por la Asociación de Escritores y Críticos de la Comunidad Valenciana; Quattrocento, que se ha convertido en un fenómeno de ventas internacionales, y Esperando a Robert Capa, con el que obtuvo el Premio Fernando Lara 2009 y cuyos derechos cinematográficos han sido adquiridos por Hollywood. Acaba de publicar La huella del hereje.