Es cierto sólo a medias. Porque la realidad apunta que Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1 de julio, 1909 – Madrid, 30 de mayo, 1994), ese narrador excepcional, precursor de la gran novela latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, antes de “tumbarse” fue un hombre de acción, un periodista inquieto que no escatimaba lengua y pluma para contar su verdad a través de artículos, reportajes y entrevistas en la Agencia Efe o en los diarios Acción, Marca, ABC o El País. Un hombre que no rehuyó compromisos y que cuando emigró a España en 1975 había pasado en Uruguay por cárcel y psiquiátrico por el hecho de haber sido jurado en un concurso de cuentos que premió un relato que los dictadores de su país consideraron clandestino y revolucionario. Así de terrible se escribe a veces el pasado.

Gigante entre los narradores

Pero por encima de estas vergonzantes cacicadas emerge un gigante del arte de narrar. Un autor único y de peso que ve como, con la perspectiva que los años van dando, aumenta la importancia y contribución de su obra a la modernización de la prosa en español a una y otra orilla del Atlántico.

Sirviéndose de una voz y un mundo literario profundamente propios, una elevada exigencia estilística y un humanismo radical, Onetti nos instala en el lugar que él, como creador, quiere. Ya sea al lado de Brausen en el espacio mítico de Santa María, un lugar físicamente inexistente en el que transcurren, entre otras, novelas mayores como La vida breve, Dejemos hablar al viento, La muerte y la niña o Tan triste como ella. Ya sea como espectadores y cómplices de los ires y venires de otros personajes recurrentes en distintos libros onettianos como el doctor Díaz Grey o el individuo Larsen que protagoniza esas dos joyas/reflexiones sobre la desolación tituladas El astillero y Juntacadáveres.

Narrativa en estado puro que agarra al lector por el gañote y no lo suelta. Quien arranca en la lectura de casi cualquiera de sus obras se sumerge en un mundo hipnótico del que, con el aliento contenido, no se sale hasta que cae delante de los ojos el último párrafo, el renglón último; la palabra final.

En tres volúmenes

Por eso llega lo que tenía que llegar y diez años después de su muerte fragua por fin la publicación de sus obras completas, que vienen a satisfacer una deuda impostergable con quien no ha visto correspondida su dimensión literaria con la presencia de sus obras en las librerías. Había que resolver esta injustificable carencia.

De la mano de Hortensia Campanella, la edición en tres volúmenes de las Obras Completas de Juan Carlos Onetti supone una noticia literaria de primer nivel. Como señaló en la presentación del tercero de los tomos Dolly Onetti, esposa del autor, la justicia acaba por imponerse y el mundo de la literatura tenía esta deuda pendiente.

Resuelta queda a través de estas tres entregas. La primera recoge las cinco primeras novelas del escritor, desde la inaugural El pozo (1939) en la que se encuentra ya la semilla de todo lo que vendría luego, hasta Los adioses (1954), para muchos una de las cumbres de la trayectoria onettiana y el libro por él preferido entre todos los suyos.
El segundo tomo reúne las novelas de madurez desde Para una tumba sin nombre (1959) hasta Cuando ya no importe (1993), la última de las que escribió, publicada pocos meses antes de su muerte.

Bajo el titulo Cuentos, artículos y miscelánea es la primera vez que en un solo volumen, el tercero de las Obras Completas, se rescatan todos los textos que Onetti publicó originalmente en periódicos o revistas, ya se trate de cuentos, de artículos, de reseñas, de ensayos breves o de textos de naturaleza menos definible.

100 años

Como señalan los editores, no cabe mejor homenaje a la memoria de un escritor que el de reunir, ordenar y editar con rigor y con esmero , poniéndolos al alcance de los lectores, todos sus libros. Se ha hecho y se ha hecho con oportunidad, culminando un complejo proyecto iniciado en el año 2003, en el momento en el que Onetti, de no morir en su cama de Madrid en 1994, hubiera cumplido 100 años.

“Lo más importante que tengo sobre mis libros es una sensación de sinceridad. De haber sido siempre Onetti. Tengo la sensación de no haberme estafado a mí mismo ni a nadie, nunca. Todas las debilidades que se pueden encontrar en mis libros son debilidades mías y son auténticas debilidades”.

Desde la humildad y el talento lo dejo escrito el propio autor. Pero si el lector se atiene a lo discurre ante sus ojos comprobará que tales debilidades no existen pues, cribadas por esa su mano de inmenso creador, las debilidades se tornan grandezas.

¡Qué viva siempre la buena, la gran literatura!

 

Juan Carlos Onetti
Obras Completas. Tres volúmenes
Edición de Hortensia Campanella
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores