Así fue, recuerda. Un capítulo y otro, y otro… Muchos más de los que ahora tiene, -«escribí mucho y tuve mucho que recortar»- este retrato íntimo del Portugal del siglo XX a través de un coro de voces muy particulares. Un libro que, además de llevarse los premios más prestigiosos del país, ha levantado las críticas más entusiastas. Un texto meticulosamente cincelado que viniendo de la mano de quien viene estaba abocado y, de hecho, trasluce una sutil obra de ingeniería literaria.

Encellas, cuartanas, gamellas… Mima el lenguaje. ¿Busca usted las palabras o las palabras le buscan a usted?

Las palabras me guían. Cuando escribo no sé bien si utilizo palabras para construir una historia o son las propias palabras las que construyen la historia, las que por sí mismas la van levantando. Cuando vas escribiendo a menudo no sabes de donde vienen las palabras. No tenemos la seguridad si utilizamos las certeras o las equivocadas. La relación con las palabras es mágica. Para mí siempre es mágica. Siempre he sido muy buen lector y, por tanto, he tenido mucha relación con el lenguaje. Pero como escritor es diferente. Viene una palabra, la eliges y tienes que decidir si se queda o se va. Adquieres una intimidad diferente y maravillosa. Esa relación me provoca mucha felicidad.

Al leer Tu rostro será el último se tiene la sensación de que el lenguaje está dentro de la historia. Que esta historia y su lenguaje son indisociables…

(Corta el autor a quien iba a formular la pregunta. Sonríe entre sorprendido y halagado. Alza un punto el tono cadencioso y envolvente del portugués que utiliza para exclamar…)

¡Exacto! Ese ha sido mi propósito. Esa que apunta es la misma sensación que tuve cuando escribí este libro. La gran maravilla de la literatura es el lenguaje. Cualquiera puede contar historias. Alguien relata un suceso o un recuerdo y está contando, pero la diferencia entre alguien que cuenta una historia y un escritor es el lenguaje.

Este es un primer libro que no lo parece. ¿Desde cuando escribe?

Antes de escribir este libro yo no había escrito nada. Físicamente al menos, porque en mi cabeza había escrito muchos libros. Para este que tiene poco más de doscientas páginas, escribí bastantes más de mil y después hice una fuerte selección de aquello que me parecía mejor. Ha sido un proceso muy largo para llegar hasta aquí. Hasta la versión definitiva.

tu-rostro-sera-el-ultimo(El argumento de Tu rostro será el ultimonos traslada a la Revolución de los Claveles. En una pequeña aldea con nombre de mamífero, un grupo de hombres está reunido en casa del doctor Augusto Mendes hablando de la situación política del país. Una mujer irrumpe en la reunión alarmada por la desaparición de un vecino. El grupo parte en su búsqueda y encuentra su cadáver en un descampado, acribillado a balazos. Esta muerte hará que los recuerdos afloren y se remonten cuarenta años atrás, con la llegada a la aldea del ahora muerto, entonces un muchacho famélico, tuerto y sin equipaje.

Como el propio autor refiere, comenzó a escribir sin guión, sin plan preconcebido, sin notas preliminares, solo confiando en su instinto de novelista novato, en sus muchas lecturas y en el descubrimiento de un sorprendente don para la narrativa. Fue así dando a luz una serie de historias cortas, fragmentos de vidas humanas interrelacionadas que fraguaron en el libro que presentó al más importante certamen literario de Portugal, el Premio Leya, cuyos 100.000 euros se llevó para casa en 2011. Desde entonces, la maestría de ésta ópera prima le ha convertido en uno de las revelaciones de la reciente narrativa europea.)

¿Por qué el tema?

Vino solo y acabo por imponerse. El marco histórico, la dictadura, las guerras coloniales, el ambiente y la música del momento son temas que desde siempre me han interesado. De una manera natural, sin intención expresa de escribir el libro, los temas iban surgiendo en mi cabeza. No había decidido escribir un libro sobre estas cosas, fueron las cosas las que me obligaron a escribir sobre ellas.

Llega usted a la literatura desde el paro. ¿Qué le sugiere hoy la palabra crisis?

La crisis es una mierda. La crisis de los países me refiero, así lo pienso y lo digo con contundencia, es una gran mierda. Otra cosa son las crisis interiores, las individuales, que me merecen todo el respeto. Las crisis individuales son el combustible del creativo. No hay escritores felices. No hay compositores felices. No hay artistas felices. Siempre he tenido la idea de que todas sus obras surgieron de esas crisis interiores. Crisis metafísicas o amorosas. En ese sentido la palabra crisis tiene una connotación positiva.

Otra cosa es la crisis de los países. Más que una crisis de países como Portugal o España, es una crisis de determinadas formas de civilización, de sistema político y económico. Eso no tiene nada de bueno. Difícilmente de esto que estamos viviendo va a surgir algo positivo.

Se autodefine en primera instancia como un gran lector. ¿Cuáles son sus referentes literarios?

Todos. Mi intención, mi sueño, ha sido siempre leerlo todo. Tener todo el tiempo del mundo para poder leerlo todo, como en aquel relato de Jorge Luis Borges. El primer escritor que me impactó, cuando tenía 17 años, fue Kafka. A partir de él arranqué un gran viaje en el que sigo. La literatura es un gran viaje. Después de Kafka descubrí a los rusos: Dostoyevski o Tolstói… a los grandes narradores americanos, a franceses como Flaubert. Todos ellos son muy importantes porque me enseñaron caminos. Llegué a García Márquez, a Juan Rulfo, a Camus… No sabría decir quien ha pesado más en mi. Quien me ha influenciado más. Creo que todos. No hay un solo libro que me arrepienta haber leído.

¿Qué conoce de la literatura española?

Por encima de todos, Cervantes. He leído muchas veces El Quijote y siempre me he sentido deslumbrado. Hay dos escritores actuales que han sido fundamentales para mí, Javier Marías y Juan Marsé. Los he admirado profundamente como lector y ahora lo hago también como escritor. Los considero esenciales.

¿Está escribiendo ahora?

Estoy con mi segundo libro. Espero concluirlo a finales de este año o principios del que viene. No quiero repetirme, me da mucho miedo, pero al tiempo me gustaría tener eso que se llama voz propia. Que alguien tuviese en las manos el nuevo libro y, sin saber de quien es, pensara en mí. He sentido la necesidad de apartarme, de huir de mi primer libro porque en Portugal se ha hablado mucho de él y yo estaba, como autor, demasiado implicado. Quiero probarme a mí mismo que soy capaz de hacer algo diferente.

¿Comparte la idea, cada vez más extendida, de que el Portugal sigue siendo un país de excelentes literatos?

No sé si tengo esa conciencia, porque me sigue sorprendiendo cuando alguien de fuera habla de algún escritor portugués. A menudo en Portugal no tenemos esa conciencia. Lo comentamos. Hace poco un amigo me contaba su extrañeza porque viajando en el metro de Nueva York la chica que iba sentada a su lado leía un libro de Pessoa. Nos hace feliz la idea que usted apunta porque Portugal es un país que sale mal en tantas cosas, empezando por sus políticos, que cuando hablan con admiración de los escritores, como cuando lo hacen de algunos futbolistas, por fuerza nos sentimos orgullosos. Somos un país pequeño, pero es verdad que ahí tenemos a literatos de la talla de Pessoa, Andrade, Lobo Antunes, Saramago…

Por último, anímenos a adentrarnos en su obra. ¿Por qué el lector español no debe perderse Tu rostro será el último?

Para mí leer un libro es siempre un viaje emocional. Tenemos la capacidad de emocionarnos con cosas que no conocíamos. La gran maravilla de la literatura es que nos trasporta y aunque no sabíamos nada de la gente de la que se nos habla, no sabíamos nada de su historia, cuando nos la cuentan nos llega y lloramos con ellos, reímos con ellos. Aspiro a que los personajes de Tu rostro será el último emocionen y, durante el tiempo que dure su lectura, vivan con el lector, lo hagan suyo. Tengo la esperanza de que mi libro tenga esa capacidad. Con eso me sentiría muy satisfecho; muy compensado.

 

Tu rostro será el último
João Ricardo Pedro
Traductora: Ana Belén Costas
Planeta
224 páginas