El volumen forma parte de la cuidada colección de Cuadernos de Obra Fundamental, editada por la Fundación Banco de Santander, y en palabras de Víctor Fernández, responsable de la selección de los textos, “estamos ante un bellísimo epistolario que ilumina las biografías íntimas de ambos creadores y, de manera muy especial, la del poeta”.

En efecto, Aleixandre recorre a través de Visitar los cielos. Cartas a Gregorio Prieto (1924-1981) un a modo de viaje místico y sensorial por el amor en todas sus formas. Trufado de consejos, confidencias y visiones, en estos íntimos escritos aflora el arte, la amistad, las lecturas, los estados de ánimo, la descripción de su época y, en definitiva, la libertad de mostrarse tal cual es por encima incluso de su propia poesía.

Aleixandre y Prieto en una imagen de 1935. FUNDACIÓN GREGORIO PRIETO.

El destinatario es Gregorio Prieto, destacado pintor de la Generación del 27. Aleixandre es lirismo puro en muchas de estas misivas que, por otra parte, nos dan un testimonio fiel de sus costumbres y de los personajes de una época de ebullición literaria. “Un Aleixandre en estado puro que nos devuelve su claridad y hondura, su capacidad de sobreponerse a lo humano mediante el espíritu”. Así lo afirmaron a lo largo de la presentación del volumen la escritora Elvira Lindo, el responsable literario de la Fundación Banco de Santander, Francisco Javier Expósito, y el periodista y antólogo Víctor Fernández, que investigó en los archivos de Prieto, donde se custodian más de dieciséis mil documentos, entre misivas, dibujos, postales y fotografías. 

Sesenta y dos cartas fechadas y doce no fechadas componen este volumen en el que se recogen, además, los poemas contenidos en el Archivo Gregorio Prieto que Aleixandre dedicó al pintor de Valdepeñas, un artista que tuvo a Julio Romero de Torres y a Valle Inclán como maestros en Bellas Artes y el Ateneo, donde conoció a Juan Ramón Jiménez, Lorca, Emilio Prados, Rafael Alberti, Concha Méndez, Juan Chabás y a otros interesados en el mundo cultural de la época que pululaban en torno a la Colina de los Chopos de la Residencia de Estudiantes. Personas que aparecen y desaparecen por el magma de palabras de esta correspondencia.

Desnudo, profundísimo y veraz

“Aleixandre da lo mejor de sí para llegar a Prieto”, afirma Víctor Fernández, “e igual que se ve a veces en las misivas el talante invectivo y desconfiado de Prieto, se observa también la respuesta sosegada y contundente, pero también llena de cariño y compasión de Aleixandre para con el pintor, así como sus numerosos intentos de quedar y volver a quedar en esas pequeñas cartas que funcionan como WhatsApp de hoy en día. Desde el principio, el poeta le da ánimos y ensalza su talento, ‘¡maravillosa claridad la de tu pincel!…el camino es tuyo…mucho se te puede exigir porque mucho estás obligado a dar’.

Para Expósito, “Aleixandre se nos muestra muchas veces desnudo, profundísimo, veraz, devoto de un amor panteísta que todo lo acoge. Son cartas de un amor humano y divino, carnal y espiritual que en algunos momentos alcanza cotas de éxtasis lírico y libertad amatoria absoluta y que nos presentan a un Aleixandre entregado al amor y la vida por encima de la literatura”. 

Hay quien podría ver en estas misivas, afirma Víctor Fernández en el prólogo, visos del Rilke que escribe a Rodin o del consejero de Cartas a un joven poeta, lo cual nos habla de la riqueza y la hondura de estas textos que Aleixandre dirige a Prieto desde que se conocieran en abril de 1924 –la primera carta del epistolario data de octubre del mismo año y contiene el poema Adolescencia perteneciente al libro Ámbito– y que se mantendría, a pesar de un distanciamiento tras la Guerra Civil, consecuencia de un malentendido provocado seguramente por el pintor, hasta su muerte.

Prieto concibió, ya en sus últimos años, un proyecto para publicar este material, del cual salió alguna carta en una monografía dedicada por el artista a Aleixandre hace más de treinta años. En la última habla de este deseo no realizado. Ahora, por fin reveladas, vemos en estas cartas, que “Aleixandre siente la necesidad tanto de amar como de ser amado”, y su corazón se filtrará en las letras hasta el punto de que “su yo poético se confunde con su propio yo”, afirma Fernández.

La lectura de Visitar todos los cielos permite corroborar que en cada una de las palabras subyace el deseo de libertad suprema de un creador que en 1932 le escribe a Prieto: “Jamás he sentido yo mi poesía como arte, sino como sangre, como la alta sangre de mi alma”.     

El lector podrá encontrar en el volumen confidencias sobre primeros amores, alusiones a lecturas del Quijote, comentarios proféticos sobre el cine, descripciones de Lorca y Juan Ramón, pero, sobre todo, en este epistolario de ida, lo que se sostiene es “una devoción por vivir y reivindicar lo que es arte, un arte comprometido con su tiempo”, apostilla el antólogo.