Es imposible pedirle a una gran vuelta ciclista más expectativas, imprevistos e incidencias. Allá vamos. Fue el retorno al Tour de un Greg LeMond que lo había ganado en 1986 y que volvía tras superar un accidente de caza que le llenó el cuerpo de perdigones y que a punto estuvo de no poder contar.

Fue el Tour del ya legendario y lamentable despiste de Perico Delgado en la etapa inicial en Luxemburgo, a saber: Perico, ganador de la edición anterior, tenía que salir el último en una contrarreloj que marcó el resto de la carrera. El corredor segoviano debía estar exactamente a las 17 horas y 17 minutos del 1 de julio en la rampa de lanzamiento y ese día a esa hora no había ni rastro del líder del equipo Reynolds-Banesto. Durante dos minutos y cuarenta segundos –el tiempo que perdió y tardó en aparecer– millones de españoles frente al televisor solo podían desahogarse preguntando, con los tacos que uno puede imaginarse, dónde estaba nuestro hombre. Salió vestido con el ansiado maillot amarillo y como máximo favorito a la victoria final y empezó al día siguiente la segunda etapa como farolillo rojo. Fue el Tour de una de las grandes hazañas de su historia: el viaje de la última plaza al podio de París.

Fue el Tour en el que Laurent Fignon mostró a las claras lo que es tener (difícil) carácter sobre dos ruedas: se acercaba a Perico para animarle a abandonar, escupió a las cámaras de TVE tras una mala etapa y –esto es un rumor– se agarró a la motocicleta de un fotógrafo durante medio minuto en el ascenso al Tourmalet.

Fue el Tour en el que la triada protagonista consolidó su fama respectiva de imprevisible y espectacular en el caso de Delgado, de pragmático chuparruedas en el de LeMond, y de arisco, orgulloso y aguerrido en el de Fignon, fallecido hace nueve años de un cáncer de páncreas.

Fue el Tour en el que los corredores aún se alojaban en colegios y lugares de esa cuerda, bastante alejados de las comodidades de la época actual; los últimos coletazos de una manera de participar en la más célebre y antigua de las tres grandes vueltas del ciclismo junto con el Giro de Italia y la Vuelta a España.

Fue el Tour en el que Miguel Induráin avisó, sin darse cuenta casi ni él mismo, de que iba a hacer grandes cosas en la ronda francesa.

Fue el Tour con un final de etapa en París más electrizante que se recuerda, fruto de una diferencia de solo ocho segundos entre el ganador LeMond y el segundo Fignon. Hubo que esperar al último minuto de la última etapa para saber quién se llevaba a casa el maillot amarillo.

Fue el Tour en el que el tercero en discordia, Perico Delgado, invirtió, hasta el día final en que levantó el pie del pedal, menos tiempo que ningún otro corredor en concluir aquella edición.

Fue el Tour que los españoles no ganamos pero que nunca olvidaremos.

El último Tour del siglo XX
Josep María Cuenca
Editorial Contra
296 páginas
18,90 euros