Los aborígenes de la isla de Samoa llamaron al infatigable viajero y escritor escocés Robert Louis Stevenson Tusitalia por su habilidad como cuentacuentos, por su capacidad para embelesar a las personas haciendo cercano lo lejano. Si hubieran conocido a Torres Flores quizás lo hubieran llamado de la misma manera, “el que cuenta historias”, por su empeño en transmitir y convertir en relato las noticias que le van saliendo al paso. Antonio hace suya la afirmación del autor de La Isla del tesoro: “todo lo que pido es el cielo sobre mí y un camino a mis pies”; en su caso, el camino que lleva a la noticia y a la búsqueda de los hechos del pasado, no para perderse en los pretéritos, sino para construir el presente como puente del futuro.

Pero, quizás, sea la palabra entusiasmo la que define de forma más precisa la personalidad de este singular periodista, nacido en Los Gallardos (Almería) hace 64 años, maestro por partida doble: por sus estudios de magisterio y por su magisterio como periodista.

Los antiguos griegos creían que el entusiasmo era un don o un soplo divino y lo nombraban con la palabra “entheos”, que significa “tener un dios dentro de uno mismo” o “sentirse poseído por un dios”, si bien la propia palabra “dios” también tiene en griego el sentido de “lo enérgico”, “lo poderoso”. Por tanto, el entusiasmo es la fuerza interior que nos impulsa hacia algo, una excitación del espíritu humano que nos mueve generalmente hacia lo bueno o hacia lo bello.

En Antonio, este impulso indomable, que le asoma por el brillo de sus ojos, es el que ha guiado su larga trayectoria profesional desde que, siendo un adolescente, relataba los partidos de fútbol de la regional almeriense como si fueran crónicas de finales de la Copa de Europa escritas por Manuel Alcántara.

Pura acción

Antonio Torres Flores. Foto: C. Barba.

Antonio Torres Flores. Foto: C. Barba.

Hasta el momento presente, un ahora que sigue dominado por la pura acción: su trabajo como responsable de Canal Sur en Almería (RTVA) lo compagina con su actividad docente y con investigaciones sobre la historia, evolución y situación actual de la radio y la televisión, fruto de las cuales han sido ya sus libros Soñar la radio. Sintonía de Almería para la radio andaluza, resultado de los trabajos de su tesis doctoral en Ciencias de la Información (UCM), Mujeres de palabra, una crónica de las pioneras del periodismo en femenino, y Los primeros ojos de Andalucía, en el que aborda la génesis y evolución de la televisión en Andalucía. Y todavía le queda tiempo para ir acumulando en su pecho los olores respirados en el campo y las huertas de Alfaix y Jauro, del Molino la Higuera y Cadima, de saborear con los amigos las sabrosas “tapicas” de los bares de Almería y asistir con Marisa, su mujer, cada noche de los viernes a los estrenos de la cartelera almeriense.

Y, junto al entusiasmo, su capacidad para el afecto personal, para establecer ese vínculo amoroso y desinteresado con otra persona en el que se concreta la inteligencia, la libertad y la dignidad del hombre, que son los alimentos de los que se nutre la amistad, pero que poca gente es capaz de cultivar como quien es conocido por sus amigos por el cercano y entrañable “Chacho Torres”.

Antonio es uno de esos “raros prodigios” de los que hablaba Baltasar Gracián cuando se refería a lo escasa que resulta la verdadera amistad en un mundo que se halla menesteroso de ella. Y es que el buen amigo emerge desde la condición de buena persona, vocación que a él le ha sobrado desde que era un niño y acompañaba todos los días a su padre a repartir -y, en ocasiones, a leer por petición de algunas destinatarias que no sabían hacerlo- las cartas cargadas de esperanza remitidas a sus viudas por maridos que no habían muerto, pero vivían afantasmados en la soledumbre de una emigración siempre lejana. Quienes le conocemos sabemos que Antonio está lleno de pura buena sombra, en el más amplio sentido de la palabra buena y en el más alargado sentido de la palabra sombra.

Como los mejores profesionales del periodismo de nuestro tiempo, desde Ryszard Kapuscinski a Manuel Leguineche, Antonio Torres es un periodista de raza, que está, ve, oye, comparte y piensa. Con esa visión y el convencimiento de que en cada día cabe toda la vida, ha recorrido el mundo, pero sobre todo ha buscado las noticias y las historias surgidas en el territorio almeriense, cuya geografía conoce como las propias palmas de sus manos, como las líneas de vida de sus sueños.

Caso Almería

Cuando todavía era un estudiante de bachillerato, un día decidió hacer novillos y se fue a entrevistar al maestro Antonioni, que estaba rodando con Jack Nicholson y María Schneider el último plano-secuencia de la película El reportero a las puertas de la plaza de toros de Vera, siendo el primero en hacerse eco de la condena del director italiano del violento Golpe de Estado que acababa de producirse en Chile.

Algunos años después, ya como corresponsal de Diario 16, fue él quien, tras recorrer cunetas, cuarteles y cementerios de media provincia, desveló la verdad del desgraciado Caso Almería, en el que tres jóvenes confundidos con etarras fueron asesinados por la Guardia Civil. Durante los ochenta y los noventa contó una buena parte de la crónica política de Andalucía y dio cuenta de las transformaciones sociales, económicas y culturales de Almería en distintos medios: La Voz de Almería, El País, la Cadena Ser, Antena 3, Radio Nacional, Canal Sur… Anduvo caminos y chácharas con Juan Goytisolo y José Ángel Valente, personajes con los que hoy comparte uno de los premios de los que se siente más orgulloso: haber sido nombrado “Vecino de Honor” de La Chanca, barrio en el que ha visto crecer hasta alcanzar la maestría el arte de Tomatito y Niño Josele. Y, a los pies de las calles y cuestas que suben hasta La Chanca y la Alcazaba, ha sido testigo del desarrollo del Centro Andaluz de la Fotografía (CAF), heredero del espíritu del Colectivo AFAL, impulsado en su día por José María Artero y Carlos Pérez Siquier. En fin, en 2005, Antonio fue de los que puso algo más que un grano de arena en la cimentación de los mejores Juegos del Mediterráneo de la historia.

En este prolongado tiempo de ejercicio periodístico no ha dejado caer en el olvido aquel temblor que resquebrajó el aire una despejada y tranquila mañana del mes de enero de 1966, cuando dos aviones militares norteamericanos, un bombardero B-52, que llevaba en su vientre cuatro bombas atómicas con un poder muy superior a las de Hiroshima y Nagasaki, y el avión nodriza que lo abastecía de combustible en pleno vuelo, chocaron entre sí bajo el cielo de Palomares y cayeron a tierra en medio de una gigantesca bola de fuego, provocando la contaminación radiactiva de una parte del terreno próximo a la población.

Durante años ha dado aliento a su compañero José Herrera Plaza para llevar a cabo las concienzudas investigaciones de este sobre el desgraciado accidente, que pudo haber hecho saltar por los aires a media Península Ibérica, y sacar a la luz los interrogantes y responsabilidades que quedaron sepultados bajo la losa del “secreto de Estado” (Accidente nuclear en Palomares. Consecuencias, 1966-2016).

Obsesiones

Sin embargo, no ha sido hasta ahora cuando ha podido quitarse de encima una de sus mayores obsesiones periodísticas desde que, a mediados de los años ochenta, conoció y habló, aunque sin poder entrevistarlos (“está tó dicho”), a los novios protagonistas del hecho que dio lugar a una de las obras teatrales más representadas y estudiadas del siglo XX: Bodas de sangre, de Federico García Lorca.

Han sido 30 años de un continuo trajinar, recabando datos de aquí y de allá, un largo tiempo tratando de documentar los hechos reales del conocido como “Crimen de Níjar”. Pero esta minuciosa tarea recopiladora no hubiera sido posible sin el impulso final dado a la misma por el periodista y documentalista granadino Ángel M. Roldán Molina.

Como si de los mismísimos Sherlock Holmes y Doctor Watson se tratara, Antonio y Ángel M. han llevado a cabo una exhaustiva labor detectivesca, cuyos frutos han dado lugar a la publicación de la obra ¡Llévame contigo, ahora o nunca!, que lleva por subtítulo: “La historia jamás contada del crimen de Bodas de sangre”. Y, en efecto, nunca antes había sido contada, porque lo que contiene el libro como elemento central es la sentencia judicial, íntegra, inédita hasta ahora, de la Audiencia provincial de Almería del día 1 de mayo de 1929, firmada por Luis de la Torre Leiva, Pelegrín Benito Landa y Gregorio Marañón Díaz, este último hermano del que fuera presidente de la Segunda República española, Manuel Azaña. El caso había sido instruido por el juez Ambrosio López Jiménez, perteneciente al partido judicial de Sorbas.

Extraída la “verdad oficial”, los autores no se han resignado a ella. Como los espeleólogos más inconformistas, han tratado de bajar hasta el fondo del pozo sin fondo del caso para comprobar la certeza del poema machadiano: “también la verdad se inventa”. Para ello han sacado a la superficie testimonios directos, algunos datos hasta ahora poco o nada conocidos, citas textuales, anécdotas y una minuciosa revisión periodística, que se extiende de la información generada en los días siguientes al crimen por la prensa de la época a la creada en décadas posteriores.

En el primer caso destaca la labor periodística del desaparecido Diario de Almería (1916-1939), que fue el primero en informar de la tragedia el día siguiente del crimen mediante una información titulada “Crimen misterioso: Cuando va a casarse desaparece la novia y es encontrada junto al cadáver del hombre con quien se fue”. Durante los días siguientes el Diario fue desgranando los hechos del novelesco y trágico suceso y dio cuenta a sus lectores de los acontecimientos que se iban desarrollando a través de las rigurosas crónicas de sus corresponsales desplazados hasta Níjar y Sorbas, incluida la insólita entrevista a la novia mientras permanecía todavía detenida en las dependencias de la Guardia Civil.

En ediciones vespertinas del mismo día 24 de julio tanto el Defensor de Granada como los periódicos madrileños La Voz y El Heraldo también se hacían eco del “crimen de romance andaluz” en términos muy parecidos al de la primicia dada por el Diario de Almería. Un día después, el periódico ABC sacaba en páginas centrales una información más bien escueta acerca de un “crimen envuelto en el mayor misterio”. Por su parte, el día 28 de julio, El Liberal recogía en las declaraciones de la novia al juez las palabras que dan título al libro de los dos periodistas almerienses: “Como mi primo me gustaba más que mi novio y como lo que me prometía era mejor que la vida que me esperaba junto a Casimiro, lo pensé a solas en mi cuarto (…) y cuando mi primo vino a mi alcoba le dije: ¡Ahora o nunca. Llévame contigo!”.

En los primeros días del mes de agosto, Mundo Gráfico llevaba a cabo un amplio despliegue fotográfico.  Entre la serie de artículos y trabajos periodísticos realizados a partir de los años 60, destacan sobre todo el reportaje realizado por Juan Jesús López Morales para la revista Blanco y Negro, las crónicas de Antonio Ramos Espejo para diversos medios, los trabajos de la periodista Ángeles García y el propio Antonio Torres para El País, así como el artículo de Virginia Calvache para el suplemento La Revista del periódico El Mundo.

Además, por las páginas del libro desfilan, como si de una novela o un texto teatral se tratara, personajes principales (los huidos, el novio “plantao” y la pareja implicada en el crimen) y secundarios (desde los familiares más directos de los protagonistas a los jueces, pasando por parientes más lejanos y vecinos, médicos, sacerdotes, abogados, funcionarios, periodistas, fotógrafos e investigadores). La perspectiva periodística, documental e historiográfica se complementan para dar la visión más amplia y objetiva posible.

No obstante, conocedores de que en el “Crimen de Níjar” no hay necesidad de “mentir más de la cuenta por falta de fantasía”, Antonio y Ángel ponen a disposición del lector los principales textos ficcionales que tienen su origen en el episodio del Cortijo del Fraile. En primer lugar, claro está, la novela Puñal de claveles, de Carmen de Burgos (Colombine), y el drama Bodas de Sangre, de Federico García Lorca.

Federico

cortijo-del-fraile_bodas_de_sangre_federico_garcia_lorcaSe sabe que el tema del drama lorquiano no fue una invención de Federico, pero no se conoce a ciencia cierta en cuál de los periódicos antes señalados pudo inspirarse el escritor granadino para dar sustancia a una de las obras cumbres de la historia del teatro desde que se estrenara con un “éxito clamoroso” en marzo de 1933 en el Teatro Beatriz de Madrid. No obstante es más que probable que García Lorca, antes de ponerse a escribir su obra dramática, hubiera leído la novela Clavel de puñales, que había sido publicada por Colombine en 1931, y encontrar en ella elementos interesantes para desarrollar un apasionado drama en tres actos cargado de simbolismo y fuerza telúrica.

En cualquier caso, ambas obras tienen su origen en el mismo hecho, aunque discurren por diferentes caminos ficcionales y plantean un final distinto: Carmen deja abierta la puerta que conduce a la esperanza de un futuro mejor; Federico se adentra en la tragedia y pone de manifiesto el fracaso del sentimiento romántico: al final, el conflicto reprimido, las relaciones prohibidas y el deseo como fuerza transgresora desembocan en un destino fatal.

Aparte de estas dos obras principales, en el libro también salen a la luz otros textos interesantes, pero muy poco conocidos, como son: El crimen de Níjar. El origen de bodas de sangre, de Carlos Arce; Reflexiones de un amor imposible, de Lola Salmerón; El legado, de Francisco Pérez Baldó, y Amor y traición en el Cortijo del Fraile, de Josefina Góngora, aparte de los variados romances aventados por la imaginación popular más allá de los campos de Níjar.

Ángel M. Roldán Molina. Foto: R. Valero.

Ángel M. Roldán Molina. Foto: R. Valero.

De esta manera se completa la perspectiva literaria, la cuarta dimensión sobre la que se sostiene una narración a la que los autores han dado el tono de un relato oral. Da la impresión de que Antonio y Ángel escriben como hablan y, por momentos, el texto alcanza el brío del galope con el que se ilustra la portada. Sin duda, los objetivos de los autores de “verter nueva luz sobre todo lo que rodeó al suceso, servir de fuente de investigación y fascinar a los lectores” se cumplen sobradamente.

Pero, en realidad, ¿qué fue lo que sucedió? Con la imprescindible ayuda de ¡Llévame contigo, ahora o nunca! y tratando de que la memoria de otras lecturas menos recientes cuente lo que cuenta, trataremos de hacer un breve relato de lo acontecido en la madrugada del domingo, día 22, al lunes, día 23, de julio de 1928, una noche oscura, de luna nueva, tan delgada como el filo de una navaja.

La historia

Es la historia de una pareja de novios, Francisca -Frasquita o Paca- Cañadas, la hija del tío Frasco -el aparcero del Cortijo del Fraile-, y Casimiro Pérez -hermano de José, marido de Carmen, una hermana de Frasquita-, que está a punto de contraer el matrimonio que la familia de ambos habían “apalabrao” dos años antes. Pero la celebración, prevista a las tres de la madrugada, según era costumbre entre campesinos de las tierras nijareñas por aquella época, se verá frustrada por la reaparición de un escondido amor adolescente que existía entre la joven novia y un buen mozo del lugar, su primo Francisco -Paco o Curro- Montes: “a pesar del tiempo que llevaba en relaciones con mi novio no podía olvidar la gran ilusión que sentía por mi primo”.

Fuera del Cortijo del Fraile, la noche transcurre entre el duermevela de las cigarras y el cuajarón de las estrellas, a merced de la intensa calma que parece envolver el mundo. Dentro, Los buñuelos, los garbanzos “torraos”, los dos chotos sacrificados para la ocasión y una amplia variedad de pasteles, vinos y licores están preparados para el convite. Los invitados, entre los que se encuentra Curro Montes, han ido llegando al cortijo incluso antes de que el sol terminara de descargar toda la violencia de su oro sobre los campos de Níjar.

Hacia las diez y media de la noche, el novio se retira a descansar un rato; la novia, se encierra en su habitación para probarse el vestido de boda: “Padre, sírvale una copa a la compaña. Antes de una hora estoy que no me conoce. ¡Verá qué bien me sienta el vestido nuevo!”. Poco después, Curro Montes se cuela sigilosamente en la estancia y aborda a su prima. “¿Qué puede ofrecerte Casimiro? (…) Fúgate conmigo y nos casamos en cuanto amanezca”. En ese momento, Paca se enfrenta al dilema de avivar las brasas del amor que un día prendió en su corazón y que nunca se apagó o dejar que definitivamente se conviertan en cenizas, de romper las barreras y convencionalismos sociales o arrojarse en los brazos de Curro y escapar con él justo antes de que pueda consumarse la boda con Casimiro, un muchacho del que conoce su carácter noble y sus buenos brazos para trabajar, pero de quien no está enamorada. Siente en su sangre el vértigo irrefrenable del deseo. En un instante se le agolpa toda la vida, la pasada y la por venir, la vivida y la soñada. Vencen los sueños, pero apenas queda tiempo. Paca no ve otro destino que el hacer camino con Curro, ahora o nunca: “Le dije: hazme feliz;/ me dijo: vente conmigo./ Le dije llena de gozo:/ en la calle espérame./ Salí, me monté en su mulo/ y apretamos a correr”. Huyó con lo puesto, el vestido de novia, y un hatillo con cuatro ropas.

Solo un rato después de su relámpago, la ilusión de Paca será nada, acaso el inmenso agujero negro de la pena, la pena negra, esa tristeza que no es angustia, ni dolor que produzca llanto, sino una pesadumbre de plomo enraizada en el alma de las personas por la amargura de la desesperanza. Es el tiempo que han tardado en recorrer al galope la escasa legua que separa el Cortijo del Fraile y el Haza de la Capellanía, a la salida de la cortijada de Los Martínez. Allí es donde les han salido al camino José y Carmen, Carmen y José. El mulo se espanta, Curro y Paca se descabalgan y caen al suelo. Se oyen varios disparos y Paca siente en su cuello unas rudas manos que aprisionan su garganta hasta casi provocarle la asfixia. Los asaltantes huyen, convencidos de que han limpiado la afrenta familiar y creyendo muertos a los dos. En realidad, Paca no lo está, pero Curro sí: “En los primeros momentos yo perdí el conocimiento, más pasado algún rato recobré mis sentidos, acercándome al cuerpo de mi primo que estaba tendido en el suelo, lo zarandeé llamándolo ¡Paco! ¡Paco! Pero no me respondía. Le cogí las manos y, al notar la frialdad de ellas, comprendí que estaba muerto”. Paca se ha quedado viuda antes de haber sido esposa, compañera de “ese desgraciado a quien tanto quería”. Por eso, cuando, al poco rato, su primo Manuel, el hermano de Curro, la encuentra rota, junto al cadáver de quien era la “ilusión de sus amores”, le dice: “¡No sé nada! Dame cuatro tiros, pero nada sé”.

El mal fario

Al filo de la medianoche, en medio de un paisaje lunar en el que no brillaba la luna, Curro encontró la muerte; Paca, abandonó la vida. Retirada a El Hualix, las tierras heredadas de su padre como remordimiento por el crujido que le atizó siendo una niña de cuna y le había provocado una cojera permanente, se vistió de luto y silencio para el resto de sus días. El pasado que se le venía encima sería cada día el mismo que el que se le acababa de ir, porque en el desierto de la soledad nadie puede escapar a los aullidos del recuerdo. Con el tiempo, el alma comenzó a chorrearle zumo de limón y la carne se le puso del color azabache de su ropa. Cada vez que los gallos cavaban buscando la aurora, solo encontraban la penumbra del cuervo.

Antonio Torres y Ángel M. Roldán han realizado un homenaje a la profesión periodística, pero también un ejercicio de merecida reivindicación de una mujer marcada por el mal fario desde la cuna, que quiso ser libre y vivir un destino diferente, pero que acabó resignada al sino de su vida.

Los autores de ¡Llévame contigo, ahora o nunca! han leído a Platón y conocen por el sabio griego que no es de la verdad, sino de la verosimilitud, de donde nace la persuasión. De ahí, que hayan puesto a disposición del lector las versiones más verosímiles que se han venido realizando acerca del “Crimen de Níjar”, pero que también hayan tratado de acercarlo hasta tocar la verdad, aunque solo Paca conocía lo que realmente pasó entre las paredes de aquel cortijo del que hoy no quedan más que ruinas y ausencias, apenas el fantasma de una noche habitada de temblores y deseos. Puede que la buena de Paca alguna vez dijera en confesión a su sacerdote lo que verdaderamente ocurrió aquella madrugada en el desamortizado corazón de unas tierras a mitad de camino entre Los Albaricoques y las minas de Rodalquilar. De ser así, JGG se llevará definitivamente el secreto a su tumba.