Ahora, con cualquiera de nosotros dispuesto a contarnos lo que sucede ante sus ojos y en tiempo real, es normal que acabemos diciendo que los enviados especiales o los corresponsales tienen más competencia que nunca. Y no es verdad. Eso no es competencia. Y probablemente sea porque partimos de un concepto erróneo: que el periodismo es la pura narración de sucesos. Y como ha escrito Arcadi Espada, si hay un rasgo profundamente distintivo del periodismo, ese no es justamente limitarse a contar los hechos, sino su selección, ordenamiento y evaluación. Aplicar la autoridad, entendida como conocimiento, para asumir esas tareas de forma subjetiva pero honesta.

No es nuevo lo que, de un tiempo a esta parte, hemos venido a llamar posverdad. Puede que lo sea el neologismo en cuestión pero no esa manera de difundir apelando más a las emociones, a las creencias o a los deseos de la gente que a los hechos objetivos. Lo que sí resulta más propio de nuestros días es el clima (tecnológicamente) propicio para que posverdades, rumores y bulos se propaguen con una rapidez y eficacia inéditas hasta la fecha.

Seguramente no haya mejor modo de frenar la infección que con periodistas; de todos los colores pero periodistas. Profesionales capaces, cuando toca, de “poner las cosas en su punto”. El entrecomillado anterior es el título de una crónica firmada por Manuel Chaves Nogales y publicada en el diario Ahora el 26 de octubre de 1934. Chaves había viajado a un Oviedo reducido a escombros para contar a sus lectores de Madrid lo que realmente estaba pasando en la capital de Asturias tras el alzamiento de los mineros contra las autoridades. Comenzaba así: “Las cosas en su punto. No es verdad que en Sama los revolucionarios se comieran a un cura guisado con fabes; no es verdad que en Ciaño despanzurraran a la mujer de un guardia civil y le hundiesen un tricornio en las entrañas; no es verdad que el cadáver de un capitán de la Guardia Civil fuese expuesto en el escaparate de una carnicería con el letrero de Se vende carne de cerdo; no es verdad tampoco que los revolucionarios saltasen los ojos a los hijos de los guardias civiles. Pero ¡cuidado! Es verdad que en Sama fue asesinado un sacerdote; es cierto y verdad que en Ciaño cayó muerta a balazos la mujer de un guardia civil; es verdad que un capitán de la Guardia Civil, y no solo un capitán sino otros varios oficiales, han sido asesinados; cierto y verdad es también que en Turón y otros muchos pueblos los hijos de los guardias muertos por los revolucionarios estuvieron merodeando por los pueblos sin pan y sin cobijo, como gorrioncillos”.

Oficio

Había que poner las cosas en su punto y Chaves Nogales, Josep Pla y José Díaz Fernández lo hicieron. Cada uno a su manera, con sensibilidades, prejuicios e ideologías diferentes pero con la potestad del profesional que domina su oficio. Tres periodistas en la revolución de Asturias reúne los textos que en caliente publicaron muy poco después de aquellos 15 días que sacudieron España. Se patearon pueblos y ciudades destruidas por la dinamita de la minería preguntando abiertamente a unos y otros por su visión de los hechos para, con la misma trasparencia, expresar sus dudas y certezas sobre lo que allí vieron y les contaron.

De Pla y Chaves Nogales ya conocíamos su enorme talento y privilegiada capacidad de observación por obras parecidas. El relato de Díaz Fernández resulta en ese sentido más sorprendente. Su reportaje novelado de aquel mes de octubre –Octubre rojo en Asturias– tiene páginas que sobrecogen porque describen historias terribles que sucedieron y porque están escritas con nervio y con el ánimo de entender a todos los actores que tuvieron un papel en aquella pesadilla, tristísimo prólogo de nuestra siniestra Guerra Civil. Inquieta leer hoy en una de las piezas de Chaves Nogales que prevé que “en esto como en todo, la opinión española se dividirá en dos bandos igualmente irreconciliables”.

El rumor y la especulación, la exageración y la mentira, camparon a sus anchas. “La inmensa mayoría de las informaciones sobre la situación en Asturias son indirectas y generalmente inventadas”, se quejaba Pla. Afortunadamente hoy podemos hacernos una idea de lo que allí aconteció porque tres tipos, con la única ayuda de una libreta, preguntaron a los protagonistas para luego seleccionar, ordenar y evaluar los hechos. Hoy periodistas así son más necesarios que nunca.

Tres periodistas en la revolucion de AsturiasTres periodistas en la revolución de Asturias
Manuel Chaves Nogales
José Díaz Fernández
Josep Pla
Editorial Libros del Asteroide
236 p
17,95 euros