Arquitecto y, hasta su jubilación, catedrático de Cálculo de Estructuras en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, Margarit nació en la comarca de Segarra, el lugar al que sus padres se retiraron durante la Guerra Civil.

Concluida la contienda y hasta finales de la década de 1940, en que regresó a Barcelona, la familia cambió varias veces de residencia (Rubí, Figueras, Gerona), para a partir de 1954 residir en Canarias. Desde 1956, Margarit pasó los cursos académicos en Barcelona para estudiar arquitectura. Allí conoció a Mariona Ribalta, con quien se casó al año siguiente.

Poeta confeso desde la adolescencia, -“escribí mi primer poema a los dieciséis años en Santa Cruz de Tenerife: un poema de amor a una compañera de curso”-,  Margarit se dio a conocer como autor en español en 1963. A partir de 1980 inició la publicación de su obra poética en catalán, definiéndose a sí mismo como poeta bilingüe que desdeña las corrientes poéticas y considera que, fuera de la poesía, el hombre se encuentra a la intemperie.

“El poeta es el ser más realista, el más pragmático, porque bebe de la realidad. La tarea del poeta, igual que la del arquitecto, consiste en construir una estructura sólida. Un poema tiene que conseguir la solidez con el menor número de palabras y de esta exactitud viene su poder de consolación”, apunta quien confiesa con rotundidad: «Me interesa la cultura; lo demás no tiene solución».

Margarit agradece a su formación científica la capacidad de extraer el máximo rendimiento a un mínimo material, algo que, trasladado a la escritura, equivale a decir lo que se pretende sirviéndose sólo de las palabras necesarias.

La sobriedad inteligente de sus poemas conduce a un equilibrio entre intensidad emocional y perfección expresiva que es un rasgo dominante en cada uno de sus libros. De su poemario Amar es dónde (2015) rescatamos El poema, una pieza breve pero significativa de cómo el escritor encara la dificultad de su función creadora:

Sobre la mesa hay una libreta.

Antes de irte a acostar, miras la última página.

Retocado y difícil de leer,

muestra palabras suprimidas.

Otras nuevas escritas en los márgenes.

Rayas que cruzan el papel

para llevar un verso desde un lugar a otro.

Al revisarlo una vez más,

te paras donde dice: Estos poemas buscan

desde donde poder amar de nuevo.

Vas hasta la ventana: en la calle no hay nadie.

Y vuelves a la mesa

donde el poema continúa.

Está aquí, contigo.