Escritora vivencial, la poesía, el teatro, la narrativa y las columnas que viene publicando en el periódico El Espectador desde el año 2012 no escurren el bulto a la hora de abordar temas conflictivos en un país, -“el mío, el que a amo, el que tengo la obligación de contar a través de mi experiencia vital y mi escritura”- , a menudo desgarrado por situaciones en las que conviven violencia y desigualdad. “Busco la fuerza expresiva como una forma de conjurar mis fragilidades y mis miedos. La literatura es un territorio donde uno puede reconstruirse, ir hasta el fondo, desentrañar».

El primero de sus poemarios, De círculo y ceniza, recibió en 1989 la mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz. Desde entonces ha publicado una decena de libros que la han consolidado como una de las voces fundamentales de la poesía contemporánea llegada desde el otro lado del Atlántico.

Con El hilo de los días ganó el Premio Nacional de Poesía que otorga el Instituto Colombiano de Cultura; con Explicaciones no pedidas, el Casa de América de Poesía; por su aporte a la lengua castellana en 2012 el galardón Poetas del Mundo Latino y en 2017 el Premio Generación del 27 por Los habitados.

También destacan entre sus poemarios, traducidos al italiano, inglés, francés, sueco, griego y portugués: Nadie en casa, Todos los amantes son guerreros, Ese animal triste, Las tretas del débil y Las herencias.  

De Círculo y ceniza, el libro con el que se dio a conocer, rescatamos Vuelta a la poesía, un poema que incluye toda una declaración de intenciones.

Otra vez vuelvo a tí.
Cansada vengo, definitivamente solitaria.
Mi faltriquera llena de penas traigo, desbordada
de penas infinitas,
de dolor.
De los desiertos vengo con los labios ardidos
y la mirada ciega
de tanto duro viento y ardua arena.
Abrazada de sed,
vengo a beber de tus profundos manantiales,
a rendirme en tus brazos,
hondos brazos de madre, y en tu pecho
de amante, misterioso,
donde late tu corazón como un enigma.
Ahora
que descansando estoy junto al camino,
te veo aparecer en cada cosa:
en la humilde carreta
en que es más verde el verde de las coles,
y en el azul en que la tarde estalla.
Humilde vuelvo a ti con el alma desnuda
a buscar el reflejo de mi rostro,
mi verdadero rostro
entre tus aguas.