-Crear un misterio es sencillo –afirmaba Julián Hoven, quien acababa de publicar su nueva novela, Secuestro de sangre. El gran problema es darle una solución inventiva, diferente.

-Especialmente cuando ya todo se ha contado antes –agregó Sol Fredes, directora del Círculo Policial Literario de Bahía Blanca. Me canso de leer una y otra vez las mismas historias.

Desde 1992, los primeros jueves de cada mes, Sol reunía a quienes consideraba “maestros del crimen” en el mismo restaurante de la calle O’Higgins. Éramos casi siempre las mismas ocho personas. Hablábamos acerca del negocio editorial, de qué libro estábamos leyendo e intercambiábamos ideas. Algunos aprovechaban para comentar sus avances o admitir un bloqueo mayúsculo.

-Yo estoy con un cuento de tipo “cuarto cerrado”. El asesino utiliza un cuchillo de hielo que esconde del resto en una jarra con agua –dijo Valeria Marple e inmediatamente alguien manifestó haberlo leído en algún lado.

Es extraño el proceso mental que lleva a recordar algunas cosas. Yo permanecía silencioso, sin aportar nada a la conversación, con una media sonrisa en los labios. Julián lo notó y dijo:

-¿Y a vos qué te pasa?

-Me acordé de un viejo misterio, nada más.

Todos se mostraban interesados, lo cual me obligó a continuar.

-Sucedió hace añazos, tendría yo unos doce o trece años. ¿Recuerdan Siete minutos en el paraíso?

-Claro –dijo Sol– un chico y una chica son encerrados durante siete minutos en un placard para “ver qué pasa”.

-Podía llegar a ser una verdadera tortura, especialmente sin entrabas con la chica más fea del grupo: la gorda Mary. Aquel fue el primer nombre que salió del sombrero. El segundo: Genaro Menichelli.

Martin Jasper se mostró divertido.

-Déjame ver si adivino: anteojos grandes, pecoso, ligeramente antisocial, tímido y gangoso.

Correcto en todo, menos en lo del habla. Y lo peor: ambos se detestaban uno a otro. Se negaron a entrar juntos; cuando no les quedó otra, lo hicieron de mala gana. Yo mismo preparé el cronómetro. Esperábamos pacientemente cuando, a los cinco minutos, se escuchó un alarido espantoso. Genaro se apresuró hacia afuera exponiendo un labio inferior ensangrentado. Estaba aterrado. Afirmó que la gorda Mary, además de haberlo besado sin permiso, le había arrancado la carne. Ella, encolerizada, juró que no era cierto.

Noté un brillo en los ojos de Julián.

-¿Qué pasó después?

-Lo esperable. Genaro juraba haber sido besado, y la sangre era real. Pero la gorda Mary también aseguraba no haberlo tocado. Así que el resto entramos a investigar. Se trataba de uno de esos roperos inmensos, un walk-in closet. No encontramos nada que pudiera considerarse fuera de lo ordinario adentro.

Sol Fredes se encogió de hombros:

-Uno de los dos mintió, sin duda.

-Fue la gorda Mary –se apresuró a teorizar Martin. Mordió inconscientemente debido a la excitación. Es demasiado embarazoso para confesarlo frente a un grupo de preadolescentes.

-Y, sin embargo, Genaro también reconoció haber sentido un frío descomunal en aquellos labios. Eso nos descolocó todavía más, por lo que volvimos a investigar el ropero.

-Otro “misterio de cuarto cerrado” –opinó Sol.

-Puede ser… –dijo Julián– pero no uno sin solución. De hecho, es elemental. La verdad se encuentra en un punto intermedio. Ninguno mintió del todo. Se gustaban, eso es todo. Ella sí lo besó, y él se autoflageló, probablemente con un elemento punzante que llevaba en el bolsillo.

Me reí fuerte, a carcajadas.

-¿Qué?

-¡Claro! Pensalo un poquito. ¿Qué es lo más vergonzoso para un pibe en su preadolescencia? ¿La respuesta? Estar enamorado. Y más indecoroso todavía es un amor entre dos personas consideradas “horribles” por el resto. Afortunadamente, no hay nada mejor que una buena historia de terror sobrenatural para distraer a un grupo de chicos de doce años. Vos mismo dijiste que todos (menos ellos dos) ingresaron a inspeccionar el ropero en detalle. Lo palnearon para besarse en paz, sin la mirada crítica de sus amigos. Sus verdaderos “7 minutos en el paraíso” no estuvieron dentro del placard, sino afuera, mientras todos los demás buscaban un misterio inexistente.

La idea quedó dando vueltas en mi cabeza durante los siguientes días. No había vuelto a ver a Genaro, pero logré ubicarlo en las redes sociales y lo contacté. Cuando me contó sus novedades, mi corazón dio un vuelco. Genaro y María habían sido novios durante la secundaria y contrajeron matrimonio al finalizar la universidad. Hace unos meses ella había sido diagnosticada de cáncer de páncreas tipo IV, aquel del que no se vuelve.

Genaro recién volvía de darle el último beso a su amada en el funeral.

Más sobre el Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocan la primera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’, dotado con 3.000 euros.

El certamen se desarrolla en una fase previa y otra final. Durante la previa, el viernes de cada semana, el Comité de Lectura selecciona el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha, publicándose el lunes siguiente en hoyesarte.com. Este es el caso de 7 minutos en un cuarto cerrado, vigésimo cuento seleccionado.

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