Vos tenés una vida, tenés una hija, un trabajo, amigos que te esperan. Mañana tenés una entrevista en la radio para hablar sobre el proyecto para La Plaza Patriótica y tenés una reunión importante en la escuela de Roxana porque ella viene muy distraída desde que su padre murió. No es buen momento para que te retengan a la fuerza siendo una ciudadana que cumple con todo lo que tiene que cumplir y además la gente que se llevan no debe ser trigo limpio ¿Me seguís? Ésta debe buscar que yo dude de mi cordura, pensás y entonces esperás a que salga; que se vaya. Deducís que no deben ser los militares los que te tienen metida en un edificio que nunca viste en tu vida porque vos sos una persona respetable y, en cambio, deben ser los otros quienes te secuestraron porque buscan plata para seguir la joda. Oís a la extraña alejarse con un ruido de tacos ágiles y después, el fierrerío aceitado del ascensor delata que ya está bien lejos.

Esperás unos minutos porque la gente que sale de una casa muchas veces vuelve, muchas veces hay algo que olvida. Cuando estás segura, abrís aquel cajón y metés las dos manos; revolvés en medio de una cantidad vergonzosa de chucherías; te falla la vista, casi no podés distinguir entre anillos y aros enredados en collares baratos; deben ser los nervios, debe ser la angustia, te decís. Hay pilas viejas y algo hinchadas, hay papeles. Te ponés unos anteojos que encontrás sobre una mesita, al lado de la cocina. Volvés al mueble y te detenés en los souvenires con fechas que todavía no llegaron: todo parece una escena preparada. Por un momento dudás si hacer lo que pensabas, puede que ella quiera que agarres esa llave, que mires las fechas erróneas en los recuerdos cumpleañeros de gente que te es totalmente desconocida. Suena el timbre. Guardás todo donde estaba y caminás hasta la puerta temblando de miedo y rabia; como no respondés alguien mete una llave desde afuera y la puerta se abre para que se presente una mujer más alta que vos y mucho más fuerte; una mujer con expresión de témpano y manos grandes que te da los buenos días y te dice que no te alteres, que podés sentarte y escuchar la radio mientras ella te prepara un té. Vos sabés que si no tenés un plan nunca vas a salir de ahí. Son las ocho y treinta y cinco de la mañana y sólo pensás en Roxana, que te necesita cerca y en esa entrevista que tenés pendiente, pensás que tenés que salir de ahí ¿Me vas entendiendo? Te calmás, respirás hondo. La mujer está lidiando con jarros y distintos envoltorios. Abre y vuelve a cerrar los paquetes para guardarlos en una enorme alacena que está suspendida sobre la mesada donde tiene un plato con medialunas rellenas de queso. Hay olor a café, a té, a pan tostado. 

Tenés que tranquilizarte, caminás hacia la ventana y todo el mundo de afuera está ahí, te parece cercano y fácil. Los árboles se mueven con el viento, llegan voces y ruidos domésticos desde los edificios vecinos. Vos no hiciste nada malo, al contrario, no sos como los otros que en algo andan, que algo habrán hecho; a vos te secuestró la otra parte, a vos te agarraron los zurdos, razonás. Mirás el mueble que estuviste revisando y te das cuenta de que dos souvenires quedaron afuera. La mujer de manos grandes deja la mesada y se te acerca: “Ya está el desayuno”, dice y mira los muñequitos de yeso “¿Encontró los souvenires de sus nietos, Cecilia?”. Se te hiela la sangre: ella sabe tu nombre y busca hacerte creer que estás loca. Le seguís el juego, le decís que sí, que extrañás a tus nietos y ella sonríe por primera vez y te agarra del brazo con delicadeza como si fueras una anciana frágil y tonta. Te conduce hasta la mesa donde están el té y las medialunas. Tenés hambre y por eso aceptás comer. Además necesitás energía para escaparte, para volver a tu vida.

Cuando terminás, la mujer levanta los trastos y se pone a lavar. “Ya tiene el baño listo”, te dice sin darse vuelta y vos contestás dando las gracias. Caminás hacia el pasillo fingiendo conocer la casa. Al fondo está el baño y enfrentadas entre sí, dos habitaciones amplias y amarilleadas por el sol. Avanzás hasta meterte en una de las piezas y notás que en la puerta hay un cartelito de madera que dice “Cecilia” ¿No está claro que todo es una trampa? Vas al otro cuarto, das una mirada rápida a la cama de una plaza y media. Mirás la mesa de luz repleta de libros, al igual que la biblioteca de caño y cristal que tiene al lado. Necesitás pistas, necesitás más datos y tenés que ser rápida. Recorrés con los ojos la pared opuesta al ventanal y que recibe la luz directa de la mañana. Ves algo que te llama la atención: un cuadrito muy pequeño, un cuadrito con un dibujo que nunca habías visto: Un pañuelo blanco que parece envolver una cabeza ausente y que se cierra en un moño. Está delineado con tinta azul y por debajo tiene una leyenda. Sacás los anteojos que te habías guardado en el bolsillo de la camisa y te acercás para leer: “Nunca Más”. Todo te resulta muy raro, todo te parece incomprensible. Te tiemblan las manos, tenés poca fuerza pero necesitás pensar qué hacer. Volvés a la cocina, la mujer manilarga se prepara para salir “a hacer unas compras, pórtese bien y no toque la cocina que ya cerré la llave del gas”, te ordena y vos decís que sí, que vaya tranquila.

Otra vez sentís los tacones que se alejan, el chirrido de la puerta del ascensor y después el ruido limpio y metálico que hace al bajar. Caminás lo más rápido que podés, el cuerpo no te da y estás segura de que es por el miedo y la desesperación. Abrís el cajón, volvés a revolver y al fin encontrás las llaves. Te ponés un saco que encontraste colgado al lado de la puerta y volvés a buscar los anteojos en el bolsillo porque todavía no podés enfocar pero ya va a pasar, va a pasar cuando se termine esta locura, te decís. Subís al ascensor plateado y con luces rojas, nunca habías visto uno así, y pensás en los progresos que está viviendo tu país, pensás en La Plaza Patriótica y en la entrevista donde vas a contar todo esto; pensás en el abrazo que le vas a dar a tu nena, a tu Roxana. Apretás el botón que te lleva a la planta baja, salís esquivando a un grupo de gente que conversa al lado de la puerta. Salís a la calle, la luz del día te araña los ojos. En la vereda de enfrente hay un patrullero de lo más extraño, es un modelo que jamás habías visto pero eso no te distrae y corrés hacia él aunque las piernas te pesen como si recién hubieras salido del agua. Querés estar libre, estar con tu familia, tus amigos, tus cosas, ¿entendés lo que eso significa? Ahora hay un hueco en los recuerdos, te duele el cuerpo y estás en una habitación despoblada, fría. Le contás lo que te pasa a una chica que dice ser enfermera. Ella te mira con lástima y te llama “abuela”, le decís que esto se tiene que saber, que fuiste secuestrada. La chica está sentada frente a vos y no te cree, sonríe con tristeza cuando le decís que la chica está sentada frente a vos y no te cree ¿Cómo te sentirías, señorita enfermera, si querés volver a tu casa donde tu nena te espera y para eso tenés que inventar la forma de escaparte de esas dos mujeres que te vinieron a ver?: la de manos enormes y la pelirroja que ahora te está mirando con los ojos mojados y dice llamarse Roxana y dice ser tu hija. 

Más sobre el III Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz congregó a alrededor de 250 personas. Foto: Rodrigo Valero.
Acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’. Foto: Rodrigo Valero.

hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, convoca la tercera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, que incluye un primer galardón dotado con 3.000 euros y un segundo reconocimiento dotado con 1.000 euros. Además se establecen dos accésits honoríficos.

Los trabajos, de tema libre, deben estar escritos en lengua española, ser originales e inéditos, y tener una extensión mínima de 250 palabras y máxima de 1.500 palabras. Podrán concurrir todos los autores, profesionales o aficionados a la escritura que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad y lugar de residencia. Cada concursante podrá presentar al certamen un máximo de dos obras.

El premio constará de una fase previa y una final. Durante la previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará uno o más relatos que, a juicio de sus miembros, merezca pasar a la fase final entre todos los enviados hasta esa fecha. Los relatos seleccionados se irán publicando periódicamente en hoyesarte.com. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas y publicadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.

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Fechas clave

Apertura de admisión de originales: 10 de enero de 2022

Cierre: 24 de junio de 2022

Fallo: 10 de octubre de 2022

Acto de entrega: Último trimestre de 2022