Tejes y al poco rato desbaratas todo. Siempre supiste que no eres Helena de Troya, que no posees el hilo de Ariadna y no podrás escapar de tu laberinto.

Desde hace meses ¿o años?, esperar es un ritual, así como verte al espejo y contar las arrugas sobre tu rostro, las famosas patas de gallo y las comisuras de tus labios que, según los expertos, entre más pronunciadas denotan la edad.

Las tardes se marchan cada vez más presurosas, qué importan ahora su pronunciado color naranja, el índigo o el blanco de las noches lunadas si te puedes extraviar en los surcos infecundos de tu piel.

Hace cinco años aún dormías con…¡bah! Las damas no tienen memoria ¡estúpido dicho! Hay cosas que no vale la pena recordar o que bien son un pretexto para dejar entrar al alzhéimer, pero, ¿y cómo olvidar esos ojos cafés y aquella boca pequeña, la lozanía envidiable de su piel que se ungía a la tuya como aceite balsámico?

Tres puntadas, diez puntadas, y recuerdas, lo veías caminar de prisa buscando sus cosas antes de salir para la escuela, qué ironía, no pudiste tener hijos y buscaste alguien para suplir ese vacío, no importó y que importa ahora, nada importa, ser más grande que él por veinte años no tuvo nunca ninguna relevancia o eso creíste al principio, cuando aún podías sentir su cuerpo y su carne firme junto a la tuya.

Tres, diez, muchas puntadas deshechas. Y las lágrimas, como adolescentes precoces huyen de tus ojos sin poder controlarlas, haciéndote sentir ridícula, mira que a tu edad llorar por…y ¡carajo! Cualquier amante traicionado lloraría. Te confortas…tomas nuevamente tu tejido; una, diez, veinte, muchas puntadas, y continúas con los recuerdos, no te cabe la menor duda de que has envejecido.

Alguien toca a la puerta ¿y si es él quien llama? Tus piernas vuelven a tener el impulso de la juventud y caminas hacia la escalera, bajas aprisa, y el guepardo atrapado en tu pecho salta a cada escalón que bajas. Él encontrará todo en su lugar como cuando se fue, piensas, bueno algunas cosas ya no tanto.

Mientras  caminas, exclamas, el pasillo es largo. En el cristal opaco de la puerta se perfila una silueta, malditos sean los años, tus años. Giras la perilla, el sonido del seguro que se bota es como un botón que detona un océano de emociones, hacía tiempo que no te sudaban las manos, abres, y allí está él, pero qué extraño, sus ojos son más profundos, más oscuros, mayormente pronunciadas sus facciones, da lo mismo, lo que importa es que ha vuelto, tomas su mano que te contagia el frío, lo conduces hacia la mecedora dónde aguarda el montón de estambre sucio y gastado por el efecto de tejer y destejer, le muestras tu espera resumida en ese puño de hilo. Tú hablas, le cuentas de las noches insípidas y frías, él te escucha, te observa con un brillo en los ojos desconocido para ti. Te conduce hacia el lecho. Tu cuerpo es una bomba de tiempo… —te dije que volvería en la noche—, te recuerda.

Te vistes el pijama, sabes que es tu manera de reafirmar que todo será como antes, pero tienes frío y te acuestas, él se acerca, cubre tu cuerpo y mientras observas sus ojos permites que te robe el aliento.

Más sobre el Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocan la primera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’, dotado con 3.000 euros.

El certamen se desarrolla en una fase previa y otra final. Durante la previa, el viernes de cada semana, el Comité de Lectura selecciona el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha, publicándose el lunes siguiente en hoyesarte.com. Este es el caso de El Arte de urdir, decimosexto cuento seleccionado.

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