Baja las gradas con cierta premura. Tiene una cita de trabajo, y quiere estar antes de la hora. La puntualidad, en algunos lugares, es premiada.

Aún tiene ahorros para aguantar dos o tres meses. Tal vez un poco más si hace economías.

Pero prefiere no jugar con el tiempo, y por eso aplicó a esa plaza. No sabe de qué le ofrecerán, el anuncio no lo decía. Pero no le importa: se ha hecho promiscua laboral. Ha tenido toda clase de empleos y ya nada le sorprende.

Al pasar por la tienda le dan ganas de tomar una leche helada con chocolate. Se detiene, pero duda. Sigue su destino. Da unos pasos y la leche con chocolate persiste en su deseo. Se regresa, rápido. La compra y busca el camino de su cita de trabajo.

Prefiere caminar, porque los autobuses van atestados, y los hombres vulgares siempre aprovechan para acercarse y frotar sus penes endurecidos.

Como a veces no tiene tiempo de hacer ejercicios matinales, esas largas caminatas la ayudan a mantenerse en forma.

Todo el trayecto ella va distraída, no es que no se fije por dónde va. Solo pasa. No atiende a los hombres y a las mujeres que en cada esquina ofrecen las más inverosímiles mercancías.

Media hora después está en el lugar de la cita. Con tres minutos de antelación.

La hacen pasar a un salón amplio, que tiene como veinte sillas. Es la sala de espera de la empresa, supone. No vio ningún rótulo ni vigilantes. Solo una secretaria que atendía.

Es la primera en llegar, pero pronto los asientos se llenan. Quince mujeres y cinco hombres. Más o menos jóvenes. Obesas, flacas y tres bien proporcionadas. Los cinco son musculosos, recién salidos del GYM.

Ella es de las flacas. Bueno, no tan flaca, pero valora que las tres bien proporcionadas tienen más busto que ella, más caderas que ella. Piernas es con lo que ella se defiende.

Es la primera en entrar. Un hombre de mediana edad le pide que tome asiento. Es pelón y fibroso, cara ovalada. Quiere que le relate las funciones de sus tres últimos trabajos.

Cortes de lomo de aguja, pero me pasaron, a los meses, a riñones, porque el horario era más conveniente y porque me dijeron que tenía mano fina para desprender la membrana de los riñones. Sigue: Cuidé cinco arañas por dos meses, aunque había llegado a cuidar a un niño que adoraba a esos animalitos, pero como lo llevaron fuera del país esos dos meses, pues el papá quiso que me entendiera de las arañas.

También recolecté en basureros prótesis de pierna izquierda para reciclarlas. Un trabajo extraño, pero del que se aprende mucho.

El hombre la escuchó con atención y solo le preguntó por la alimentación de las arañas. Ella respondió que las arañas se la procuraban por sí mismas.

El pelón le dijo que la llamarían si les gustaba su perfil.

Sin embargo, no le dio la descripción del puesto.

Recorrió el mismo camino de regreso. Solo que ahora pasó comprando unos dulces de leche de burra a una anciana que estaba al paso. Se probó, en un tendido improvisado, una gorra negra, aunque no la compró porque su cabeza era pequeña y la que le gustó le quedaba bailando.

En su apartamento no tenía refrigerador. Solo cocina, una laptop y una colchoneta para dormir. El alquiler era bajo, pero si no conseguía un trabajo rápido, debía largarse.

Su último novio la había dejado cuando perdió el trabajo de cuidar las arañas. El muchacho no trabajaba y le convenía una mujer empeñosa, no una desempleada. Él se vanagloriaba de sus genitales y que con eso pagaba su manutención. A ella le daba lo mismo, compañía casual y un poco de calistenia sexual era lo que buscaba. Y eso es lo que tenía.

Desde que dejó la casa de su abuela, había intimado con varios hombres. Pero solo de algunos se acordaba. Al único que le había tomado cariño, un arquitecto que era diez años mayor que ella, un día le habló por teléfono y le confesó que ya no podía más, ‘la ficción ha terminado’, dijo, y que se iba a ir en un crucero a Bahamas y después no sabía lo que haría. Y desapareció.

Al día siguiente de la entrevista de trabajo, temprano por la mañana, el mismo pelón la llamó para decirle que tenía la plaza, que se presentara de inmediato. Pero vuele, niña, la conminó.

Salió de su apartamento a toda prisa, y de nuevo le dieron ganas de tomar una leche fría con chocolate. La compró. Buscó el camino. Justo en un semáforo, al cruzar la calle, atrás de ella, una anciana se resbaló y un tráiler que iba a toda velocidad la descuartizó entre sus llantas. Ya estaba en la acera de enfrente cuando giró para ver qué pasaba. Se quedó casi sin aliento. En un minuto, como si estuviera esperando el accidente, llegó una ambulancia, se llevó los restos del cuerpo de la anciana; después llegaron los bomberos y lavaron la sangre. El motorista se dio a la fuga, y tres minutos después la circulación de vehículos y de peatones se reanudó como si nada.

Llegó a su nuevo trabajo. Se trataba de cuidar tres carneros. Le dieron una boleta con las instrucciones y la dirección. Era cerca de allí.

Ocho horas diarias. Mucho más del mínimo.

Los animales eran mansos, pero asquerosos. Y ella debía atenderlos con esmero.

Unos minutos antes de terminar su jornada, estuvo pensando en la anciana atropellada, y un sentimiento de culpa la atenazó, porque pensó que, si ella hubiera ayudado a pasar la calle a la mujer, no hubiera muerto así. Otro día, tal vez, pero no en el momento que ella estaba presente.

No supo cómo ni por qué decidió lo que hizo. Solo lo hizo.

Buscó un cuchillo con mucho filo y degolló a los tres carneros, y salió calmada a buscar otro trabajo.

Más sobre el III Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz congregó a alrededor de 250 personas. Foto: Rodrigo Valero.
Acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’. Foto: Rodrigo Valero.

hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, convoca la tercera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, que incluye un primer galardón dotado con 3.000 euros y un segundo reconocimiento dotado con 1.000 euros. Además se establecen dos accésits honoríficos.

Los trabajos, de tema libre, deben estar escritos en lengua española, ser originales e inéditos, y tener una extensión mínima de 250 palabras y máxima de 1.500 palabras. Podrán concurrir todos los autores, profesionales o aficionados a la escritura que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad y lugar de residencia. Cada concursante podrá presentar al certamen un máximo de dos obras.

El premio constará de una fase previa y una final. Durante la previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará uno o más relatos que, a juicio de sus miembros, merezca pasar a la fase final entre todos los enviados hasta esa fecha. Los relatos seleccionados se irán publicando periódicamente en hoyesarte.com. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas y publicadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.

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Fechas clave

Apertura de admisión de originales: 10 de enero de 2022

Cierre: 24 de junio de 2022

Fallo: 10 de octubre de 2022

Acto de entrega: Último trimestre de 2022