Esa misma noche, una figura torva se desliza entre las sombras. Se acerca a la puerta del chalet y llama con los nudillos, intentando no romper la quietud reinante en la calle residencial.

-¿Qué desea? -pregunta una anciana desde el quicio de la puerta entreabierta.

-Buenas noches, señora, yo…

-Déjalo pasar, Lucía. Yo lo mandé llamar. -La voz de Parera llega a la puerta desde el interior-. Pase, Clavijo.

Juan Clavijo, hombre de espaldas anchas y baja estatura, sigue al anfitrión hasta su despacho.

-Tengo una esposa, Clavijo, que necesita urgentemente de sus servicios de… de… no sé cómo llamarlo… ¿Detective está bien?

-Llámelos como quiera. ¿Qué problema tiene su esposa?

-Un periodista está husmeando en sus asuntos. Va a acabar con mi carrera.

-Usted es el alcalde. Llame a la Policía Local. Es su policía.

-No puedo acudir a la policía. Me temo que los asuntos de mi esposa puedan ser turbios. Por eso lo llamé a usted. He tenido una premonición, y mis premoniciones siempre se cumplen. A menos que un hombre… un hombre como usted… se interponga, ese artículo se va a publicar y se llevará mi carrera por delante. -A Parera le brillan los ojos.

Es el sueño de un loco. Se llama delirio, no premonición. Pero es un loco que paga bien. Juan Clavijo necesita el dinero para pagar la pensión de alimentos de su hija y evitar la cárcel por impago. Recibe un adelanto y la promesa de una fuerte suma al finalizar el encargo.

Sigue discretamente a la esposa de Parera durante varios días. Rosa es directora de una ONG que distribuye alimentos a los necesitados y recibe generosas subvenciones del ayuntamiento que preside su marido. Por las mañanas, se desplaza a los supermercados de varias localidades de la comarca para supervisar la recolección de alimentos y posar sonriente ante los fotógrafos de la prensa. Por las tardes, durante los repartos de lotes a los necesitados, permanece en el almacén de la organización caritativa. Allí hacen cola los marginados de la sociedad. Recogen los alimentos que les entrega personalmente la mujer del alcalde, para que sepan a quien le deben gratitud. Juan Clavijo no divisa a ningún periodista ni a nadie que la sigue.

Pasa las noches vigilando el chalet del matrimonio desde su vehículo, discretamente estacionado al inicio de la calle. Una madrugada, Rosa se desplaza en coche hasta el almacén de la ONG. Juan Clavijo la sigue desde lejos y aparca en un lugar cercano. Observa cómo llega una furgoneta sin ningún distintivo que se aposta junto a la puerta de carga y descarga. Dos operarios se apresuran a llenar la furgoneta. Visten monos de trabajo de color azul oscuro, sin ninguna marca visible. Juan Clavijo toma fotografías con su cámara profesional, intrigado por la operación que se desarrolla ante sus ojos. Es la primera vez que ve a una furgoneta recogiendo alimentos en lugar de dejarlos. Una vez terminada la carga, uno de los hombres se acerca a Rosa y le entrega un sobre abultado. Juan amplía la imagen en su cámara y activa el flash para tomar fotografías nítidas. El repentino resplandor alerta a los operarios de su presencia. Rosa se sobresalta, deja caer el sobre al suelo y se marcha del almacén con rapidez. Juan Clavijo la deja marchar, prefiriendo seguir a la furgoneta hasta el lugar de la descarga, un conocido supermercado.

La noche siguiente, dando por terminado el encargo, regresa al chalet del alcalde para informar y reclamar el resto del pago acordado. Hay olor a lluvia en el aire.

Toca con los nudillos. Lucía abre la puerta y conduce al visitante sombrío al despacho de Parera, sin pronunciar palabra alguna.

-No debe temer a ningún periodista, Parera.

-Rosa cree haber sido fotografiada anoche.

-No hay ningún periodista, le repito. ¿Quiere que le cuente lo que sucedió ayer por la noche?

-No quiero saberlo, Clavijo. -Parera abre un cajón de su escritorio y saca un sobre. Dentro solo hay un par de billetes, y se los entrega al detective.

-¿Es una broma, Parera? Esto no es lo acordado.

-Me temo que el sobre nuevo que esperaba hoy no ha llegado. Le entregaré el resto en cuanto pueda, Clavijo.

-Otra forma de pagarme sería levantándome la suspensión de empleo y sueldo para permitirme reincorporarme a mi puesto en la Policía Local. Ya sabe que la denuncia de mi exmujer ha sido archivada por el Juzgado.

-No puedo hacer eso, Clavijo. El compromiso de mi partido con la lucha feminista no me lo permite. -Parera acompaña al detective hasta la salida-. Le pagaré en cuanto pueda, tiene usted mi palabra -dice antes de cerrar la puerta.

Ya empezó a llover. Juan Clavijo camina sin prisa por el sendero que conduce hacia la puerta exterior. Se detiene al llegar junto al coche de Rosa y se gira. Observa la silueta de Parera en la ventana iluminada.

-El compromiso con mis cojones -musita Juan Clavijo, escupiendo hacia el parabrisas mojado.

Al día siguiente, Juan Clavijo vende la información obtenida al periódico de mayor tirada de la ciudad. Este publica en primera plana la foto de la esposa del alcalde recibiendo un sobre por la venta de alimentos donados para la lucha contra el hambre. Cumplida la premonición, Parera se ve obligado a dimitir.