Me llaman desequilibrado –la palabra loco a estas alturas ya me provoca escozor en los pies; y por eso también me llaman loco– porque yo le aseguro a todo el mundo que nací de un frasco de chucrut, pues no creo en esa tontería del simple repollo. Me llaman desquiciado porque a veces hablo de más y digo que, por ejemplo, le tengo miedo a la oscuridad, porque en ella detecto el movimiento natural de los monstruos inofensivos que se esconden y toman negrura todo el tiempo, atentos al clic de la luz. Me llaman descerebrado o incoherente porque todos los días me compro naranjas con la esperanza de que sepan a peras maduras; me encantan las peras, mas no las naranjas. Varias veces he tenido problemas por detener a un niño transeúnte y pedirle que me llevara sobre sus hombros. Si tuviera cinco millones de dólares me compraría varios zoológicos, para soltar a los animales por las calles y recordarle a los edificios quienes estaban antes, cuando las únicas construcciones más o menos sofisticadas las hacían los castores, las hormigas, las abejas y los pájaros. Me llaman trastornado porque cada mañana me ducho con Coca-Cola, lo hago para que me sigan las moscas, para que no se me acerquen los que me llaman loco, los que no entienden que no hay nada como lavarse los dientes con un ventilador de techo en marcha (previa unción de las aspas con mayonesa rancia, que es lo que mejor disimula el mal aliento). Me llaman chiflado porque, en el último año, pronostiqué el fin del mundo más de 365 veces (en realidad no me refería a meteoritos, sino a la cosmovisión de los mosquitos, alguno de los cuales no alcanza a vivir más de uno o dos días). Si tuviera que elegir un color, antes preguntaría si de pie o sentado. De pie: el negro infinito noche. Sentado: el naranja día que comienza. Solamente a una cosa le tengo lástima: a las trompetas, tan útiles para gritar estupideces y, sin embargo, tan tontamente sopladas. A la hora de adquirir un televisor yo recomiendo también la compra de un martillo, por si el usuario hubiera nacido en el siglo XXI y, de un momento a otro, se enfureciera contra la televisión basura, que no es lo mismo que basural televisivo, sitio abstracto al que van a parar las ideas, las publicidades y las sitcoms que no prosperan. Una vez le pregunté a un terremoto –en medio de un terremoto– que por qué lo hacía; me contestó con un puente desbarrancado y con un silencio de lágrimas que viene durando hasta hoy. Tengo la manía de ponerle nombre de persona a todos los objetos de la casa, al salero yo le digo Eduardo, al jabón para la ropa le digo Ariel (y estoy seguro de que él está contento con ese nombre), a las pelusas de un rincón les he puesto Mercedes e hijas. Me gusta levantarme temprano, a eso de las dos de la mañana, porque a quien madruga… Pero también es cierto que soy de acostarme a las tres de la tarde, pues la noche se me va entera, me la paso mirando el cielo oscuro, por si se rompe (tengo la creencia estúpida de que si lo hace lo hará de noche, cuando muy pocos lo vean, para no asustar). Del tajo monumental o kilométrico del cielo brotará espuma blanca, blanquísima, y a la mañana siguiente se celebrará la fiesta mundial que se extenderá alrededor de ciento cincuenta años. Ahí estaré, disfrutando de una flamante cordura. Me llaman loco porque, si por mí fuera, desparasitaría perros de cerámica una vez cada seis meses. Me llaman loco porque, si por mi fuera, los sábados por la mañana yo me ganaría la vida paseando perros de cerámica, evitando, claro está, toda riña entre perros de cerámica, tampoco es cosa de andar barriendo los restos de un mal comportamiento canino. Me llaman loco porque, la última vez que encontré la basura destrozada en la puerta de mi casa, fui a lo del vecino y toqué timbre. Ellos tienen un perro de cerámica: Tobías. Estuvimos discutiendo hasta el cansancio.

Más sobre el Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocan la primera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’, dotado con 3.000 euros.

El certamen se desarrolla en una fase previa y otra final. Durante la previa, el viernes de cada semana, el Comité de Lectura selecciona el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha, publicándose el lunes siguiente en hoyesarte.com. Este es el caso de Me llaman loco, vigésimo cuarto cuento seleccionado.

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