El volumen revela de manera muy clara el apoyo infatigable que desplegó la poetisa chilena hacia el exilio español. Mistral, que vivió en Madrid entre 1933 y 1935 como cónsul de su país en España, tejió una sólida red de apoyo con intelectuales españoles abocados a abandonar el país.  

Antologado por Francisca Montiel Rayo, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en la obra de Mistral, el nuevo Cuaderno reúne cincuenta misivas –la mayoría nunca publicadas– escritas por Teresa Díez-Canedo, Maruja Mallo, Ana María Martínez Sagi, Margarita Nelken, Victoria Kent, Zenobia Camprubí, María Zambrano y María de Unamuno a Gabriela Mistral, además de recopilar más de quince cartas inéditas de la gran poetisa. El conjunto constituye un vívido fresco de una época convulsa que revela la red iberoamericana de apoyo que se fraguó y la filantrópica personalidad de la Nobel chilena. 

Como apunta Francisca Montiel, “muestran la sonoridad, amistad y solidaridad que reinaba en las relaciones entre la escritora chilena y las intelectuales españolas y que guardó meticulosamente en su archivo, que actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional de Chile”.

Para Javier Expósito, responsable literario de Fundación Banco Santander, el libro cobra una especial relevancia en momentos de pandemia pues el «espíritu filantrópico que desprende es un ejemplo en los tiempos que vivimos, porque habla de la esperanza en momentos de dificultad».

Detrás de cada encabezamiento “Querida Gabriela…” las remitentes se manifiestan sin medias tintas para pedir ayuda de cara a encontrar trabajo, establecer relaciones en sus países de acogida o, sencillamente, comentar sus preocupaciones y encontrar palabras de consuelo.  

Sin medias tintas

Por ejemplo, Teresa Díez Canedo, casada con el impulsor del Colegio de México, le escribe: «En realidad, la intranquilidad reina por toda la Tierra, época mala, la que nos toca a los viejos, y la que toca a los jóvenes y a las criaturitas, que solo alegría dan con su inocencia sabia».  

Mistral le responde: «Semana a semana me ocupo de la gente que está de este lado de los Pirineos. Mi libro ha dado hasta hoy unos treinta mil francos, que Victoria Kent ha distribuido entre los niños salidos a última hora, y entre algunos maestros».  

O María Zambrano, que le cuenta como durante su estancia en Chile un grupo mujeres le regaló un ramo de espigas que guardó hasta que se marchó de España. Esas espigas las enterró en la frontera antes de irse a Francia. «!Quizá haya germinado y algún grano de trigo de su tierra brotara en la mía, tan dolorida!… Quisiera decirle que Dios la guarde. Pero Él la ha guardado desde siempre. Téngame por alguien que ha de quererla siempre, aunque no la vea”, escribe la filósofa. Mistral responde: «Hoy, que veo yo Europa más dañada que nunca, más desgarrada en sus vísceras vitales, se me agrandan enormemente la virtud y las virtudes criollas».

“Parece que el mundo no va para mejor y nada sabemos aún del futuro próximo. Por esto mismo hay que endurecerse un poco y coger piel de marinero…”, le escribe Gabriela Mistral a Margarita Nelken en una de las cartas inéditas que integran un volumen sin desperdicio que incluye dos semblanzas realizadas por la poetisa sobre María Enciso y Victoria Kent, de la que Mistral afirma: «Amaba España con conocimiento y amor de criatura española, le dolía la miseria del pueblo español y protestaba de ella y de tantas cosas españolas».

De mujer a mujer. Cartas desde el exilio a Gabriela Mistral (1942-1956) da fe, como apunta Francisca Montiel, de los desconsuelos y penosas circunstancias que tuvieron que atravesar estas intelectuales de nuestro siglo XX, que vieron y tuvieron en la poetisa chilena solidaridad, comprensión, amistad y una fuente de ayuda inestimable. “Mistral era un bálsamo emocional que les proporcionó, en muchas ocasiones, el alivio anímico que les hacía falta».