“El director del parque zoológico resultó ser un trepa. Trataba a los animales como simples peldaños de su carrera. Tampoco le preocupaba el papel que la institución que regentaba debía desempeñar en la formación de la juventud. En su zoológico, la jirafa tenía el cuello corto, no había ni una triste madriguera para el tejón y las marmotas, indiferentes a todo, silbaban sólo muy de vez en cuando y de mala gana”.

Así iniciaba el primero de los textos que integran El elefante (1991), cuarenta y dos piezas de un humor punzante y poético en las que habla, con lucidez e ironía que apabullan, de temas tan diversos como la educación, la historia, la libertad o el arte.

Sorpresa

“Casi siempre la muerte es una broma de mal gusto”. La suya parece hacerse eco de esta frase del propio Mrozek pues nadie esperaba este repentino final tras haber recibido el alta hospitalaria el pasado viernes tras una intervención quirúrgica menor. “Tranquilos, de momento no pienso marcharme”, les había dicho a sus allegados hace apenas unos días ante la perspectiva de su visita al quirófano. En fin…

Satírico siempre, Slawomir Mrozek es, con Ionesco y Dürremat, uno de los nombres claves del llamado teatro del absurdo que se dio a conocer en los años sesenta con obras tan innovadoras como Tango, cuya versión estrenada en Madrid le valió en 1970 el Premio El Espectador y la Crítica y, posteriormente, Los emigrantes, un drama escenificado por Wadja que sería llevado al cine.

Antes de hacer de la escritura profesión, estudió arquitectura, historia del arte y cultura oriental. Luego se metió “en el duro oficio de ganarme la vida”, comenta en sus recientemente publicados Diarios, como periodista y dibujante satírico. “Lo del dibujo me acompañará siempre, pues es una forma de decir lo que quiero sin levantar demasiadas ampollas”.

Dos facetas

Ya antes de cumplir los treinta tenía claro que la literatura era su destino y desdobla su actividad en dos facetas, la ya comentada de autor dramático -que le reportó reconocimiento universal-, y la de narrador. Escribe, a modo de relatos cortos, cuentos muy breves y microrrelatos, en donde descarga una actividad crítica llena de humor pero muy corrosiva. Esa forma libre y ácida de exponer lo que su conciencia le dicta le provocó algunos problemas y, de hecho, le obligó a vivir en diferentes países.

Le gustaba definirse como “ciudadano del mundo atento a lo que en el mundo pasa”. Lo fue y lo hizo. Por ejemplo, en 1968 cuando escribió una demoledora carta abierta contra la ocupación soviética de Checoslovaquia.

Tras abandonar Polonia en 1963, regresó en 1996 y a comienzos del presente siglo dejó definitivamente su país natal. Ha vivido en Italia, Alemania, México y Francia, en donde se había instalado y en donde “seguramente la de negro vendrá a echarme el lazo”; y así, en Niza, ha sucedido.

En castellano

Habitual en las quinielas del Nobel, Mrozek fue distinguido por el conjunto de su obra con el Premio Estatal Austríaco para Literatura Europea en 1972 y con el Premio Kafka en 1987. En 2003 fue condecorado con la Legión de Honor por su contribución a la cultura francesa.

En castellano, además de El elefante, la editorial Acantilado ha recuperando sus principales obras narrativas como Juego de azar, La vida difícil, Dos cartas, El árbol, Pequeño verano, Huida hacia el sur, y La vida para principiantes, una antología temática de su obra con ilustraciones del propio autor.

Fiel ha su estilo, flotan en el aire sus imperecederas palabras: “La tierra tiene forma de cabeza. ¿Quién se la ha llenado de pájaros?”