Talento precoz, lleva ya cuatro décadas grabando y ampliando las fronteras de un universo propio cuyo verdadero punto de partida –para el gran público– fue aquel glorioso Debut, que este verano cumple 25 años. Aunque sus discos acaparan cada vez menor atención y sus nuevas canciones no son tan radiables como en los noventa, a sus 52 años esta rebelde nacida en Reikiavik, hija de una activista hippy y un electricista de ideas conservadoras, sigue siendo el personaje más popular de Islandia fuera de Islandia… y uno de los más estrafalarios de la farándula internacional. Una de las pocas extraterrestres que le quedan al pop. O la tomas o la dejas. Con ella no hay término medio.

Disco

Utopia

Su retorno discográfico funciona como reverso de su elepé anterior, Vulnicura (2015), marcado por la separación del padre de su hija. La música suena ahora más luminosa y el protagonismo de las flautas contribuyen a que ésta sea su sinfonía más bucólica y pastoral (que no convencional). Estamos ante una Björk con energías renovadas pero con pocas ganas de entregar estribillos pegadizos y con muchas ganas de seguir abonada a la vanguardia trabajando con colaboradores punteros como Arca, el último mago de los sonidos electrónicos. Con él acierta de pleno en esa búsqueda de un lugar utópico en el que tecnología y naturaleza se dan la mano en armonía. No hay ningún hit inmediato pero sí unos cuantos temas que crecen con cada escucha, caso de Arisen my senses o Blissing me.

 

Canción

Venus as a boy

En su libro Escucha esto (Seix Barral, 2012), Alex Ross cuenta que Björk atesora el secreto canoro de las grandes divas de la ópera, que consiguen la afinación más precisa sin sacrificar un ápice de fuerza y sentimiento. “Si pones mucha emoción en tu voz, perderás fácilmente el control de la afinación. Si te centras en la afinación, te resultará difícil transmitir emoción”. Pues la islandesa, cual María Callas del pop electrónico, consigue la cuadratura del círculo y sabe gritar como pocas sin perder jamás el compás. Ejemplos de ello lo encontramos en toda su discografía: desde su single más celebrado –Birthday– al frente de la banda The Sugarcubes hasta su reciente Utopia; pero si a la exhibición vocal sumamos el encanto del descubrimiento, entonces nada supera el impacto de sus primeros éxitos: Human behaviour, Big time sensuality o la irresistible Venus as a boy.

 

Videoclip

It’s oh so quiet, de Spike Jonze

Artista de los noventa, Björk concibe el videoclip como un elemento esencial en la difusión de su obra. Ha cuidado siempre con celo extremo este recurso y no ha habido genio de esta disciplina que haya escapado a su radar: de Michel Gondry (Hyper-ballad) a Chris Cunningham (All is full of love) pasando por Jean-Baptiste Mondino (Violently happy) o Spike Jonze, que con esta colaboración de 1995 anticipó una conexión de la islandesa con los musicales que iría a más cinco años después al protagonizar su primera y única película.

 

Película

Bailar en la oscuridad, de Lars Von Trier

No es difícil imaginar hasta dónde acabó Björk de Lars Von Trier para no volver a pisar un plató desde aquel rodaje. Ni el premio a la mejor actriz del Festival de Cannes (2000) parece haber sido un estímulo para meterse en otro proyecto. Esta historia de una madre soltera que trabaja en una fábrica de un pueblo estadounidense, ama los musicales clásicos y está perdiendo la vista es uno de esos dramones que camina entre lo ridículo y lo sublime, con igual capacidad para apasionar a unos y horrorizar a otros. En cualquier caso, uno de los grandes éxitos del cine danés y el primer clásico del siglo planeado para provocar en el espectador un bajonazo anímico de efecto prolongado.