Barenboim ha agradecido en Madrid que se celebren conciertos de este tipo porque, según sus propias palabras, «la música es una actividad que cada vez vive más sobre una torre de marfil», en referencia a las dificultades que tienen los jóvenes que pretenden formarse musicalmente. Para el maestro, éstos están en una situación difícil para ver la dimensión de la música y por eso cualquier concierto es positivo. «La gente no debe tener miedo a disfrutar de la música. La música es de todo menos elitista y los únicos que dicen que lo es son los políticos, que no entienden nada de nada, y que lo único que quieren es no tener que soltar el dinero».

Edward Elgar

En el concierto madrileño, además de conocidas obras de Wagner y Verdi, también se interpretó la Primera Sinfonía de Elgar, «un compositor muy cercano, muy importante, que no ha obtenido el reconocimiento universal que se merece», ha señalado el maestro. «Él era católico en la Inglaterra de principios del siglo XX y esto no era mejor que ser judío».

«La obra se estrenó en Düsseldorf, en presencia de Richard Strauss, que declaró que Elgar era el mejor compositor contemporáneo del mundo, aunque intuyo que esas palabras también fueron una forma de criticar a Mahler». Así, Elgar se convirtió en un compositor adorado en Alemania y casi olvidado en Inglaterra, aunque más tarde cambiarían las tornas. «Ahora sigue siendo un compositor interpretado sobre todo por directores y orquestas inglesas», ha matizado.

En relación a Elgar y a otros compositores que suelen programarse en la actualidad, Barenboim ha explicado que «los músicos a veces se equivocan, los críticos también se equivocan, pero el público a largo plazo nunca. Nada más hay que darle tiempo, tal y como sucedió con Mahler». Sí ha afirmado que el público se equivoca a corto plazo porque a veces no profundiza cuando hay obras contemporáneas. «De hecho, el problema de la ejecución de la música contemporánea es que no hay posibilidad de familiaridad ni para el público ni para los músicos. A veces somos esclavos de la política cultural y hacemos estrenos cuando es más interesante la tercera y la cuarta ejecución de las obras».

Nuevo disco

El próximo septiembre, Deutsche Grammophon publicará en España un doble CD con la grabación en directo de los dos conciertos para piano de Brahms interpretados por Barenboim al piano y la Staatskapelle Berlin bajo la batuta de Gustavo Dudamel. Hace ya casi 50 años que el músico argentino-israelí grabó sus primeros Conciertos de Brahms. Reconoce que los ha grabado muchas veces, y que había perdido cualquier ambición de volver a hacerlo, pero la relación entre la orquesta y Dudamel, desde el principio extraordinaria, muy cercana, unido a que le tiene mucha simpatía personal hizo que cuando surgió esta idea él dijera que sí.

«Gustavo es de un talento excepcionalísimo. Es uno de los grandes del siglo. Tiene una buenísima preparación y empezó a dirigir cuando tenía 13 años. Tiene una curiosidad muy sana y es un director que sabe ver lo que la orquesta le ofrece».

Incansable

Con 40 conciertos programados hasta finales de año, la pregunta del millón es cómo Barenboim, a punto de cumplir los 73 años de edad, pueden abarcar tanto y siempre a un nivel tan alto. «Hago muy pocas conferencias de prensa y eso me deja un montón de tiempo para hacer otras actividades», ha respondido a modo de broma a los medios congregados en el Teatro de la Zarzuela. «En realidad siento que esto no es trabajo. Hago realmente lo que me apasiona. Con todas las pasiones el peligro más grande es la exageración y sí es verdad que a veces se me va un poco la mano y hago demasiado».

Su actividad principal ahora es la creación de la Academia Barenboim-Said que comenzará a andar en octubre de 2016, aunque este año tendrá ya algo parecido a un primer curso piloto. «Es una academia experimental para jóvenes músicos de oriente próximo principalmente y será un lugar en el cual se va a estudiar música de manera diferente. Entre otras cosas, allí van a tener dos mañanas enteras a la semana dedicadas a la educación filosófica, en las que van a tratar conceptos importantes. El primero, por ejemplo, será qué es el conocimiento. Espinoza hablaba de tres grados del conocimiento: la información, la observación y el tercero, el verdadero conocimiento, que llega cuando se puede explicar el porqué y el para qué. Todo esto hoy es más importante que nunca porque la información está en todas partes».

Para el maestro la libertad también conlleva un ejercicio de responsabilidad. «Cuando no hay un sentido de la responsabilidad se entran en situaciones enfermizas como la nostalgia que hay, tanto en Rusia como en Estados Unidos, de la Guerra Fría. Quiero que los chicos de la academia se puedan enfrentar a todo esto para ser mejores músicos».

¿Griegos y alemanes?

Barenboim, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por la creación, junto al escritor estadounidense de origen palestino Edward Said, de la West-East Divan Orchestra, una formación integrada por jóvenes músicos israelíes y palestinos, ha sido preguntado sobre la posibilidad de una orquesta entre griegos y alemanes, ante la comprometida situación europea actual.

Entre bromas ha respondido que «desde luego no con disciplina griega y pasión alemana», para luego, ya más serio, explicar que la música no se puede utilizar. «Es una idea que nos halaga mucho en la West-East Divan pero no va a traer la paz. La paz necesita otras cosas: justicia, aceptación del otro… La música está para servir, lo que pasa es que tiene una fuerza interior que puede inspirar a la gente a hacer cosas que sin la música no serían posibles. Es una combinación perfecta de todo lo que es emocional y racional».

Para él la música tiene algo de espiritual aunque se exprime a través de un medio físico que es el sonido y que depende de leyes físicas. «Al tener un contenido espiritual que se puede exprimir físicamente le da una fuerza enorme y esto es lo que permite vivir en la música cosas que no podemos vivir sin ella. Por ejemplo, la muerte. La música nos da los instrumentos para ir más allá de las limitaciones del ser humano. Por eso puede inspirar tanto».

Así, para el maestro, una orquesta de jóvenes griegos y alemanes podría ser un ejemplo extraordinario. Quizás no resolvería el problema económico, pero sería un gesto importante. «La crisis de Grecia, y eso lo he aprendido de la música, no es sólo una crisis económica. Es una crisis cultural».