La compañía Taiat, integrada por las bailarinas Meritxell Barberá e Inma García, apuesta desde su creación por la contemporaneidad, utilizando los nuevos códigos en el lenguaje del movimiento y trasladándolos a la escena. El riesgo que implica adaptar este clásico con un lenguaje de cuerpo puramente contemporáneo se diluye a la hora de abordar el concepto universal que El lago de los cisnes propone: la búsqueda del amor.

Aquí, para Taiat viene el trabajo de "límite" que va a plantear, el montaje coreográfico adaptado en toda su esencia a las notas musicales, tal y como se trabajaba en el repertorio clásico. De modo que se plantea un trabajo conceptual ilimitado al tratarse del sentimiento profundo que implica el amor, sus consecuencias que escapan a cualquier control, pero por otro lado, la frontera que supone limitar el movimiento a una composición musical dada en código actual de danza.

Repertorio clásico

El límite, la formalidad de la composición decimonónica vuelve a enmarcarse aquí en el límite espacial, contextual, coreográfico y físico que las coreógrafas ofrecerán en su adaptación.

El clásico original, que se estrenó por primera vez en 1877, ha tenido múltiples versiones y fue la interpretación de Marius Patipa y Lev Ivanov la más conocida y casi definitiva en 1895, aunque no la última. Taiat plantea una transformación estilística y formal con la elección de varios pasajes que no se corresponden, en ocasiones, con el montaje original.

Se van a rescatar a sus personajes principales, el príncipe Sigfrido, el cisne blanco Odette, el despiadado cisne negro Odile y el malvado mago Rothbart. A través de cuatro bailarines, las coreógrafas plantean el amor imposible entre Sigfrido y Odette, la idea del amor y enfermedad, sensatez y demencia, pasión y arrepentimiento a un simple paso.