El filme repasa a lo largo de sus 77 minutos el testimonio de 19 valientes que se han atrevido a contar la historia de la música tradicional castellanoleonesa, y no sólo a contarla, sino a dedicar su vida a preservarla y mantenerla viva.

Estos músicos valientes son Muela, Eliseo Parra, el propio Jaime Lafuente, el dúo Tarna, María Salgado, la orquesta Coetus, el dúo Candeal, el grupo Ringorrango, Gonzalo Pérez Trascasa, el dúo Fetén Fetén, Paco Díez, Carlos Soto, los grupos Mayalde y El Naan, Alberto Jambrina, Pablo Madrid, Joaquín Díaz, Miguel Manzano, el Nuevo Mester de Juglaría y el grupo Hierba del Campo.

A lo largo de este exhaustivo trabajo de documentación aparecen varios clichés con los que jugamos los castellanoleoneses, ese concepto de música culta y alta cultura, y de aquella que surgía como modo de evasión en los campos amarillos de la España profunda que se ha desentendido de orgullos, imposiciones o alardes de grandeza… De una población menguante, silenciosa y trabajadora.

“Si tú te avergüenzas de algo estás cediendo el terreno a aquel que presume de ello”, se afirma en una de las entrevistas. Se plantea la pregunta: ¿es nuestra música folclórica in-culta? Al contrario, ¡FOLK! sitúa a la música como la guardiana de nuestra identidad y de nuestra propia espiritualidad, superando el concepto de tradición como lastre arcaico que nos impide avanzar: «La tradición que no evoluciona no es tradición, es arqueología», resuelve el etnógrafo Joaquín Díaz. «Me gustan las jotas y toco el violín. ¿Por qué no puedo ser honesto haciendo las dos cosas?», se plantea Diego Galaz, de Fetén Fetén. 

El documental plantea también la mejor manera de adecuar la música castellanoleonesa a la realidad actual, en esa en la que vibran sus arpas y soplan sus trompetas. Un futuro quizá marcado por la hibridación, la evolución… Una bien entendida fusión en la que distintos tipos de música, estudiados e interiorizados, encuentran la forma de unirse para crear algo nuevo.

Pero la mezcla no es el único camino para asegurar la supervivencia de nuestro folklore. Hay conservadores, hay transgresores y, sobre todo, hay músicos que viven para mantenerlo respirando, defendiendo, al tiempo, nuestra propia historia. Aunque, bien es cierto, no hay que ser pesimista: “Como no lo defendamos nosotros nadie lo va a hacer, pero es en esa eterna lucha en la que lo mantenemos vivo”.

Porque en la medida en que sigamos dialogando sobre lo que somos, sobre lo que hemos perdido o sobre lo que no debemos dejar ir, nuestra música continuará respirando a través de sus instrumentos y cantos.