Janis Joplin y Leonard Cohen se conocieron una noche de 1968 en un ascensor del Hotel Chelsea de Nueva York. Janis le dijo al cantautor que estaba buscando a Kris Kristofferson. Como el canadiense reconocería años después, le dijo a la cantante: «Querida, tienes suerte, yo soy Kris Kristofferson». A Janis le debió hacer gracia la respuesta, porque acabaron pasando la noche juntos. Aquel encuentro inspiró a Cohen la canción Chelsea Hotel #2.
Que alguien como Leonard Cohen quisiera ser Kris Kristofferson dice mucho del carisma de aquel cantante de country, alto y de rostro pétreo. En el fondo, muchos quisimos ser Kristofferson, un hombre de un talento excepcional, capaz de componer algunas de las baladas más hermosas escritas en el lenguaje de Shakespeare y de destilar, pese a su aparente inexpresividad, un magnetismo indomable en sus apariciones en el cine.
En 1992, durante un concierto de tributo a Bob Dylan en el Madison Square Garden, ocurrió un episodio que puede darnos una idea de su aura rebelde. Días antes de esta actuación, la cantante Sinéad O’Connor había hecho pedazos una foto del papa Juan Pablo II durante una actuación en directo en el programa Saturday Night Live (1975-) como protesta por la complicidad de la Iglesia Católica en los abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes. Cuando la cantante salió a actuar en el homenaje a Dylan, el público comenzó a abuchearla, no pudo interpretar la canción programada y gritó la canción War, de Bob Marley, para reiterar el motivo de su protesta. Al abandonar el escenario, Kristofferson abrazó a la cantante y le dijo una frase que bien podría haber pronunciado uno de los cowboys que interpretó en la gran pantalla: «No dejes que esos cabrones te hundan».
Kristofferson siempre estuvo dispuesto a desafiar las reglas del sistema. En un lugar tan conservador como Nashville, la cuna de la música country, era considerado un rebelde simplemente por llevar el pelo largo y vestir con vaqueros. Él representaba el relevo generacional de un estilo que siempre reivindicó: «Para mí el country es la música soul de los blancos. Trata de cosas reales como emborracharse, ser infiel, el sexo, cosas de las que no se habla en la música pop». Una de sus canciones más conocidas, Me and Bobby McGee, comienza con una frase que es toda una declaración de intenciones: «Si suena a country es porque eso es lo que es, es una canción country».
Kristofferson nació en el seno de una familia de militares en Brownsville, Texas, en 1936. Trató de introducirse en la escena folk de comienzos de los sesenta, pero sus grabaciones no fueron a ninguna parte. Se casó y se alistó en el Ejército. Tras hartarse de la vida militar, comenzó a componer canciones para otros artistas, que tampoco tuvieron demasiado éxito.
Una de sus primeras composiciones en destacar fue Vietnam Blues, que pretendía responder a las canciones protesta de la época mostrando el punto de vista de los soldados. Kristofferson acabaría renegando de la canción, que interpretaría Dave Dudley, a medida que sus ideas políticas viraban hacia una mirada mucho más progresista y comprometida. Con el tiempo criticaría el intervencionismo estadounidense en Nicaragua y el Golfo Pérsico, denunciando que la inversión militar fuera mayor al gasto nacional en educación y llegando a comparar el sistema bipartidista estadounidense con la Alemania nazi.
Kristofferson fue uno de los primeros músicos de Nashville en demostrar afinidad por el rock. Sus canciones hermanaban el acercamiento a la clase trabajadora del country más tradicional con el romanticismo del folk urbano y el estilo cerebral y políticamente comprometido del rock de la era de los hippies. Imbuyó al country de relevancia social, pero siempre fue modesto respecto a su contribución al género: «Todo lo que he escrito ha sido un intento de seguir los pasos de los mejores compositores de country que he conocido, como Hank Williams, Johnny Cash, Willie Nelson, Roger Miller, Merle Haggard y Bob Dylan… Realmente no creo que mis canciones sean diferentes de lo que Willie estaba componiendo, o Big River, de Johnny Cash. Sigo queriendo poder llegar a escribir una canción como Big River«.
Cash, otro rebelde de la música country, tuvo mucho que ver con su salto a la fama. Por aquel entonces, Kristofferson estaba divorciado y se pasaba el día bebiendo. Los domingos por la mañana eran un infierno para él, porque todo el mundo estaba con sus familias y los bares no abrían hasta la una. Aquello le inspiró para componer el tema Sunday Mornin’ Comin’ Down.
Kristofferson trabajaba de conserje en Columbia Records, donde podía ver a su héroe, Johnny Cash, en acción. Aunque le dijeron que sería despedido de inmediato si trataba de pasar sus composiciones a los artistas, decidió arriesgarse y le dio unas demos a June Carter, la mujer de Cash, en el aparcamiento del estudio. «Le di a Johnny Cash todas las canciones que había escrito», recordaría años después. Cash cantó Sunday Mornin’ Comin’ Down en su programa de televisión, negándose a cambiar la palabra «stoned» (que podía significar tanto borracho como drogado) por «home» (hogar), y llegó al número uno de las listas.
Cuando publicó su primer disco, Kristofferson, en 1970, ya era uno de los compositores más reconocidos del género. En el LP alternaba canciones más propias de un disco de rock psicodélico, como The Law Is for the Protection of the People o Blame It on the Stones, donde se burlaba de la tendencia de los medios de comunicación a demonizar al grupo de Mick Jagger, con algunas de las baladas más bellas del country, que no tardarían en ser adaptadas por artistas consolidados. Ray Price cantó For the Good Times y Sammi Smith hizo una version femenina de Help Me Make It Through the Night.
Me and Bobby McGee, probablemente la mejor canción de su debut, tendría una versión country a cargo de Roger Miller antes de que Janis Joplin la hiciera suya. El tema se publicó poco después de su prematuro fallecimiento, convirtiéndose en un éxito pop y probablemente la canción más recordada de la artista. Janis era amiga de Kristofferson. Su muerte hizo que se desencantara de la industria musical, de la que se iría alejando para centrarse en una nueva carrera cinematográfica.
En la gran pantalla interpretaría a un traficante en la película de Bill Norton Cisco Pike – La policía y la droga (Cisco Pike, 1971), acompañado por Gene Hackman. El mítico realizador Sam Peckinpah aprovechó su aura rebelde para que encarnara al forajido adolescente por excelencia, Billy el niño, en el wéstern maldito Pat Garrett y Billy el Niño (Pat Garrett and Billy the Kid, 1973), un largometraje mutilado en el montaje estrenado en cines y recuperado años después como una obra maestra del wéstern crepuscular.
En esta película coincidiría con Bob Dylan, quien además de interpretar un papel compondría la banda sonora, incluyendo el clásico Knockin’ on Heaven’s Door. Kristofferson volvería a colaborar con Peckinpah en dos películas: la incomprendida Convoy (1978) y la genial y vehemente Quiero la cabeza de Alfredo García (Bring Me the Head of Alfredo Garcia, 1974).
Aunque el aire despreocupado e indómito que transmitía era perfecto para el wéstern, también se embarcaría en otros géneros. Encabezaría el reparto de Los días impuros del extranjero (The Sailor Who Fell from Grace with the Sea, 1976), la adaptación de la novela de Yukio Mishima El marino que perdió la gracia del mar, llegando a promocionar la película con una sesión de fotos para Playboy donde aparecía desnudo junto a su compañera de reparto, Sarah Miles.
Con Barbra Streisand protagonizaría el remake Ha nacido una estrella (A Star Is Born, 1976), por el que ganaría el Globo de Oro. También participaría en el drama feminista de Ellen Burstyn Alicia ya no vive aquí (Alice Doesn’t Live Here Anymore, 1974), a las órdenes de Martin Scorsese. El director italoamericano incluiría un guiño al cantautor en su obra maestra, Taxi Driver (1976), haciendo que la Betsy interpretada por Cybill Shepherd le dijera al Travis Bickle encarnado por Robert De Niro que le recordaba a la letra de la canción de Kristofferson The Pilgrim, Chapter 33.
John Huston también se dejó seducir por su talento musical e incluyó su canción Help Me Make It Through the Night en ese fabuloso relato de perdedores del ring y de la vida que es Fat City, ciudad dorada (Fat City, 1972).
El estrepitoso fracaso comercial del ambicioso wéstern La puerta del cielo (Heaven’s Gate, 1980), en parte debido a la megalomanía de su director, Michael Cimino, hizo mella en su carrera cinematográfica, y acabaría refugiándose en las siguientes décadas en papeles secundarios, en superproducciones como Blade (1998) o El planeta de los simios (Planet of the Apes, 2001), y en películas independientes más interesantes, como la excelente Lone Star (1996), de John Sayles.
Nunca dejó de lado la música, tanto en solitario como con su pareja, Rita Coolidge, o con el supergrupo country The Highwaymen, formado por Johnny Cash, Waylon Jennings, Willie Nelson y él mismo. Como compositor, sus canciones también han sido interpretadas, entre otros, por artistas de la talla de Brenda Lee, Jerry Lee Lewis, Dylan, Isaac Hayes, The Everly Brothers, Roy Orbison o Roger McGuinn.
El legado musical de Kristofferson es inmortal. Para entender sus canciones solo hace falta haber estado abajo. Como dice la letra de una de sus mejores composiciones, From the Bottle to the Bottom: «¿Has visto alguna vez a un hombre hundido, despertándose solo, sin una manta para protegerse del rocío? Cuando la humedad de las malas hierbas ha empapado el papel que lleva en los zapatos para evitar que se le meta la tierra. Y su futuro está tan vacío como los bolsillos de sus pantalones, porque ni uno de sus sueños se ha hecho realidad. Así es como llevo sintiéndome desde el día que empecé a caer de la botella al fondo, taburete a taburete, aprendiendo cómo se vive tras perderte».