Coincidiendo con la celebración del 50 aniversario de su lanzamiento (aunque en realidad el álbum se editó a finales de 1970), este mes de abril se pone en circulación una abrumadora reedición del primer disco de John sin los Beatles, la obra maestra de su carrera en solitario. John Lennon/Plastic Ono Band – The Ultimate Collection es una edición de lujo (seis discos compactos y dos DVD) que, además de las mezclas originales, incluye otras nuevas de todas las canciones, grabaciones inéditas, extractos de algunos de los ensayos o conversaciones informales en el estudio. Además, la edición incluye un libro de casi doscientas páginas con abundante material gráfico y notas a cargo, entre otros, de la propia Yoko Ono, que ha seguido muy de cerca la producción. Mucho más que excesivo para el gran público, para los aficionados más meticulosos y fetichistas se trata de un verdadero festín.

John había conocido a Yoko Ono, una artista de vanguardia hija de una de las familias más ricas pero también más progresistas y singulares de la sociedad japonesa, cuando ésta inauguró una exposición en la galería londinense Indica en noviembre de 1966. A ella acudió un Lennon escéptico pero curioso ante las supuestas novedades de la sugerente artista, recién establecida en la capital británica.

Aunque, como relata Philip Norman en su estupenda biografía John Lennon -Anagrama, 2009-, Yoko se sintió atraída por el Beatle (del que hasta entonces apenas había oído hablar) desde su primer encuentro, no puede decirse que aquello fuera un flechazo. Sus respectivos matrimonios habían vivido tiempos mejores, pero John seguía casado con Cynthia Powell, madre de su primer hijo Julian, y Yoko con el cineasta y promotor de arte Anthony Cox. Y 1967, el año de la grabación y lanzamiento del excelso y complejo Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, fue particularmente intenso para los Beatles, a pesar de que hacía un año que, ante la creciente sofisticación de su música, la dificultad de reproducirla en un escenario y el hartazgo provocado por las extenuantes giras, habían dejado de actuar en directo.

Sin embargo, la presencia de Yoko fue haciéndose cada vez más frecuente en la vida de John, empezando a colaborar en diferentes proyectos musicales a partir de 1968, como los difícilmente digeribles álbumes experimentales Unfinished Music No.1: Two Virgins (1968), Unfinished Music No. 2: Life with the Lions y The Wedding Album (ambos de 1969).

Felizmente, Lennon seguía trabajando en sus nuevas canciones con criterios bien distintos y, al tiempo que la unidad del grupo más importante de la historia de la música pop se iba resquebrajando, la idea de emprender cada uno de los cuatro su propia carrera en solitario iba tomando forma de manera cada vez más consistente.

John Lennon y su madre. Foto de Stanley Parkes. Cortesía de Yoko Ono Lennon.
John Lennon y su madre, Julia. Foto de Stanley Parkes. Cortesía de Yoko Ono Lennon.

La creación del álbum Plastic Ono Band está íntimamente ligada a la que desde el 20 de marzo de 1969 fue la nueva esposa de Lennon y, singularmente, a una azarosa conexión en sus respectivos pasados remotos. John sufrió el abandono de su padre (siempre ausente del hogar familiar por motivos laborales) casi desde su mismo nacimiento y, desde los ocho años, también el de su madre, que lo dejó al cuidado de su hermana mayor, Mimi. Por su parte, Yoko tuvo una infancia también complicada, marcada por la ausencia del padre (que trabajaba en un banco en Estados Unidos) y por el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuentes penurias.

La casual lectura de The Primal Scream, libro del terapeuta californiano Arthur Janov, y su teoría según la cual los problemas psicológicos de la edad adulta pueden ser consecuencia de traumas infantiles no resueltos, llevó a la pareja a reclamar la presencia de Janov en su mansión londinense para someterse a terapia, una experiencia ciertamente reveladora para Lennon que, pese a la nueva felicidad conyugal, atravesaba un momento doloroso por la ruptura de los Beatles y el distanciamiento de quienes habían sido estrechos compañeros de fatigas durante una década.

Los amagos de ruptura se habían repetido en los últimos tiempos, sobre todo a partir de las agotadoras y tensas sesiones de grabación del Álbum Blanco, en las que los Beatles acabaron trabajando casi cada uno por su cuenta, tratando de coincidir lo menos posible en el estudio.

El intento de reconciliación, tratando de recuperar el espíritu de los buenos y viejos tiempos con la grabación del documental Let It Be, fue un rotundo fracaso y las amenazas de deserción se sucedían por parte de cada uno de los miembros del grupo hasta que, a finales de 1969, Lennon les anunció su decisión de poner punto final a los Beatles. “Yo junté a la banda -declararía más adelante- y yo la deshice. Así de simple”. Paul McCartney y el entonces manager de la banda, Allen Klein, convencieron a Lennon para aplazar el anuncio evitando dañar los resultados comerciales del recién publicado Abbey Road, la última grabación del cuarteto. Fue el propio Macca, sin embargo, quien rompió su pacto, anunciando a la prensa el 10 de abril de 1970 que dejaba los Beatles, publicando una semana más tarde su primer disco en solitario, McCartney.

Para entonces, John había publicado tres singles (Give Peace a Chance, Cold Turkey e Instant Karma!) e incluso un álbum en directo firmado por la Plastic Ono Band (formada por John y Yoko, Eric Clapton, Klaus Voorman y Alan White): Live Peace in Toronto.

La terapia con Janov, consistente en larguísimas y dolorosas sesiones de abiertas confesiones por parte de Lennon, que según cuenta el propio doctor pusieron de relieve la extrema vulnerabilidad del músico (“en el centro de toda aquella fama, dinero y éxito social no había sino un niño que se sentía solo”), acabó convirtiéndose en material de primera para la inspiración de John.

En septiembre de 1970 se juntó en los estudios Abbey Road con Klaus Voorman (bajo), Billy Preston (piano) y el propio Ringo Starr (batería) para, bajo la supuesta dirección de Phil Spector (se hizo cargo de las mezclas, pero el propio Ringo diría que hizo bien poco con respecto a la producción y de hecho apenas apareció por el estudio) para grabar las canciones que había compuesto, en su mayor parte, durante los meses de terapia.

John Lennon 1970. Photographer unknown. Possibly Richard DiLello.

Como difícilmente habría podido ser de otra manera, el resultado es un disco algo oscuro, muy sencillo y desnudo en la producción, intenso y emotivo y, sobre todo, lleno de buenas canciones. Los traumas infantiles que protagonizan esta historia aparecen sobre todo en Mother, un reproche directo a la ausencia de ambos progenitores, o My Mummy´s Dead, una minúscula balada de menos de un minuto con la que se cierra el disco. Pero también en Working Class Hero, que, más que un alegato socialista, es la evocación de una infancia marcada por la estricta -e hipócrita- moral característica de la Inglaterra de la posguerra. Formalmente, por cierto, constituye también la más clara asunción de la influencia de Dylan en la obra de Lennon.

En la también muy notable God aporta su propia visión del fin de la inocencia y de los felices años de la década prodigiosa, negando su fe en todo tipo de dioses materiales o realmente divinos (de Kennedy a Budda, de Dylan a Jesucristo, de la Biblia a los propios Beatles) para afirmar que lo único real son Yoko y él mismo.

Entre lo mejor del disco, algunos tiempos medios de inconfundible regusto beatleiano: la esperanzadora Hold On recuerda a un Don´t Let Me Down de baja intensidad; Love suena vagamente a Julia y la preciosa Look At Me es, de hecho, un descarte del Álbum Blanco.

Un año más tarde, el ciertamente más amable y accesible Imagine ascendería al número uno de las listas de éxitos en medio mundo y la edulcorada canción que le daba título se convertiría en una especie de himno universal. Es, desde luego, un buen disco, pero no tiene el latido, la expresividad, intensidad y emoción del que fue el primer y mejor álbum de su carrera en solitario.