Al recibir la noticia, y con el humor medido e inteligente que caracteriza buena parte de su obra, el escritor se ha restado mérito, pues «siempre me he dedicado a hacer lo que más me gusta: escribir y hacer el vago».

No parece justo —salvo si se asume que lo dice desde la humildad que siempre ha transmitido su persona— hablar de vagancia en quien atesora una veintena larga de novelas. Una obra tan prolífica como versátil, caracterizada por su agudeza narrativa, su ironía y sentido del humor, y su capacidad para retratar con lucidez las transformaciones sociales y políticas de España.

Una trayectoria literaria que ha marcado profundamente la narrativa contemporánea en lengua española, y que ha sido reconocida, entre otros muchos galardones, con el Premio Cervantes en 2017. Al recibirlo, se declaró deudor del autor del Quijote, pues afirmó entonces: «Cuando todavía casi un niño lo leí, aprendí que con la escritura se podía cualquier cosa: relatar una acción, plantear una situación, describir un paisaje, transcribir un diálogo, intercalar un discurso o hacer un comentario, sin forzar la prosa, con claridad, sencillez, musicalidad y elegancia».

Desde La ciudad de los prodigios o Sin noticias de Gurb, hasta El misterio de la cripta embrujada, Riña de gatos. Madrid 1936 o Tres enigmas para la Organización, su más reciente entrega, Eduardo Mendoza —sigue puntualizando el acta del jurado presidido por Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, e integrado por Xuan Bello Fernández, María Sheila Cremaschi, María Dueñas Vinuesa, Jesús García Calero, Pablo Gil Cuevas, Francisco Goyanes Martínez, Lola Larumbe Doral, Inés Martín Rodrigo, Ana Santos Aramburo, Marisol Schulz Manaut, Sergio Vila-Sanjuán Robert y Fernando Rodríguez Lafuente— «tiene una decisiva aportación a las letras en lengua española del último medio siglo, con un conjunto de novelas que combinan la voluntad de innovación con la capacidad de llegar a un público muy amplio, y que gozan de extenso reconocimiento internacional. Su prosa clara engloba tanto el lenguaje popular como los cultismos más inesperados. En sus libros sobresalen el sentido del humor y la visión desenfadada y humanista de la existencia».

Y respecto a la calificación de «proveedor de felicidad» que el jurado también ha destacado, el propio Mendoza agradece la alusión para concluir que, ante todo, «soy un proveedor de felicidad para mí mismo. Alguien que en todo momento ha tratado de contribuir al humor en la novela, un modo de encarar el género en el que es importante no bajar el listón y ser muy respetuoso con el lector, porque si se fracasa no hay salvación».

Dotado con 50.000 euros, han sido galardonados con el Princesa de Asturias de las Letras en anteriores convocatorias autores como Richard Ford, Haruki Murakami, Anne Carson, Antonio Muñoz Molina y Ana Blandiana, ganadora en la edición del pasado año.